Vistas de página en total

miércoles, 30 de octubre de 2013

Cueste lo que cueste

    No sé vosotros. Yo ato cabos, aparentemente inconexos, y la realidad que va tomando cuerpo ante mis ojos me produce temor.
            Por lo que vamos descubriendo gestionan nuestras vidas intereses muy poderosos, perfectamente organizados, que nos permiten tener la engañosa sensación de vivir en libertad, -democracia decimos-, pero a poco que reflexionemos es una libertad aparente administrada por comisionistas de ese oscuro poder que nos controla. No parece que tengamos gobiernos. Tenemos comisionistas fabricando las leyes por encargo en beneficio del poder oculto; no tenemos gobiernos, tenemos prevaricadores que traicionan los principios morales  que debieran regular la convivencia y ser fundamento de la defensa de la dignidad humana. No somos ciudadanos, somos rebaño explotado, vejado, sometido a la voluntad de los poderosos según estimen conveniente.
            El jefe de los espías de Obama afrontó ayer ante los medios de su país la explicación de los programas de espionaje que los Estados Unidos tienen establecidos para el resto del mundo. Vino a decir que ellos no espían masivamente a los ciudadanos españoles, sino que esos datos masivos que reciben proceden de los propios servicios secretos españoles que realizan ese indigno trabajo para ellos.
            Sabíamos que la soberanía nacional es una quimera, pero creíamos que era solo a efectos económicos y políticos. Sabíamos que las fronteras, lo que llamamos identidad de los estados y las naciones, los derechos establecidos por la constituciones son apariencia, discurso hueco. Pero creíamos que el respeto de algunos derechos individuales como el de la inviolabilidad de la vida privada no suponían un riesgo excesivo para quienes nos dominan, salvo en casos concretos que ya tienen establecidos en sus procedimientos legales. Era falso.
            Descubrimos que los ciudadanos del mundo solo tenemos derechos teóricos y aparentes que los comisionista del poder oculto quebrantan continuamente; que solo conservamos en la práctica derechos que no entran en conflicto con sus objetivos, sus ambiciones o sus necesidades.
            Somos solo número, un binomio imperfecto de fuerza productiva y de consumo, cuya eficacia administran con mano de hierro y reglas inhumanas. A la vista está el uso interesado de esta crisis convertida en un ariete contra nuestras conquistas sociales.
            No nos espían por temor a que en cada uno de nosotros anide un terrorista. Nos espían porque la información que acumulan es una forma de poder extraordinaria sobre nosotros, pero, sobre todo, acerca del propio sistema. Nos someten de forma colectiva a la disección minuciosa de un laboratorio social para prever con mucha antelación cualquier acontecimiento. El conductismo, la única aportación intelectual de esa gran nación americana al acerbo cultural de Occidente, empleada de forma dañina en los procedimientos de manipulación social, es el motor que los guía. 
            Espían no por razones de seguridad; esa es la gran disculpa, si es que cabe disculpa. Espían, especialmente, por razones económicas y de prevención de acontecimientos sociales inesperados.
            Sin embargo la búsqueda de respuestas de la cultura occidental ha girado siempre en torno a dos principios motores, la dignidad humana y los fundamentos morales que deben regir la convivencia. Eso nos había permitido muchos progresos incompletos en la organización de nuestra vida colectiva. 
            Hasta ahora.
            La degeneración que estamos permitiendo al capitalismo y a sus secuaces políticos nos ha robado la dignidad y ha corrompido cualquier avance en el campo de la moral social.
            Pensad si no es hora de que la humanidad en masa se plantee la transformación de este lodazal en un mundo más digno. 
            Cueste lo que cueste. 
            Porque estamos negando la evolución histórica de esta especie tan orgullosa de su inteligencia superior.


lunes, 28 de octubre de 2013

Es Caín que vocifera.

  Ahora mismo cuesta bastante trabajo encontrar razones de peso para sentirse orgullosos de este país en su dimensión oficial. En realidad, da lástima. Pero el sentimiento inevitable es una profunda vergüenza. 
            No hemos dejado nunca de ser un país "guerracivilista", si me permitís la licencia verbal. Sólo somos eficaces cuando buscamos los motivos para el odio, el enfrentamiento, la ruptura. Quizá tengan razón las evaluaciones internacionales y nuestra altura intelectual no haya superado de forma visible la de los antepasados cuyos huesos estamos estudiando en Atapuerca. Somos un país de verdades absolutas y eso no denota sino temor al razonamiento, temor al diálogo, temor al otro porque lo consideramos superior. Somos un país de maniqueos, de buenos y malos según la ventana a la que estemos asomados. En el fondo, un país inseguro y primitivo. 
            No es fácil encontrar en nuestro presente desolado un proyecto común de nación, de sociedad, de colectivo humano dispuesto a esforzarse por un futuro mucho más digno que el presente. Preferimos perdernos en nuestra larga memoria de desencuentros, humillaciones, fueros anulados, y luchas fratricidas. Nuestro pasado está lleno de víctimas. Somos un país de víctimas históricas y víctimas potenciales, pero casi siempre víctimas de nuestros impulsos fratricidas. La España cainita nunca muere, nunca abandona sus antiguas costumbres, su afición al juicio de dios y a las hogueras purificadoras en las plazas.
            Y os recuerdo que hay víctimas que descansan en paz y reciben flores en sus tumbas y otras cuyas tumbas sin nombre permanecen en las cunetas de las carreteras polvorientas de nuestra memoria histórica sin recuperación posible.
            Y hay víctimas cuyos verdugos han sido condenados por los tribunales y han pagado las culpas que la ley estableció para sus crímenes. Y hay otras víctimas que siguen castigadas al olvido mientras sus verdugos aun dan nombre a las calles y a las plazas de España.
            Abundan las víctimas. Nosotros las hemos generado. Y ninguna de ellas nos reclama más víctimas. Todas ellas nos reclaman un futuro pacífico y decente en el que podamos dedicarnos a alimentar y a educar a nuestros hijos. 
            La palabra víctima no debería ser una vela encendida en el altar del odio, ni una mirada rencorosa hacia el pasado que ya no cambiaremos. Las víctimas nos provocan dolor; resulta inevitable; convertirlas en bandera política es tentador, pero es un error fatal en un país en el que se vislumbra  un Caín que vocifera su odio en cada esquina.
            Y el gobierno, esa amalgama de gente gris y malintencionada que solo gestiona  con verdadera eficacia nuestra ruina, lastrado por la indecisión de un presidente habitualmente desbordado por la realidad, ha manejado horriblemente la anulación de la doctrina Parot. La sentencia del Tribunal Europeo no es una agresión a ninguna víctima, ni a España. Tampoco afecta exclusivamente a condenados por crímenes terroristas. Es el reconocimiento de una situación inaceptable en un Estado de Derecho y en una democracia. Así de simple. Podrá doler; podrá parecer una aberración, pero la ley es igual para todos. Fue un error mantener el código penal del franquismo hasta el 2005. Hay que aprender de los errores. Y corregirlos para el futuro. No vale enarbolar banderas de dolor fingido; no vale aplicar la socorrida y desvergonzada teoría de la doble verdad - no asiste el gobierno a la manifestación contra el fallo del tribunal europeo, pero sí el partido-, ni debería ser moralmente aceptable el intento de pescar votos en esas aguas revueltas donde bajan unidas la justa indignación de mucha gente y los intereses espurios de la vieja y maloliente extrema derecha española que saca sus banderas plagadas de aguiluchos rapaces al calor del desencanto ciudadano. 
            Quienes gobiernan mienten cada día; también mienten sobre este asunto o se enmascaran en una ambigüedad cobarde que alimenta la conflictividad social y la osadía de muchos intereses antidemocráticos. La mentira multiplicada hasta la saciedad por los medios vicarios es su único programa político cuyo objetivo no es mejorar las condiciones de vida de sus conciudadanos, sino mantenerse en el poder. Mienten sobre la recuperación económica, sobre el futuro, sobre la eficacia de sus medidas; mienten sobre la confianza internacional. No hay tal confianza.
            La verdad desnuda y vergonzosa es que el capitalismo especulativo ha llevado a cabo su labor de demolición de nuestra economía y de nuestra organización social. Ha contado con la ayuda de las instituciones políticas a sueldo de sus intereses, esa puta vieja y eficaz conocida como troika; esa Celestina que abre nuestra puerta y la  deja entreabierta para los fondos buitres; así se les conoce. Son los que ahora desembarcan en la Bolsa española. Su llegada denuncia que nuestra ruina se ha consumado plenamente, pero quieren que creamos que es motivo de gozo nacional.
            Y ha contado con la quinta columna que funciona en cualquier guerra bien organizada, con los infiltrados de  un gobierno inmoral, sin altura intelectual, apátrida y sin un ápice de sentido de estado. Ahora los cómplices vienen a recoger los beneficios; España está en venta, pero a precio de saldo. Sube la bolsa, pero no el empleo. Mejora la exportación porque han devaluado hasta límites de miseria legalmente aceptada los sueldos de quienes producen los bienes que exportan cuatro de cada cien empresas españolas, mientras las otras noventa y seis se arruinan lentamente porque el consumo interno ha caído a niveles de hace treinta años y trece millones de españoles sobreviven en los límites de la pobreza extrema
            Sucede que los especuladores recogen los objetos valiosos que asoman en medio de la ruina, de los escombros de un país que se avergonzaría de sí mismo si tuviera la valentía de reflexionar sobre su estado.
            Lejos de ello, el Caín que nos ha vendido a los intereses descarnados de las hienas que husmean en busca de nuestros cadáveres recientes comienza a subir en las encuestas.
   ¿Qué queréis que os diga? No puedo librarme de un sentimiento persistente de vergüenza ajena frente a la imagen del país que me devuelven los espejos.


domingo, 20 de octubre de 2013

Lo llamaremos Jauja

          La crisis es ya como una pesadilla de la que al fin nos despertamos.
            Nos lo dijo Montoro claramente y, quizá porque el tonillo de su voz atiplada no nos inspira confianza, no quisimos creerlo. "Los presupuestos de la recuperación", nos dijo el hombrecillo y lo miramos con cierta displicencia.
            Pero es que lo afirmó Botín no hace mucho en los Estados Unidos a donde ha ido para comprarse un banco; lo afirmaba el heredero de la corona en Panamá a donde ha ido sin que el hombre tuviera muy claro para qué; la afirmaba Rajoy en Japón a donde fue para mentir sobre la contaminación radiactiva de la central de Fukushima sin que nadie se lo pidiera, probablemente siguiendo su instinto de pordiosero internacional y por no hacer mudanza en su costumbres de mentiroso compulsivo; alguna verdad dijo también, como que los salarios y los costes sociales de este país devaluados por su gobierno permiten enormes beneficios a los inversores con sentido de la oportunidad; lo afirman insistentemente Soraya, Cospedal, Floriano... En fin, sería prolijo enumerar a todos los integrantes del partido que gobierna, reconocidos porque nunca en la vida han faltado a la verdad, que afirman que la crisis es un asunto del pasado.
            El más estimulante, he de reconocerlo, fue Botín. Afirmó que en España entran a raudales los dineros desde cualquier lugar del mundo. La Bolsa ha crecido más que ninguna otra Bolsa Europea; la deuda a corto plazo se consigue a intereses increíblemente bajos, y la exportación nos va de puta madre.
            ¡El dinero nos rebosa en los bolsillos, joder!
            Bien por España; bien por el gobierno de Rajoy. Nos está sacando de la crisis, fiel a su promesa.
            Como eso hay que contarlo por si algún despistado no lo percibe claramente, la honorable Cospedal ha forzado a los estrategas del partido a realizar un esfuerzo añadido tras su lamentable cara a cara con la "bicha" del partido recluida en Soto del Real. ¡A celebrar homilías por todas las plazas de la patria exaltando las virtudes del presupuesto milagroso y las bondades de las reformas salvadoras con las que el partido multiplica los dividendos de Botín y los beneficios de los ludópatas bursátiles!
            Supongo que siguiendo las prioridades establecidas por la lógica social en la pirámide de los derechos, pronto nos llegará la hora de compartir los beneficios de las medidas del gobierno. Será cuestión de días. No perdáis la esperanza. Pronto iremos recuperando los puestos de trabajo que las reformas de este gobierno se han llevado por delante; pronto vuestros hijos recuperarán las becas que la Ley de Educación de este gobierno les arrebató; pronto las pensiones mínimas no tendrán que abonar casi el veinte por ciento de su percepción por los copagos farmacéuticos en algunas comunidades gobernadas por el Partido Popular; pronto los servicios sociales de los Ayuntamientos podrán volver a ejercer sus funciones imprescindibles; pronto la investigación de este país volverá a contar con el apoyo imprescindible del Estado; pronto, las pensiones mínimas resultarán suficientes para garantizar una supervivencia digna a quienes cotizaron toda una larga vida laboral; pronto nos devolverán la parte del salario que nos han detraído para pagar la deuda del sistema financiero; pronto recuperarán los funcionarios su paga extraordinaria; pronto recuperaremos los derechos laborales que la reforma del Partido Popular nos había arrebatado; pronto se acabarán los empleos precarios; pronto los empresarios enriquecidos por la afluencia del crédito y los inversores ávidos de  compartir esta bonanza única, no se verán forzados  en contra de sus principios a proveerse de mano de obra en el mercado clandestino de la supervivencia y  por salarios de hambre; pronto todos podremos pagar nuestras hipotecas y no volveremos a ser testigos de un desahucio...
            Pronto. No perdáis la paciencia.
            Pronto podremos cambiarle el nombre a este país. Ya no lo llamaremos España; lo llamaremos Jauja.
            Y la izquierda, muy pronto, recuperará su capacidad de ilusionarnos en un proyecto de Estado solidario y equilibrador. Y los sindicatos pronto recuperarán el prestigio perdido en el fango de la corrupción que ha calado también en su tejido, antes de que la labor de zapa al que están sometidos por su muchos errores dé como resultado la conclusión de que son un residuo del pasado, otro parásito más de la excesiva democracia, algo inútil y, por consiguiente, prescindible.
            ¡Malditos sean los que nos mienten! ¡Malditos los que nos venden como un producto de saldo! ¡Malditos, también, los que se dejaron arrastrar al basurero creyendo que las organizaciones colectivas eran suyas!  Las desprestigiaron y nos dejaron sin los instrumentos de nuestra  fuerza.
    
   
   
  

miércoles, 16 de octubre de 2013

Día mundial contra la pobreza

        Ayer lo celebramos. Tan irreflexivos somos que necesitamos estas llamadas de atención. La realidad más denigrante puede manifestarse impúdicamente ante nuestros ojos acostumbrados a convivir con la desgracia sin que se nos rebele la conciencia.
            Ayer ya exponía mi convencimiento de  que el sistema manipula las palabras para someter la realidad que percibimos a los límites que puedan parecernos aceptables. Afortunadamente no están adormecidas todas la conciencias. La organización que lucha contra la ignominia de la pobreza nos da unos datos tenebrosos y que no precisan demasiadas valoraciones. 
            Doce millones de españoles viven ya en condiciones de pobreza. Tres de esos millones, en condiciones de pobreza extrema. En contraste extraordinario para explicitar la creciente desigualdad a la que nos conduce este gobierno y las políticas dominantes que emanan de la Europa insolidaria y dañina, el número de millonarios ha crecido en este país un doce por ciento en los últimos años. En ese ránking en el que se ufana de sus logros una selección de los mayores delincuentes de la tierra, España ocupa ya el décimo lugar del mundo. En esa evaluación externa del éxito que reporta la crisis, ese desastre generado por el irracional pariente americano y convertido en oportunidad de enriquecimiento apresurado por el capitalismo oportunista y sin fronteras, libre de cualquier atadura moral o legal, España es un país muy distinguido. Aplicado y hábil, ha desarrollado muy por encima de la media la competencia criminal de arrebatar sus bienes a la inmensa mayoría para acrecentar sus beneficios inmorales.
            La organización nacional que lucha contra la pobreza tiene una cita con Rajoy mañana mismo, en la calle, donde el pueblo se ve obligado a trasladarle sus mensajes a un gobierno cínico que solo escucha  a la mayoría silenciosa. Será una cita inútil, por supuesto. Rajoy está en Panamá; pero aunque estuviera escuchando oculto tras la puerta de su despacho, Rajoy es solo el subteniente de un ejército en la sombra, un chusquero huidizo, incompetente, y experto únicamente en la administración de sus silencios, cuyos jefes, los que diseñan estrategias, los que portan en las hombreras los entorchados del poder verdadero, no nos dejan atisbar sus rostros. 
            Le confirmarán en esa cita al aire libre lo que ya venimos denunciando sin fortuna en repetidas ocasiones. Sí hay dinero; si hay otras políticas posibles, pero falta la voluntad de ejecutarlas. Noventa mil millones de euros es la cantidad confirmada de la evasión fiscal de quienes manejan la economía de este país. ¡¡Intolerable, cuando hay tres millones de españoles cuyo principal problema es el mismo de los pobres de la España imperialista y miserable que nos reflejaba la novela picaresca de los siglos de Oro, calmar el hambre!! 
     Mientras, se arbitran nuevos procedimientos de manipulación de la ciudadanía. El año próximo se incluirán como actividades contributivas al Producto Interior Bruto actividades delictivas o marginales y que, por su propia naturaleza, nadie controla en realidad; a saber, el contrabando, el tráfico de drogas y la prostitución.
        No. Yo no me he vuelto loco, ni mi sentido del humor ha buscado una vía inexplorada para sorprenderos. Todas esas actividades serán contabilizadas como actividades económicas que contribuyen a nuestro Producto Interior Bruto.
            Dos breves reflexiones. ¿Controla alguien realmente, de forma fidedigna, el volumen de dinero que mueven esas tres actividades? No lo creo. Hay una enorme variedad de estimaciones; esa diversidad habla a las claras de que ningún dato es creíble; son actividades que se realizan en la sombra, lejos de la mirada inquisitorial de la Justicia y de Hacienda.
          Entonces, ¿qué sentido tiene incluir esas actividades en la contabilidad de nuestra economía como país?
            De eso se trata. El gobierno puede establecer la estimación que considere oportuna; aumentar nuestro Producto Interior Bruto en la medida de sus necesidades para maquillar los datos económicos. Puede aumentar el PIB español en cien mil millones, por ejemplo. Automáticamente disminuirá también el porcentaje del PIB que supone nuestra deuda externa. Ya rozamos el 100%. Si nuestro PIB es un billón de euros, aproximadamente eso debemos a los demás. El 100% es como una línea roja, el reconocimiento de habernos adentrado en arenas movedizas. Todos los datos económicos reales advierten de que nuestra deuda seguirá creciendo, porque la yunta famélica que conforman la derecha política y los intereses del capital ha empobrecido al Estado de forma extraordinaria. 
            Pues enmascaramos ese dato nefasto inflando artificialmente el PIB. Queda para la prensa amiga que este gobierno ha hecho crecer la economía nacional un cinco, un siete, un  diez por ciento en plena crisis y que la deuda externa ha disminuido del cien por cien hasta un porcentaje  claramente menor. ¡Todo un éxito político! Las portadas de los medios cómplices y las tertulias de los voceros subvencionados harán el resto cuando se aproximen las elecciones. 
            En realidad no habrá cambiado nada. Pero los camellos, los grandes traficantes, los contrabandista de tabaco gibraltareño, las prostitutas, tanto las más afortunadas que ejercen por elección personal, como las mujeres desgraciadas que llegan del hambre y la miseria lejana engañadas por mafias inhumanas que las esclavizan y trafican con sus cuerpos, habrán hecho que esta derecha cínica e inmoral se recupere en las encuestas. Sin embargo ese dinero invisible, inalcanzable, casi imaginario a efectos fiscales, no habrá contribuido a pagar ni una pensión, ni una beca, ni el salario de un solo servidor público. Venta de humo, en realidad
            Ahí os dejo una pequeña muestra de política real. Mientras el PIB crece de ese modo irreal, - humo convertido en oro de ley mediante la manipulación y el maquillaje desvergonzado de la realidad-, seguramente habrá crecido el número de pobres en algún millón más y el club exclusivo de los nuevos millonarios habrá dado la bienvenida a muchos expertos en una antigua y admirable forma de reciclaje. Reciclan la miseria ajena en beneficios propios. 
            Me guardo a duras penas la sarta de improperios que me reclama la cólera añeja que me acompaña desde hace ya demasiado tiempo. Cuando confían en tener éxito por medios tan burdos de manipulación es porque quizá sea posible que lo tengan. Pero un pueblo al que se puede manipular con éxito por estos procedimientos es un pueblo sin autoestima; un pueblo que se ha perdido el respeto a sí mismo; un pueblo que se ha dejado la dignidad olvidada en algún recoveco inalcanzable de su pasado. O quizá sea un pueblo al que le han arrebatado dos armas imprescindibles para sobrevivir a tiempos como estos, la memoria y la esperanza.

martes, 15 de octubre de 2013

Miedo a las palabras

 Si alguien me preguntara por qué escribo, probablemente tendría que pensarme un rato la respuesta. Es lo que me he preguntado yo con el café de las primeras luces de hoy. Me ha costado responderme a mí mismo y aun no estoy seguro de haber encontrado la respuesta adecuada. 
            Me he dicho que escribo para no sentirme definitivamente derrotado por el pensamiento dominante o por la ausencia de pensamiento en muchos casos.
            Escribo porque siento la necesidad de dar cauce al pensamiento que hunde sus raíces en la rabia justificada. 
            Alrededor de nosotros un sistema corrupto e ineficaz, con la complicidad obligada o de buen grado de aquellos a quienes encomendamos la administración de nuestros asuntos públicos, destruye empleo y sacrifica a los desposeídos a los que nunca jamás volverán a ofrecer un puesto de trabajo y a los que irá expulsando del sistema de protección decreciente del Estado esquilmado y débil que están diseñando e imponiendo. 
            Alrededor de nosotros múltiples generaciones de jóvenes sin futuro vegetan sencillamente, porque el sistema productivo, puesto al servicio del enriquecimiento vergonzante de una minoría, los ha catalogado de excedente sin valor. 
            Alrededor de nosotros, y por la política de hechos consumados que se refleja en los presupuestos generales del Estado, las diferencias sociales se acrecientan y nos condenan a una organización social injusta en la que muchos derechos fundamentales reconocidos por la Constitución se quebrantan sin miramientos. 
            Alrededor de nosotros quienes nos gobiernan venden por el mundo la marca España como un buen lugar para invertir porque sus medidas nos han convertido ya en mano de obra sometida por la necesidad,  -cuando no  por el hambre-, barata y con menos derechos laborales. Venden al pueblo que los votó en la almoneda de los nuevos métodos de explotación laboral para mejorar las rentas de sus cómplices y salvar los intereses del capital financiero, víctima de los terribles errores a los que su ambición sin límites y su estupidez los condujo. 
            Alrededor de nosotros la derecha política y mediática nos envuelve en una venenosa propaganda anestesiante según la cual las únicas medidas que pueden aplicarse son las suyas, y que con su concepción del trabajo, sus recortes, su maquillaje de las cifras del paro, su ignorancia voluntaria del drama infinito de las personas, saldremos de la crisis. 
             Alrededor de nosotros, a los parados se les inculca la vergüenza de la culpa; se les induce a la sumisión plena, a la aceptación de cualquier trabajo y a cualquier precio - el menor, por supuesto-, o se les avasalla desde la vicepresidencia del gobierno y se le acusa de corruptos que perciben el subsidio de paro mientras cobran en B por sus empresas. De los empresarios que imponen a sus trabajadores un despido pactado y un contrato en B a mitad de precio para mantener el empleo "hasta que esto mejore" y ahorrarse, de paso, las cotizaciones sociales, no dijo nada la vicepresidenta. Debe creer que son los obreros parados los que imponen las condiciones en este juego de miserias que ha potenciado la reforma del mercado laboral del gobierno del que forma parte; las mismas medidas que destruyen la conciencia social de este país, al tiempo que lo empobrecen de forma acelerada.
            Y en medio de todo esto, aceptamos sin reparos la reconversión del lenguaje que se va poblando poco a poco de eufemismos ponzoñosos con la intención de actuar como sedantes sociales. Al hundimiento económico lo llaman decrecimiento; a los despidos masivos, expedientes de regulación de empleo; a la explotación inhumana, competitividad; al robo masivo de los recursos del Estado por parte del capital financiero, ajustes de mercado; a las conquistas sociales de la sociedad europea que ahora nos arrebatan, Estados insostenibles.
            Y la gran disculpa para esta transformación salvaje de nuestras condiciones de vida es que durante mucho tiempo "vivimos por encima de nuestras posibilidades".
            Y cuando llamamos a las cosas por su nombre desnudo, nos sentimos seres desfasados, antiguallas. Nos avergonzamos de oír o de emplear palabras como "lucha", "explotación", "capitalismo salvaje y  criminal" ... Y ya nadie osa emplear la palabra "clase" o la palabra "obrero", como si el mundo que reflejan palabras como esas fuera ya una pieza polvorienta en el museo de la memoria. Pero es falso. Ese mundo está vigente; nos lo han devuelto con todas las miserias que creíamos superadas.
            La función del lenguaje intencionado es hacer aceptable la realidad que escenifica. Y da la sensación de que en este caso está cumpliendo su función maligna. Está logrando que frente a esta situación de injusticia creciente, de robo planificado de nuestros derechos y de nuestras conquistas, la mayoría silenciosa a la que apela Rajoy como justificación de sus desmanes, -esa es la justificación eterna de cualquier dictadura-,se embosque en la indiferencia o en el determinismo derrotista.
            Una sociedad que teme a las palabras que definen sus males es una sociedad sin futuro; una sociedad acobardada que está contribuyendo a su derrota, a su ruina, a su alienación; una sociedad que colabora con su propio enemigo.
    
    

viernes, 11 de octubre de 2013

Y, además, analfabetos

    Recientemente los medios de comunicación se han hecho eco de los resultados de una de esas evaluaciones internacionales que sirven para medir el grado de cultura mínima en los países desarrollados, un informe PISA realizado entre adultos para clasificar a los países por el grado de adquisición de competencias básicas de su población adulta.
            En España, la muestra se hizo sobre unas seis mil personas, entre 18 y 65 años, a lo largo de algo más de un año. Y los resultados nos dejan a la cola del mundo desarrollado, junto a Francia, Italia, Irlanda y los Estados Unidos, entre otros.
            Ha faltado tiempo para que cayera sobre nuestras espaldas el peso de la penitencia bien ganada, incluyendo la autoflagelación. Y los oportunistas se han lanzado a la búsqueda de culpables en la historia reciente.
            Poco menos que la prueba PISA de adultos es incontestable y sus resultados definitivos en la clasificación de los países. Probablemente se cierra la espiral del pensamiento único: soportamos una situación económica desastrosa y un paro galopante porque somos un país de analfabetos, incapaces de atender racionalmente sus propias necesidades; tenemos merecido lo que caiga sobre nuestro futuro porque hemos desatendido la formación de la sociedad.
            La celebración de estas pruebas puede estar revestida de magníficas intenciones, pero responden en realidad a ese afán clasificador que se ha adueñado de nuestro tiempo. Lo que no está clasificado, no existe. Y quien no encabeza algún ránking no merece respeto.
            Las consecuencias que derivan de la publicación de los resultados son también impredecibles y a saber para qué se utilizarán en los centros de toma de decisiones que gobiernan el mundo. De momento, quienes las han realizado añaden datos, no intencionados seguramente, pero que alguien utilizará en algún momento contra nosotros. Los países con menos capacidades intelectuales están condenados a tener sueldos inferiores, ley de vida. Fijaos qué argumento más extraordinario para quienes vienen reclamando de forma insaciable moderación salarial si deseamos salir de la crisis. La patronal avisa ya de que los salarios caerán casi un dos por ciento en el presente año. No hace falta decirlo, pero la caída de los salarios no persigue la creación de un mísero puesto de trabajo sino el crecimiento de sus beneficios.
            Yo soy un descreído por lo que se refiere a este tipo de noticias elevadas al rango de verdad indiscutible sin otro argumento que las avale que su propia existencia y porque hemos olvidado el saludable hábito del pensamiento crítico. De estos resultados soy  especialmente descreído. Si mañana realizáramos esa misma prueba seleccionando con criterios diferentes a los destinatarios de la misma, siendo individuos elegidos también en el seno de esta misma sociedad de la que hoy deberíamos avergonzarnos según leo, estoy por asegurar que obtendríamos resultados diferentes. Y así , cada vez que realizáramos la prueba; incluso alguna vez quizás escalaríamos a los primeros puestos del mundo. Si España, la España con la que yo convivo, en la que yo trabajo y la que he visto evolucionar en cuestiones de progreso cultural desde mi infancia, está a la cola del mundo desarrollado es que la muestra de población se ha seleccionado de forma interesada o displicente. 
            No dudo en absoluto de que haya muchos adultos con escasa competencia para entender un texto escrito o para solucionar un problema básico de geometría relacionado con la cocina de su casa, sobre todo cuanto más nos aproximemos al segmento de población de mayor edad, pero dudo que sea esa población adulta la que represente, hoy por hoy, el nivel cultural medio de la sociedad española. 
            Tampoco lo creo en los casos de Francia o Italia; y la sin par y modélica sociedad alemana anda a escasos puestos de España, muy por debajo de la media tabla en comprensión lectora y a mitad de la clasificación en habilidades matemáticas. Puedo creer los resultados obtenidos en el segmento de población seleccionada, pero disiento en cuanto a que esa evaluación PISA de adultos sirva para clasificar objetivamente a cualquier país en cuanto a las capacidades reales de su sociedad, tomada en su conjunto.
            Por otro lado, ninguno de esos adultos que han fracasado en la prueba de geometrías de cuartos de baño compraría varios metros de azulejos innecesarios si tuviera que alicatar el suyo. Buena parte de la cultura verdadera consiste en encontrar soluciones racionales a lo que la vida cotidiana nos demanda.
            La derecha, cuya malintencionada ley de educación - por empobrecedora, selectiva y servil sometimiento a una confesión religiosa - habrá sido impuesta en estos días en el Parlamento Español, achaca los resultados vergonzosos de la Evaluación PISA de adultos a la LOGSE; la izquierda, por su parte, va un poco más allá en el tiempo y culpa a la dictadura franquista. En algo tienen razón, podíamos estar mucho mejor. Su análisis de las causas es simplista y carece de profundidad.
            Ya nos tienen acostumbrados. Les falta voluntad y, probablemente, capacidad para hacer un análisis coherente de la realidad con la sana intención de establecer los remedios eficaces que el presente demanda. Si hubiera una prueba PISA que valorara la eficacia de los Parlamentos, el nuestro sí ocuparía con justicia un lugar insignificante en el conjunto de los sistemas democráticos.
            Pero aciertan en parte en su ejercicio de descalificación mutua. La derecha acusa a una de las siete leyes de Educación que llevamos aprobadas durante el periodo democrático. Pero es culpa de todas. Cada una de ellas se instrumentó no como un proyecto consensuado, duradero y plural para mejorar la educación de este país, sino como un arma arrojadiza contra las trincheras donde se agazapaban los otros. En ese sentido, al menos, la Transición careció de sentido de Estado. Ni unos ni otros han superado la concepción de la educación como un instrumento al servicio de su concepción del mundo, y no como un derecho inalienable de una sociedad plural. Y la han regulado cada vez revestida de tintes ideológicos. De todas las conocidas, la del gobierno Rajoy es, sin duda, la más obtusa, las más ideologizada, la más destructiva de todas le leyes de educación de este último periodo democrático.
            La izquierda acusa a la dictadura. No yerra del todo. Algunas de las personas que habrán pasado por el tribunal clasificador, por edad, son producto de aquella escuela primitiva que fundamentaba nuestros conocimientos científicos del mundo explicándonos Historia Sagrada en la primera parte de la Enciclopedia Álvarez y reforzaba nuestro patriotismo de posguerra empobrecida con la leyenda del "flechilla" valiente y la hagiografía de José Antonio Primo de Rivera. Puedo hablar con propiedad de aquello, con más propiedad que la mayor parte de los españoles actuales. Compartí aula durante dos meses con una promoción de escolares en un pueblo de la Sierra Norte. Quizá fuéramos veinticuatro o veintiséis niños. Entre nueve y diez años, la edad en que se acababa la escuela en aquellos tiempos. Sólo tres de ellos continuamos estudios posteriores; dos, los hermanos Romero, estudiaron Oficialía antes de emigrar a Cataluña. Yo, ya lo he contado, elegí el seminario porque había piscina y porque quizás alguno de mis mayores afirmó en mi presencia que los curas no pasaban frío y siempre tenían un plato de comida sobre la mesa.
            Los demás  abandonaron la escuela para siempre.
            Los de familias mejor posicionadas en la pirámide social que habitaba las calles empedradas de la zona norte del pueblo, camino ya de Extremadura o en las casas humildes de la Cava Baja por donde el pueblo iba muriendo poco a poco en los olivares de la sierra, quizás alcanzaron la condición privilegiada de aprendices en talleres diversos, o dependiente de tahona, o mancebo de reparto en la farmacia del pueblo. Sé que alguno acabaría allí, porque me ofrecieron el puesto vacante para orgullo de mi familia paterna.
            El resto tenía un destino grabado a fuego en las frentes infantiles, aceituneros, recolectores temporeros, hortelanos ocasionales. Los más afortunados quizá consiguieran acomodo estable de vaqueros, porqueros o pastores. Hasta que estuvieran en la edad para volar a las ciudades buscándose otra vida, otro horizonte, otro futuro.
            Las niñas de la escuela femenina, en número parecido, engrosaron la negra estadística de la educación femenina. No recuerdo que ninguna tuviera la oportunidad de seguir estudiando lejos del pueblo.
            Muchos de ellos tendrán hoy mi edad, si aun viven, cosa que deseo, y seguramente no sabrán calcular los metros cuadrados de azulejos que necesitan para alicatar su cuarto de baño. Seguramente habrán tenido una vida digna, habrán mejorado en sus condiciones personales y familiares, se sentirán más protegidos por el sistema de salud, estarán orgullosos de los conocimientos que adquirieron sus hijos y sus nietos; habrán perdido el miedo a discutir de política y habrán olvidado la Historia Sagrada que aprendieron y la parábola falangista de aquel flecha valiente que trasladó sobre sus espaldas a su hermano muerto por una montaña nevada. Si alguno fuese ya una persona dependiente, quizá haya accedido a las ayudas del Estado y haya tenido - ignoro hasta cuándo- una existencia más digna de la que tuvieron sus abuelos imposibilitados; y si alguno cuenta entre sus familiares con individuos homosexuales, probablemente se sienta orgulloso de un país que considera delito cualquier discriminación derivada de esa condición y les reconoce a los homosexuales el derecho a constituir una familia igual en derechos a los matrimonios heterosexuales.
            Muchos de los países que nos aventajan en capacidad lectora y en capacidad de calcular las dimensiones de su casa, no han alcanzado aún muchos de esos logros que he mencionado más atrás. Algunos, incluso, retroceden a pasos agigantados en el reconocimiento de esas conquistas humanas.
            De esa cultura verdadera, la que intenta regular la existencia de los seres humanos en condiciones mínimas de igualdad y de respeto mutuo, me siento yo orgulloso, al tiempo que indignado porque un gobierno al que este pueblo le otorgó la mayoría para sacarnos de la crisis  intenta arrebatarnos ese poso de humanidad y de progreso.
            Y falta profundidad en el análisis de ese pretendido retraso en la alfabetización real de la sociedad por parte de la clase política que merecemos, porque la hemos elegido con nuestros votos. Un día hablaremos de ello. Baste saber que en 1900, el norte protestante estaba completamente alfabetizado, mientras que la católica Irlanda y los muy católicos países del Sur de Europa andaban todavía entre el cincuenta por ciento de alfabetización de los más aventajados y el veinticinco por ciento de Extremadura, Meseta Sur, Andalucía, sur de Portugal y sur de Italia. Quizá no tenga nada que ver pensará alguien. Pero somos los últimos del pelotón de las competencias básicas de esa indignante evaluación. A lo mejor no es casualidad. Prometo trasladaros mis reflexiones al respecto, fundadas en datos históricos, cualquier día de estos.

jueves, 3 de octubre de 2013

Los presupuestos de la recuperación

                 Eso dice el ministro Montoro. 
            Lo peor de este gobierno no es que sea el defensor europeo más convencido del ultraliberalismo económico. Lo peor es que nos mienta sobre sus planes.
            Desconozco dónde buscan ellos los datos sobre los que fundamentan su impostado optimismo. Yo no busco, sino que encuentro los datos que fundamentan mi pesimismo real en la vida cotidiana. De mil conversaciones que mantengo con personas afectadas por la situación económica a la que nos ha arrastrado una sucesión de errores si perdón posible, ni una sola me dice que su situación ha mejorado; nadie manifiesta su alegría porque, por fin, ha encontrado un trabajo.
            ¿Conocéis vosotros a alguien afortunado que lo haya conseguido?
            Antes bien, raro es el día que alguna persona conocida no pasa a engrosar la triste e innumerable lista de los que lo pierden.
            Y las que tienen la suerte de mantenerlo han empeorado considerablemente sus condiciones laborales gracias a las reformas laborales del PP y a la facilidad que ofrecen al empresariado para mejorar sus beneficios a costa de los trabajadores.
            De eso se trataba. 
            En agosto manipularon hasta la saciedad los resultados del paro, como una señal inmejorable de que sus medidas estaban dando los resultados apetecidos. A pesar del empleo estacional de la recolección agrícola y de la hostelería, tan propias del periodo veraniego, el paro real había descendido en treinta personas. Sería para reír a carcajadas si no estuviéramos hablando de un drama personal y familiar.
            Manipula que algo queda. Pues eso hace Montoro. Lisa y llanamente manipular.
            Pensiones, Salud, Dependencia, Becas, Salarios públicos, Inversión del Estado en obra pública, Investigación... La dedicación del Estado a todas esas cuestiones primordiales ha sufrido recortes sustanciales. Y sin el motor del Estado, tras una recesión como la que vivimos, la economía no arrancará en la vida.
            ¿De qué recuperación habla Montoro...?
            Yo os lo diré. Por primera vez en todo el periodo democrático las rentas del empresariado han sido superiores a las rentas del trabajo. Para entenderlo, sumando lo que todos los empresarios del país han ingresado, la cifra resultante ha sido superior en cantidad significativa a lo que ha ingresado el conjunto de los trabajadores del país. Por primera vez.
            Y mientras los salarios en su conjunto, la capacidad de subsistencia de los más necesitados -no otra cosa es la mayoría de los salarios que se cobran en España- ha sufrido un menoscabo que oscila entre el cuatro y el doce por ciento según niveles salariales desde el comienzo de los años malos, los beneficios empresariales han subido este año un cuatro por ciento.
            Sí; hay señales de recuperación. He visto una viñeta por ahí de lo más oportuna y exacta. Dice así: " Los ricos se están recuperando estupendamente".
            El Partido Popular ha mentido desde el primer minuto de la última campaña electoral y miente en cada comparecencia pública. Su proyecto verdadero, -ya no es oculto porque lo va desgranando sin disimulo amparado por la mayoría absoluta que le otorgó este pueblo incauto y desmemoriado- es desmontar el Estado, privatizaciones y recortes de los Servicios Públicos fundamentales incluidos, y devaluar la mano de obra de sus conciudadanos para que sean pasto de las multinacionales y del capital especulativo y oportunista al que le van allanando los caminos.
            "Spanish Tea Party", una réplica fiel de  ese hijo deforme y monstruoso- coherente, desde luego-, del capitalismo más feroz del nuevo mundo. Ahí los tenéis, provocando el cierre temporal de los servicios del Estado en su país; con la excepción de los servicios de defensa - faltaría más- vigilancia de fronteras y algunos servicios asistenciales. Su viejo sueño, dejar al Estado indefenso y sin capacidad de defender a los más necesitados, se cumple aunque sea de forma momentánea. Ensayan para logros mayores, porque en no tardando mucho habrá elecciones legislativas y conviene enardecer a los votantes.
            Al menos, esos descerebrados lo proclaman. Los nuestros, a los que les hemos concedido el privilegio de arruinarnos, añaden a su intención secreta una hipocresía desvergonzada.