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miércoles, 26 de febrero de 2014

No quiero que Rajoy me baje los impuestos

         Ya hemos pasado el cabo de Hornos,- ha dicho el presidente.
           Es el debate sobre el estado de la Nación, pero Rajoy no parece hablar de esta Nación, sino de alguna nación imaginaria que él tiene en su cabeza. 
 Porque esta, la nuestra, está bastante enferma. Está infectada por el virus mutante de la corrupción, que ha invadido hasta la entraña los tejidos de la sociedad. Está aquejada por la obsolescencia que ha hecho mella en las instituciones que debieran ser el esqueleto que sustenta el edificio de un estado eficaz y solidario. Está asqueada de sí misma, porque se mire en el espejo que se mire, la imagen que le devuelve es la de un país que desconfía, que desespera, que sobrevive como puede.
            Hay mucha gente honesta sometida a un debate inmoral  entre el fraude que supone a la propia conciencia aceptar lo que te ofrezcan, siempre en B, y sobrevivir,  o renunciar a ser el cómplice necesario de este sistema inmundo que han dibujado las reformas diseñadas a la medida de los intereses del dinero y quedarse al margen, sin la seguridad de llegar hasta mañana.  Y eso asquea.
            Rajoy, al menos, ha pasado ya el cabo de Hornos, conocido también como el de las Tormentas. Eso  afirma él. Si fuera honesto, al volver la vista hacia las olas encrespadas de ese lugar donde las fuerzas desatadas de dos océanos  se embisten sin descanso, vería que el resto del país ha naufragado. Si fuera honesto, tardaría un tiempo en colgarse de la oreja el arete que distingue al marinero que logró sobrevivir a ese lugar terrible.
            El muñidor de falsedades más inicuo que nos ha salido de las urnas promete cosas que suenan tentadoras. Y logra su objetivo. Titular seguro en el prensa vicaria. Rajoy da por acabada la crisis, propone una tarifa plana de las cotizaciones a la Seguridad Social para los nuevos contratos, rebajando un porcentaje importante al empresario, y una exención de IRPF para los salarios que no superen los doce mil euros anuales. En cuanto a esta propuesta, la manipulación es evidente, puesto que ya está la exención tributaria en ese umbral, o casi (11.100 €). 
            Habrá quien lo aplauda, porque el agotamiento hace mella en el cerebro humano. Y habrá quien se abrace a esa bandera falsa, porque el desesperado necesita aferrarse a cualquier asidero que asome al borde del precipicio, aunque sea a la cola de una serpiente venenosa. Arrancará algún porcentaje en la intención de voto y el aplauso obediente de los suyos. Mañana nos dirán que él ha ganado en el debate, como si eso nos importara lo más mínimo. Porque la única verdad es que, de nuevo, hemos perdido todos.
            Esa rebaja simulada en los impuestos tiene unas consecuencias terribles a medio y largo plazo.
            A nivel personal, porque a los salarios basura se añaden ahora las cotizaciones basura. Sobre esas cotizaciones basura se calculará algún día la pensión basura que habrás de recibir cuando las fuerzas te abandonen y no puedas acudir al “mini job” basura con que sustentaste tu existencia en esta patria extraordinaria.
            A nivel colectivo, el proyecto estrella que han ideado los prestidigitadores que intentan confundirnos con conejos y chisteras, responde a un plan mucho más elaborado y maquiavélico, el empobrecimiento del Estado. No hay otro objetivo más perseguido y menos declarado en el programa verdadero de estos falsarios que gobiernan.
            El Estado regulador y justo, un Estado fuerte y solidario, es su enemigo. Lo prefieren debilitado, raquítico, inútil para garantizar derechos y equilibrar desigualdades. La desigualdad, mejor si es acusada, es el único  modelo social que cabe en sus cabezas. Programan la lenta destrucción del estado moderno y la recuperación de aquel órgano dañino, al que prendimos fuego hace ya siglos, cuya única finalidad reconocida era mantener la calle en orden y coartar las libertades.
            Yo no quiero que Rajoy me baje ni un euro en mis impuestos, porque cada rebaja simulada con la que intenta conquistar el voto irreflexivo me costará bastante más en IVA, en copagos sanitarios, en matriculas universitarias, en recortes de becas escolares, en pensiones de hambre, en personas dependientes abandonadas a su suerte, en inversiones para la investigación y el desarrollo, en infraestructuras del estado imprescindibles para llegar el futuro en igualdad de condiciones que otros países europeos, en empleo público, en servicios públicos eficaces y honestos. Que me ahorre Rajoy la vergüenza de contemplar cómo esta patria camina en dirección contraria a la que la historia nos reclama y va dejando en las cunetas polvorientas derechos primordiales que nos habíamos otorgado. No podemos olvidar que nosotros somos los verdaderos soberanos.
            Ellos, los cínicos que mienten en cada palabra que pronuncian, desmontan el Estado, la organización más noble que tenemos, porque el Estado somos todos, con la ineludible obligación de repartir con justicia obligaciones y derechos y de cuidar unos de otros.
            Ellos, los esbirros serviles de intereses inmorales, desprestigian la política, una noble ocupación humana cuyo objetivo es organizar la convivencia según las normas más justas que encontremos.
            No quiero que Rajoy me baje los impuestos. Quiero que Rajoy se cuelgue de la oreja el arete que certifica que sobrevivió en su travesía por el Cabo de las Tormentas y se vaya a su casa, a ufanarse entre sus propios si le quedara alguno después de la derrota. Y  quiero que un gobierno decente, que sin duda este país merece, cuando por fin logremos encontrarlo, establezca un sistema justo de fiscalidad y persiga a los que esquivan sus obligaciones, nos roban, y nos condenan a una ruina evitable.
            ¡Maldita la hora en que nacieron y maldita la hora en que les dimos a sus cómplices las riendas del país!.
           


viernes, 21 de febrero de 2014

Refundar Europa

        La canciller que nos gobierna ha recordado con dedo admonitorio y gesto grave que cuidado con las medidas que Bruselas le aplica a Suiza, ese no socio preferente que cierra sus fronteras a las personas, aunque no al dinero fugitivo. Lo sabíamos. Suiza es la patria de los túneles que Alemania necesita. Esa es la Europa que chirría, el continente sometido a las veleidades imperialistas del más fuerte en cada momento de la Historia.
            La tentación de abandonar el barco puede que haya rondado ya muchas cabezas, pero lo que los europeos tenemos en común tiene infinitamente más valor que aquello que pueda separarnos. Hoy la idea de “escapar” de Europa es una aspiración que únicamente puede alimentar el nacionalismo temeroso y retrógrado, aunque acuda disfrazado de populismo oportunista. En el mundo global, dominado por el depredador universal, una Europa fuerte resulta imprescindible. Se nos olvida con frecuencia que en este continente sí se le puso brida y montura al capitalismo desbocado. Ahora corren malos tiempos, pero no siempre fue así. Y si en alguna parte ha de comenzar la humanidad a recuperar el terreno perdido ha de ser aquí de nuevo. Y a nadie escapa que ningún país de Europa, por sí solo, podría no ya modificar ni una coma en los planes de los mercados inhumanos, sino sobrevivir a su embestida si por alguna razón le ponen precio a su cabeza.
            La Europa miserable que nos ha tocado padecer, la Europa contaminada por los intereses de Alemania, la Europa malherida por la Troika está pidiendo a gritos que alguien le lave las heridas, le calme los dolores y le ayude a recuperar su rostro más humano. Europa echa de menos una revolución que la refunde, o la funde por fin según las aspiraciones de la gente.
            Mirando hacia el pasado, esa palabra –revolución-  nos trae connotaciones de sangre y de violencia, pero hay otras formas comprobadas y eficaces de revolución que no ha de recurrir a la violencia desesperada de los pueblos. Aúna dos instrumentos poderosos, las ideas y la fuerza definitiva de las urnas.
            Cada vez que hemos tenido que conquistar los derechos que la humanidad andaba reclamando, el proceso fue lento, laborioso, y casi siempre desembocó en un inevitable enfrentamiento. Lo primero fue la toma de conciencia, el malestar, la cólera creciente; vinieron luego las ideas que postulaban la solución de los problemas y, al fin, el asalto al fortín donde se escudaba el enemigo, el reparto injusto de cargas y de bienes. Allí habita siempre la conciencia corrupta que justifica el latrocinio; allí, también, los alquimistas que con la ruina ajena fabrican su propio beneficio; y los que endulzan con mentiras el veneno  que nos dan a tomar.
            La conciencia la tenemos ya llena a rebosar con las causas de los males que aquejan nuestro tiempo. Y las ideas empiezan a aflorar. A Europa le sobra pensamiento lúcido para analizar sus luces y sus sombras. El jueves, 20 de febrero, Vidal-Folch en El País nos daba una ruta del pensamiento europeo que debiera orientar a cualquier partido político con vocación de afrontar el futuro armado de un compromiso verdadero con la ciudadanía. En realidad, a todos los partidos políticos con vocación europea. Tres manifiestos sobre la Europa necesaria, una revolución en toda regla sin necesidad de desempolvar la guillotina.
            Todos los manifiestos coinciden en que la gestión de la crisis ha condenado a varias generaciones y ha empobrecido su futuro, ha dañado considerablemente a la población y a las economías de los países periféricos y ha agravado las desigualdades en el continente más rico de la tierra. Todos proponen una unión política y fiscal efectiva y unas políticas de empleo comunes. Proponen un seguro europeo común contra el desempleo. Parece poco, pero es mucho, porque esas propuestas conciben las consecuencias de la crisis y su corrección como un reto europeo, el reto y la obligación de una Europa concebida como una nación de naciones. Como un poder mundial, por fin; capaz de proponerse como modelo de organización para otros lugares de la tierra. Hablan de prioridades, principios inalienables de la ciudadanía europea que Europa debe defender, como la igualdad entre hombres y mujeres, el acceso a la educación, la seguridad social para todos, y la preservación del medio ambiente, por citar solo algunos.
            Parece poco, pero es mucho. Hace siglos, un individuo, oyendo a sus conciudadanos enumerar los males de su tiempo, estableció la necesidad de separar los diferentes poderes para que se controlaran entre sí. Creo que nadie discute hoy su vigencia plena en una democracia.
            Mientras en Europa son las ideas las que comienzan a hervir antes de las elecciones europeas de mayo, en este país de políticos mayoritariamente grisáceos y biliosos, cuando no masa disciplinada e invisible que celebra el discurso falaz de alguno de los suyos, el Parlamento se ha visto obligado a jurar que defenderá la ley en el caso del referéndum catalán. Se lo ha demandado esa política que no es de izquierdas ni de derechas, sino una progresista del siglo XXI, según su propia y ejemplar definición. ¿Concibe usted una actuación del Parlamento que no contemplo una observancia estricta de la Ley, señora diputada?
            En ausencia de las ideas que alimentan el árbol del porvenir con su savia vital, hay gente grisácea, inundada de bilis, que prefiere zarandear el árbol retorcido y reseco del agravio, en busca del voto que nace de las vísceras de “esa España que embiste cuando se digna usar de la cabeza”. Doy culto a las ideas; detesto el oportunismo populista. Las ideas perduran y, si se manifiestan positivas, dan frutos. El populismo oportunista levanta barreras insalvables. Y a cada lado de esas barreras, anida el odio y empollan sus huevos venenosos.
            Eso también lo sabe Rosa Díez, pero prefiere arrostrar las consecuencias, no sea que Vox, esa astilla desgajada del costado derecho del PP, le robe algunos  votos.      




jueves, 20 de febrero de 2014

María de los dolores de la Mancha resulta insostenible

          Ayer, diecinueve de febrero, con el primer café de la mañana, por la ventana abierta de la radio nos ha entrado otra ráfaga de viento helado, ese viento que procede las estepas de la política inhumana que practican quienes presumen, sin embargo, de practicar la más adecuada para sacarnos de la crisis sin que los servicios fundamentales hayan sufrido menoscabo.
            Castilla-La Mancha, la joya de la corona del Partido Popular que gestiona la Secretaria General de ese partido, era la estepa desde la que ese viento nos helaba el café.
            El trece de diciembre pasado, los médicos de urgencia del Hospital de Toledo acudieron al Juzgado de Guardia para poner en conocimiento del mismo que la situación en la que desarrollan su trabajo resulta insostenible. No pueden atender a sus pacientes por falta de espacio y de camillas; dos pacientes han muerto en los pasillos de urgencia sin que los médicos puedan acomodarlos en otro lugar más digno o más íntimo, al menos. Denuncian importantísimas demoras en el diagnóstico de pacientes ingresados con dolencias muy graves, por falta de personal.
            El colapso de urgencias es tan grande que los servicios médicos no pueden garantizar ya  la atención correcta a sus pacientes o la administración del tratamiento que precisen.
            Efectivamente, estos líderes honestos que nos están sacando de la crisis  no han tocado los servicios fundamentales del Estado. Pero desde 2010, en que una triunfante Cospedal asumía el convertir a su Comunidad en un modelo para España, ese hospital toledano ha sufrido el recorte de ciento sesenta y cinco camas hospitalarias; y los únicos espacios donde los enfermos pueden permanecer hospitalizados son los pasillos del servicio de urgencias, hospital de sangre en esta guerra sin cuartel contra la sanidad pública que ha desatado este gobierno.
            Desde su llegada a la presidencia de Castilla- La Mancha la inefable Cospedal ha recortado en el gasto sanitario de esa comunidad casi una quinta parte del que se destinaba con anterioridad, y casi cuatro mil profesionales sanitarios han sido despedidos.
            Ahora los enfermos graves se mueren en los pasillos y el personal de urgencias de los hospitales recurre a los jueces para denunciar su  desesperación por no poder realizar su humanitario trabajo en condiciones dignas.
            Hemos oído que familiares de los altos cargos políticos de esa comunidad están exentos de las listas de espera, quizás porque su salud sea bastante más necesaria para el buen funcionamiento del país; también hemos oído que en Castilla- La Mancha desvían a centros privados de comunidades vecinas buena parte de las intervenciones quirúrgicas desatendidas en los hospitales de la comunidad por falta de personal; el mismo que ha despedido Cospedal.
            Así que habrá que decirles que mienten cuando afirman que nos están sacando de la crisis sin tocar los servicios fundamentales. Habrá que decirles que mienten doblemente, porque no nos están sacando de la crisis y porque están destruyendo servicios ejemplares y perfectamente sostenibles.
            Lo que resulta una verdad que no admite debate es que lo más insostenible que tenemos, y de lo que debemos librarnos cuanto antes, es este gobierno cínico y hostil, el enemigo infiltrado que mina a todo trapo los derechos que habíamos conquistado al tiempo que destruye el tejido de servicios públicos extraordinarios, por ejemplo la sanidad pública.
            Resulta curioso, cuando menos, que una denuncia que se produjo hace dos meses largos, aflore ahora. Dos preguntas me asaltan.
             ¿Hacia dónde miraba la prensa en este tiempo? Tengo el convencimiento que intereses muy poderosos han amordazado a la prensa independiente hace ya tiempo. Hay silencios clamorosos y culpables.
            ¿Por qué, ahora…? Es tiempo de navajeros en el Partido Popular. Las guerras intestinas suelen ser feroces. Y parece que la muy ambiciosa Cospedal ha caído en desgracia. Caín y ellos sabrán por qué. La cohesión inquebrantable en apariencia que otorga la victoria se desgasta, crecen las ambiciones, se recuerdan viejas deudas, aumenta cada día la inundación de aguas fecales de una financiación  impresentable que alcanza hasta el corazón y la raíz de ese partido, y afloran las navajas.
     Así se hace en esta tierra la política de estado, mentiras, corrupción y navajazos. Mientras, los que sostienen el Estado con sus impuestos se hacinan en urgencias colapsadas o mueren en una camilla en un pasillo ante los ojos espantados de otros enfermos que aguardan asistencia. Más parece una escena de un hospital de guerra, la guerra que libra contra nosotros este gobierno lamentable.

lunes, 17 de febrero de 2014

Fronteras

           Suiza cerrará sus fronteras a la libre circulación de los ciudadanos de la U.E. Se trata de la decisión de un país soberano expresada en las urnas. Ya lo dijimos. Y expusimos la causa que empujó a la extrema derecha del país helvético a proponer el cierre de fronteras. La Europa de los pueblos se ha convertido ya en la Europa de los pobres. Una parte importante de los socios ha sido empobrecida por las medidas ideológicas, intencionadas, insolidarias y, en cualquier caso, erróneas con las que la Troika omnipotente ha despedazado el continente, y  ha diluido el escaso sentimiento colectivo que habíamos creado poco a poco; y ello, en beneficio de intereses de una minoría organizada y predatoria. Suiza, como otros muchos territorios, no quiere pobres llamando a su portal y poniendo en peligro su equilibrio. Y hay en Europa ciento veinte millones de pobres dispuestos a emprender cualquier viaje para garantizarse un futuro digno donde eso sea posible.
            Es la razón suprema de una medida que observamos con la mirada preocupada. Europa se cuartea. Y se cuartea, no porque un firmante de infinidad de tratados que lo convierten casi en un socio de hecho ha decidido no respetar uno de los acuerdos principales, el de la libre circulación de las personas, sino porque las medidas automáticas que tiene establecido el protocolo en estos casos, -“de guillotina” las han llamado-  y que dejarían sin vigor de forma inmediata los privilegios que al casi socio de otorgaron en su día, parecen suspendidas de momento. 
            Quizás todo se quedará en ruido mediático; regañina de la Europa de los funcionarios poderosos  y tres años para estudiar las consecuencias. No se trata pues de la Europa que garantiza los derechos de sus pueblos, sino de la Europa que tira de calculadora y observa las balanzas de pago.
            Suiza pone más de lo que saca. Todo perdonado. Aunque tratándose de números suizos, antes desvelaremos ese misterio vaticano del Dios Uno y Trino, que el intrincado nudo de sus cuentas secretas.
            Suiza es también la patria de los túneles, y algunos son fundamentales en la salida por tierra de los excedentes industriales de Alemania. Todo perdonado.
            Pensábamos que Europa ya había quedado vacunada contra el virus de la guerra. Pero es un virus mutante. La trasforma cada cierto tiempo en un territorio condenado a destrozarse a sí mismo, a destruir de nuevo cada balsa de esperanza que podamos construir con los restos del anterior naufragio. La de ahora es una guerra de ricos contra pobres. Y sí que nos llena el paisaje de cadáveres. Cada persona sin futuro es un cadáver que camina, porque ya no es la dueña de su vida. Cada pobre que no puede ofrecer a sus hijos un plato de comida o una vida sin sufrimientos y miserias es un cadáver que aun se mueve, porque ha perdido la principal razón de su existencia.
            Cerremos las fronteras, –vociferan-, y que cada pobre se ocupe de sus muertos.
            Aquí, en el Sur, apestado de pobres, también sabemos mucho de fronteras.
            Hay una al sur del sur, enclavada en el continente de los pobres muy pobres, que está infectada de personas que huyen de una miseria mucho más espesa, de las guerras de siempre que se libran con balas, del hambre indominable, de la muerte que acecha con mil rostros, de las necesidades más elementales sin cubrir. Traen en la mirada un brillo que no sabemos definir, mezcla de miedo, hambre y esperanza. Y aunque la muerte siembra su semilla envenenada en la tierra que cruzan a carrera y se cobra su tributo permanente, esa frontera algún día no bastará.
        Y hay otra frontera que les hemos puesto a nuestros jueces para evitarles el viaje incómodo en pos del crimen internacional. España limita sus atribuciones como firmante del acuerdo que conocemos como Justicia Universal. Se diseñó para perseguir los crímenes contra los derechos humanos en cualquier lugar del mundo. Algunos países, conscientes de su historial de crímenes ocultos, no lo firmaron, ni lo firmarán jamás. Se evitan con ello que tribunales extranjeros levanten las alfombras donde la historia suele guardar hechos inconfesables o muertos que incomodan. Casi nos hemos convertido en sus compañeros de viaje. La derecha que gobierna ha hecho de la mentira su instrumento. Y casi preferimos sus mentiras. Porque cuando se atreve a ser sincera, nos pone la carne de gallina. Alfonso Alonso, el portavoz en el Parlamento del Partido Popular, ha explicado la medida del gobierno porque “el cumplimiento de esos acuerdos internacionales solo traía problemas”.  Más vale que mientan, porque esa verdad que ha proclamado con cinismo, los desnuda. Los acuerdos internacionales pretenden garantizar la defensa de los derechos humanos. No hay un principio más sagrado en una democracia. Y no hay un solo derecho que nos hayan regalado. Todos los hemos arrancado  y los hemos defendido con la fuerza. Y conseguir cada uno de ellos nos acarreó muchos problemas, los que genera anteponer la dignidad humana al interés canalla del dinero.

miércoles, 12 de febrero de 2014

A la negra tierra le arranqué los mojones* hincados por doquier

* Marca que indicaba en la antigua Grecia una propiedad hipotecada

“ …Algunos de entre los propios ciudadanos, en un acto de locura, quieren destruir la patria para sacar provecho; lo mismo quiere también la injusta codicia de los que ahora nos gobiernan, a los que aguardan numerosos dolores que sufrir por sus grandes abusos; porque no han sabido dominar su ambición y poner orden a su actual triunfo… Se hacen ricos accediendo a manejos injustos y no saben abstenerse en sus hurtos ni de los bienes públicos. Cada uno por su lado se dedica al pillaje para aumentar su fortuna, aunque cada día el pueblo sea más pobre. Ellos ocasionan con su proceder indigno que insulta a la Justicia una herida inevitable a la ciudad; y pronto habrán de arrastrarla a la esclavitud y con su inicuo proceder despertarán al monstruo dormido de la guerra y se enfrentarán los que son parte y sustento de una misma patria, porque no tardarán en ser visibles en el interior de la ciudad dos bandos de enemigos, formados por personas que ayer vivían en paz. La guerra dejará sin su amable juventud a muchos hombres y llenará de tumbas los campos de cultivo. Mientras los males vienen rodando a nuestro encuentro, muchos de los pobres han de marchar a tierras extranjeras donde se olvidan de su lengua  y de su patria, o son vendidos como esclavos para pagar sus deudas. ¡Vedlos pasar portando en sus cuellos argollas y lazos de metal!”.
            El texto que precede es la versión bastante respetuosa de un poema escrito en una lengua extranjera. Entendiendo como metáforas muy significativas algunas expresiones del mismo, en nada nos extrañaría que fuera de un poeta actual. Y compatriota. Sin embargo es una Elegía de Solón, poeta y estadista griego que anduvo por este mundo hace ya dos mil setecientos años.
            Sírvanos como ejemplo de que, por mucho que hayamos progresado en mil aspectos, como en un ciclo malvado que gira eternamente, cada época ha de afrontar problemas similares.
            Solón habla en ese poema, describiendo la sociedad de su tiempo, del saqueo de la patria en propio beneficio de los que tienen posibilidad de hacerlo, de la corrupción de los gobernantes que en nada se preocupan de la ciudadanía y mucho de su propio beneficio, sin respetar los principios de justicia que garantizan la paz social; del empobrecimiento – esclavitud, incluso,- de los ciudadanos y del estallido de la revuelta social. Empobrecidos y perseguidos por sus deudas los ciudadanos  desafortunados han de buscarse el futuro en tierra extraña o arrostran la posibilidad de  ser desprovistos de la condición de ciudadanos libres.
            ¿Estaba escribiendo, acaso, una profecía referida al presente que vivimos…?  ¡No! Hablaba de su tiempo y de su patria.
        Las revueltas y los conflictos civiles no se hicieron esperar y hubo que poner fin a aquella situación con respuestas políticas, con leyes. Eran otros tiempos. La sociedad delegaba en mediadores y se les otorgaba una autoridad considerable para poner orden en la situación inaceptable para un ser racional y para una sociedad que considera la guerra civil el peor de los males. Solón es considerado como el gran reformador ateniense, y, si bien sus reformas no a todos dieron satisfacción, hubo indudables avances hacia la paz social y el equilibrio. Algún tiempo después, él nos explica en verso el programa político que guió sus actuaciones. Sí, en verso; era también poeta como queda dicho.
“… A la negra tierra yo le arranqué los mojones hincados por doquier. Traje a Atenas a muchos que la tenían por patria hasta que fueron vendidos como esclavos, algunos ya se habían olvidado de su lengua. Y a otros que aquí mismo sufrían la infame esclavitud los hice libres, combinando la fuerza y la justicia. Frente a todos me revolví como un lobo al que acosan los perros, y escribí leyes para el rico y el pobre encajando a cada uno en la recta sentencia. A ninguno dejé vencer injustamente…”
       Es decir, anuló las hipotecas que pendían sobre las propiedades y que absorbían con sus intereses el esfuerzo de mucha gente humilde sin permitirles vivir con dignidad, rescató a los ciudadanos atenienses que vivían como esclavos en otras ciudades, y liberó a los que habían sido esclavizados en Atenas; antepuso el hombre a los intereses económicos y a leyes injustas y les devolvió su condición de ciudadanos; redistribuyó propiedades ampliando la capa social de los propietarios y reorganizó la sociedad que comenzó a alumbrar ya la incipiente democracia ateniense.
          ¿Véis...? No es tan difícil cuando gobierna gente con visión de Estado, adornada de honestidad y valentía. Lo malo es cuando gobiernan esbirros al servicio de intereses inmorales. Entonces a la patria solo le espera pobreza y sufrimiento. 

lunes, 10 de febrero de 2014

Yo nunca iré a Suiza

         Suiza, ese país inmaculado de macizos nevados, turismo millonario,  moneda sólida, y relojeros saludables que siempre se mantienen neutrales en cualquier conflicto, por decisión plebiscitaria, cierra sus puertas a sus vecinos europeos; vecinos y casi socios, porque mantiene numerosos convenios con la Unión Europea. Los suizos rechazan la libre circulación tras sus fronteras de los ciudadanos de la Unión. Establecerán cuotas, lo que traducido al lenguaje coloquial viene a significar que sólo aceptarán la mano de obra cualificada que demande su propia economía.
            Es la decisión de un pueblo soberano. Pero es mucho más que eso. Es la propuesta de la extrema derecha suiza. Y ha ganado; por estrecho margen, pero ha ganado.
         Otras extremas derechas europeas empujan en la misma dirección. “Cerremos las fronteras” proclama su evangelio. Lo que está en juego es la propia idea de Europa. Las políticas derivadas del empeño alemán de ponernos al servicio de sus intereses, empobreciendo a muchos de sus socios hasta llevarlos a la ruina  económica y poniendo a buena parte de la ciudadanía al borde de la desesperación, han sido el aguacero que ocasionó estos lodos. Europa está ahora mismo al borde de un abismo, porque las próximas elecciones europeas podrían dejarnos más de una sorpresa; el sentimiento antieuropeo puede encontrar refugio en esa cueva del pasado. La derecha europea lleva siempre en su vientre la promesa de un monstruo. Yo lo ha parido y ahora lo alimenta con sus ubres resecas de  madre vieja. Una vez más.
            A Suiza le traerá consecuencias sin lugar a dudas, porque los convenios favorables con la Unión Europea deberían anularse de inmediato; por ejemplo la libre circulación de sus empresas por el territorio de la Unión Europea, pero eso está por ver.
            Porque Suiza es cómplice de un crimen permanente y guarda secretos muy valiosos. Su complicidad es, sin duda, un manantial de fortaleza.
            Yo propondría a los desahuciados de Europa invadir mañana mismo ese país, violentar su corazón acorazado en el interior de sus bancos ejemplares y, una vez encontrada donde quiera que la tengan escondida, colgar del mástil más elevado que encontremos su bandera pirata para que todo el mundo sepa que Suiza es un islote de corsarios enclavado en el propio corazón de Europa.  .
            Yo propondría que cada uno de nosotros, como ángeles armados con espada de fuego, nos atreviésemos a invadir  ese paraíso de ladrones  y  airear sus secretos; entregar a la luz y a los taquígrafos la larga lista donde figura el capital apátrida que casi siempre arraiga al margen de las leyes. 
            Yo nunca iré a Suiza. No tengo nada que ocultar al fisco. Pueden ponerle a sus fronteras muros de acero si desean, del acero con el que fabrican sus fiables relojes. Pero si os animáis, mañana mismo estaré dispuesto para esa invasión bien merecida


sábado, 8 de febrero de 2014

Paseillo

        Siete horas de interrogatorio dan para muchas preguntas. Pero sabíamos las respuestas. “No recuerdo; no lo sé; no me consta; yo confiaba en mi marido”. Más o menos eran las respuestas esperadas. Y esas son las que resalta la prensa a estas horas del día.
           Los matrimonios de la gente importante están hechos a prueba de curiosidad. Husmear puede que no sea una costumbre saludable porque este país es un basurero de proporciones gigantescas.
          No lo hizo Ana Mato sobre el jaguar “marca Gürtel”, según acertada descripción de un portavoz de la oposición, que apareció en el garaje de su casa.
           No lo hizo la mujer de Bárcenas que prestó su firma a innumerables operaciones por las que su marido, hoy inquilino de Soto del Real, iba borrando el rastro del dinero culpable que amontonan delincuentes revestido de un poder corrompido.
     Y aun no sabemos si Cospedal se interesó por el dinero negro que su marido presuntamente recibió durante años de Iberbank. Puede que un día un juez atrevido lo pregunte. Sabemos la respuesta. “No lo recuerdo; no lo sé; no me consta”. Sabremos entonces que el matrimonio “Prospedal” comparte lujos orientales, que sin duda merece, pero no comparte sus secretos más comprometedores.
           Que un miembro de la familia real comparezca ante el juez es todo un hito. No un hito en nuestra corta y enfermiza democracia;  es un hito que llena de extrañeza a medio mundo, porque las monarquías suelen lavar sus trapos sucios en el patio trasero de palacio. De ahí la cobertura extraordinaria de medios de comunicación de todo el mundo. Se dice que más de cuatrocientos.
          Conozco ya el resultado de este caso. Cualquiera de vosotros lo conoce. El fiscal y el abogado del Estado se han estado negando ferozmente a que esta mujer acudiera a los juzgados; los técnicos de Hacienda la han exculpado ya de oficio. Todo se saldará probablemente con la devolución al fisco de cantidades defraudadas “por desconocimiento” y aquí, paz y luego gloria. Y el juez osado que siguió su instinto justiciero, el mandato  constitucional y la voz de su conciencia, se palpará la ropa, teniendo en la retina las secuelas que ese mismo espíritu ha dejado a Elpidio Silva y a Baltasar Garzón. Hoy lo he visto brevemente en televisión. Me ha parecido nervioso, inquieto y vociferante; puede que ya presienta la sombra de los sicarios que persiguen sus pasos.
            El poder es así; guarda en la memoria quién lo puso en peligro y alguna vez le pasará factura.
            Los accesos a los juzgados de Palma eran esta mañana una galería de las múltiples Españas indignadas, doloridas, desesperadas o defensoras del pasado que hoy se observan en cualquier lugar donde haya una oportunidad de cobertura mediática. Parados que reclaman un futuro; desahuciados; trabajadores de las plantas de envasado de esa bebida americana que se ha molestado con Hacienda por una multa de un par de millones y se lo cobra con un cierra empresarial; republicanos; monárquicos; indignados de la más diversa procedencia; y curiosos, muchos curiosos en busca de emociones o de un minuto de notoriedad.
            He escuchado en la radio la decepción de quienes aguardaban el recorrido a pie por esa pasarela de la indignidad que llaman “paseíllo”. El hecho de que la hija del rey lo haya evitado ha sido calificado como una grandísima injusticia. No sé por qué. Ese castigo añadido no está prescrito en ningún código. Nadie debería ser sometido a ese ritual infame para que la masa, en su versión irracional, huela la sangre desde cerca. Y esa decepción aireada me asquea sobremanera. La justicia verdadera, la que debe emanar de una democracia saludable es otra. El “paseíllo” como un acto de justicia reclamable es solo circo innoble, bajeza, una prueba más de que este país es un basurero inmenso.
            Tras esta declaración en sede judicial de una de las herederas potenciales de la corona, gente ilusa cree que este raro acontecimiento en la historia de las monarquías pasará factura a los Borbones que reinan en España. Nada más lejos de la realidad. Los estrategas de la comunicación, los manipuladores de oficio, harán de esta deshonra una victoria. El mensaje que se cocina a fuego lento es que la casa real es una familia más que se somete a la ley y acata las decisiones de los jueces. Como consecuencia de este error, esta hija incapaz de poner en duda la honestidad de su marido, irá borrándose poco a poco de las fotografías, desaparecerá de los actos oficiales y será protegida en la más estricta intimidad.

            

lunes, 3 de febrero de 2014

Elecciones europeas

                En mayo toca renovar el Parlamento Europeo. Quizás, cuando mencionamos Europa hoy, tengamos una reacción justificada, la decepción porque traicionó nuestras esperanzas nos induce al rechazo. En la última encuesta que ha caído en mis manos sobre la intención de voto en las próximas elecciones europeas, independientemente de unos datos poco fiables todavía sobre los resultados de los partidos, llamaba la atención el índice actual de la abstención. Aproximadamente el 56% de los españoles con derecho a votar manifestaban su intención de no hacerlo.
            En mi humilde opinión es un error.
            Y el error hay que achacarlo, sobre todo, una vez más a la mediocridad de la clase política más o menos profesional que soportamos.
            Hemos ido elaborando una imagen del Parlamento Europeo como un refugio de las viejas glorias de la política nacional, un destino distante para gente incómoda a las ejecutivas de los partidos, o un premio para algunos esforzados de la política servil que no encontraron acomodo en las listas nacionales. Y no debemos andar descaminados.
            La percepción que el ciudadano medio tiene del Parlamento Europeo es que una máquina oxidada y sin valor que no decide nada en nuestras vidas. La economía, el principal caballo de batalla, tiene sus ejecutores ajenos al legislativo. Y bien que los sufrimos.
            De ahí el desinterés de los ciudadanos por unas elecciones que, al parecer, nada deciden.
            Y hay que cambiar la percepción, explicar al ciudadano que el próximo Parlamento tendrá funciones que afectarán notablemente a nuestras vidas, porque elegirá al Presidente de la Comisión y gestionará el presupuesto.
            Nuestros políticos profesionales no lo explican.Una vez más desprecian a los que deberían representar. Quizás no saben todavía que nuestro futuro, en gran medida, está en las manos de esa Europa que hoy rechazamos por sus políticas ruinosas. Y queremos otra Europa.
            Quizás no lo explican porque están en otra guerra, la de su propia supervivencia y porque carecen de interés verdadero por la acción política, la que tiene como objetivo lograr la participación, encontrar procedimientos para la solución de los problemas colectivos y preparar las condiciones de un futuro mejor para la población. 
            Ignorando la importancia de Europa en nuestras vidas, han decidido que estas elecciones son sólo un test para calcular cuántas cicatrices acumulan en el pellejo por la nefasta gestión de nuestras vidas en los últimos años. 
            Unos aspiran a que las mentiras urdidas sobre la recuperación económica invisible tapen las doloras verdades de la regresión en los derechos, en el empleo, en los valores ciudadanos, en la convivencia,y en los servicios públicos. Temen a estas elecciones como a una vara verde, porque las previsiones de intención de voto les auguran considerables pérdidas de afecto. Las prohibirían si estuviera en su mano. 
            Algunos temen con motivos fundados que el hundimiento del contrario no traiga el grano del voto a su granero; temen la confirmación de que están rodeados de desierto.
            Otros, sí; otros esperan impacientes estas elecciones como agua de abril. Ya saben que en el reparto caerá sobre su plato una ración inesperadamente generosa. No tanto por sus propuestas de futuro, como por el castigo de quienes han acumulado más culpa en estos años.
            Pero ninguno de ellos anda explicando por qué es importante que acudamos a las urnas. 
            Me da igual. Yo buscaré, cuando llegue la hora en los programas. Quien lleve entre sus objetivos la unión fiscal de la Unión Europea, la persecución de los paraísos fiscales, medidas de control para el capitalismo financiero, y un amplio abanico de medidas sociales, obtendrá mi voto. Ciento veinte millones de europeos no garantizan en su mesa un plato de comida a la hora de comer en el continente más rico de la tierra. No los dejaré abandonados a su suerte. Y os pido que vosotros no los dejéis tampoco.