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miércoles, 28 de junio de 2017

Corral de Comedias

         Al final la democracia se resiente. Porque cada día el escaparate político va pareciéndose más a una función teatral en la que cada actor realiza su papel durante la representación, según el guión establecido y sin intenciones de cambiarlo.
        Nos cuentan que Bárcenas ha sido fuerte, ha guardado silencio, ha retado  o, incluso, se ha mofado de la Comisión Parlamentaria.
         Pero, ¿acaso sus señorías esperaban otra cosa?
       ¡No!  Sin duda no esperaban otra cosa. Pero en algo han de ocupar el tiempo. Y en algo que parezca trascendente, que ocupe páginas en los periódicos y minutos en las noticias televisivas. Porque eso es lo que importa, el minuto mediático, la foto de portada, la apariencia.
          A nadie en su sano juicio le queda duda alguna sobre la corrupción institucional que ha arraigado en el partido Popular durante décadas, corrupción institucional que ha propiciado también la corrupción individual a niveles desconocidos. 
    Pero nadie en su sano juicio esperaría que estas comparecencias sobre la financiación irregular de ese partido tengan alguna consecuencia. No cambiará el sentido de un solo voto en este país cainita que vota con las tripas, con una arraigada conciencia guerracivilista de pueblo empecinado y primitivo, que concibe los bienes públicos como un cuerpo muerto, carroña que es lícito repartirse.
     Esta Comisión, como tantas otras, es una distracción inútil. En algo han de ocupar sus señorías su tiempo bien pagado.
     Y, al final, la democracia se resiente. Los ves ahí, empeñados en asuntos inútiles, y te parecen cobayas obstinándose en hacer girar la rueda que no puede avanzar, gastando energías de forma mecánica y estúpida.
           En lo demás, en las cosas que afectan a la vida de la gente, nada cambia. Quizás porque todo está atado y bien atado. Quizás porque todo es teatro puro, juego de roles para mantener las apariencias.
            Mientras, por citar solo algún asunto cotidiano de los que carecen de importancia como para merecer la atención de nuestros actores más cualificados, los autónomos españoles, en comparación con otros países europeos de mayor renta per cápita y mucho menor índice de paro, son tratados como los galeotes del sistema, altas cuotas, escasísimas prestaciones  y una desconfianza sistemática que los cerca cuando van al médico. No obstante, el Estado traslada al sistema educativo la obligación moral de formar emprendedores, es decir ilusos que sostengan el chiringuito mientras la evasión de impuestos del gran capital apenas se persigue o se estimula con amnistías fiscales vergonzosas.
       Y los creadores jubilados están amenazados de perder la pensión por la que han cotizado toda su vida laboral, si alguna de sus creaciones tiene éxito, aunque sea un éxito efímero y puntual.
     He ahí dos leyes, entre cientos, que merecerían reclamar la atención de esa caterva de actores bien remunerados que han prometido dejarse la piel para mejorar nuestras vidas, pero saben que todo es una farsa para tenernos distraídos.
   Al final la democracia se resiente cuando la gente comprueba  durante mucho tiempo que en el Parlamento falta corazón solidario con la gente, compromiso y sentido de Estado y sobran intereses, poses oportunistas, discursos que brillan un momento y se apagan como pavesas de papel, sin que a nada obligue a quien acaba de pronunciarlos, como si fuera el discurso un fin en sí mismo.
    Nos costó mucho cimentar la democracia. 
  No suponíamos que convertirían el Parlamento en un Corral de Comedias

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