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lunes, 30 de septiembre de 2013

A vueltas con Europa

              Como si empezara una nueva era tras el triunfo de la señora Merkel, ahora las páginas salmón de los periódicos de economía retoman la reflexión sobre el futuro de Europa, o sobre los problemas más acuciantes que debe afrontar para tener un futuro.
            Dos enfermedades primordiales han hecho presa en el cuerpo de esta Europa, sorprendentemente poco dotada de defensas, según señalan los expertos. 
            La primera es que el capital financiero, el especulativo, el que exige beneficios pero no genera puestos de trabajo productivo es un gigante devorador del resto de las actividades económicas. No da tregua. En realidad hay demasiado dinero ocioso en las cajas de los ricos. Exige rendimientos pero no produce beneficios a la sociedad. Y los exige forzando a los Estados a recortar la inversión social de los servicios públicos y a modificar las condiciones laborales de los trabajadores. 
            La segunda es consecuencia de la primera; es una enfermedad oportunista que aprovecha la debilidad que la anterior ha generado. La segunda enfermedad es el aumento de la desigualdad entre los ciudadanos. Casi hemos vuelto a la situación de desigualdad que se produjo en el periodo que va desde el final de la Primera Guerra Mundial a los años 50,- final de la Segunda Guerra Mundial-, del siglo pasado.
            Ese periodo histórico de pronunciada desigualdad tuvo nefastas consecuencias para el capitalismo y para la democracia como sistema. El hundimiento económico de 1929, originado también en los Estados Unidos donde el ultraliberalismo económico suele generar monstruos cíclicos, y el nacimiento de los fascismo europeos son buena muestra de las consecuencias de las desigualdades.
            Pero parece que la Historia ya no es maestra de la vida, como proclama la vieja sabiduría encerrada en las máximas romanas. "Historia, magistra vitae" ya no significa nada.
            La Europa a la que hoy aspiramos, en realidad, no ha existido nunca. Habrá que construirla, conscientes de que el punto de partida ha situado a los pueblos que la integran en lugares muy distantes entre sí. La organización primitiva de la sociedad que habitaba Europa era muy diferente en los dos parámetros que sirven para definirla: el tipo de organización familiar y las formas de propiedad y explotación de la tierra. Y esas manifestaciones, ni siquiera tenían que ver con la distribución de las fronteras nacionales que hoy conocemos.
            El sur, el denostado sur, de Europa tiene una cultura milenaria, muy anterior al cristianismo, plasmada en su alfabeto, instrumento que deja cada hallazgo a disposición de las generaciones posteriores; en su organización social; en los avances de la ciudad y de las comunicaciones; en la creación de tradición y de cultura; en su organización militar y en sus procedimientos de conquista y de colonización; en la organización de su economía; en el afán por dotar a su vida de comodidades y en la administración de los placeres; en la justificación moral de todo ello mediante el pensamiento organizado, la Filosofía; en el esfuerzo sistemático por comprender las reglas que marcan el devenir de los acontecimientos humanos y los fenómenos naturales, es decir, la Historia y las Ciencias. Todos esos aspectos nos hablan de una civilización no superior, sino única en toda la extensión del continente. Y tiene mentalidad abierta y relativizadora. Las bases de su cultura no son únicas; son la amalgama de muchas experiencias, el fruto de muchos mestizajes, el resultado del injerto de múltiples esquejes en el árbol milenario de una cultura rica, plural, e inclusiva. Eso ha hecho del sur un territorio poco dado a aceptar ninguna autoridad indiscutible. Durante algunos siglos el cristianismo, convertido en una forma de poder, cambió esa percepción de nuestra vida. Pero la religiosidad fue en muchos casos entendida como un convencionalismo social imprescindible; nunca garantizó una moralidad intachable en ningún estamento social. La libertad es el valor supremo. En el alma del sur siempre está presta a germinar la semilla de la rebelión.
            Muy al contrario, el norte, hoy rico, rígido, soberbio, no salió, en realidad, de la prehistoria hasta el advenimiento del cristianismo que llevaba consigo el alfabeto latino y su capacidad de crear tradición escrita, instituciones aprendidas del sur y organización social en torno a una cultura compartida. Su principal elemento de cohesión fue, precisamente, la religión. Y cuando Colón andaba empeñado en la labor de descubrir un nuevo continente, la Europa cristiana andaba enfrascada en su escisión más llamativa. La reforma protestante creía que la religiosidad del sur era impostada, instrumental, folclórica. Y el credo protestante estableció su catecismo; en él quedó plasmada una verdad incuestionable, el capitalismo es de origen divino. La riqueza es un don de Dios. Un don individual con el que Dios premia al hombre bueno, que trabaja y se esfuerza por cumplir con sus mandamientos. La pobreza, pues, es un castigo, una señal de que Dios no aprueba tus actos. Y la búsqueda del beneficio no es otra cosa que seguir los dictados de la divinidad. Y si lo consigues, sin entrar en consideraciones sobre los procedimientos que empleaste, será señal de que Dios está de acuerdo con tus actos. No hay mayor legitimidad que el aplauso de la divinidad.
            Los desencuentros sobre el procedimiento para afrontar el problema de la deuda de los Estados más afectados por la crisis económica tienen que ver bastante con los beneficios que la Europa rica obtiene de sus préstamos a la Europa pobre, desde luego. La sensación es, además que ese Norte que ahora nos enjuicia de forma negativa y nos usa para dirimir sus elecciones, -somos la horda pedigüeña y harapienta, las cigarras del Sur que acabarán con los ahorros del hormiguero del Norte laborioso, si alguien no pone freno-, tiene un punto de soberbia alimentada con el sustrato ideológico de aquel capitalismo inicial justificado en un mandamiento divino.
            La Europa a la que aspiramos no existe. Habremos de inventarla superando infinidad de inconvenientes.
            Estoy de acuerdo con recuperar ese debate. Europa debe ser también un tema de reflexión, de debate y de reivindicación. O la corregimos o la desechamos. Y creo que desecharla entraña un retroceso inevitable en el mundo global que nos ha tocado compartir. Pero aceptarla con su diseño actual, con la prevalencia de los intereses nacionalistas que actúan de forma insolidaria no nos conducirá a buen puerto. En absoluto. Habrá que corregirla. La sensación que manejamos es que se trata de una Europa improvisada, que ahora es pasto de la derecha política con su inevitable proyección económica y un mensaje envenenado: legitimar las desigualdades, cada vez más acusadas, porque ese el único camino del progreso. El suyo, desde luego. Porque la idea del progreso que defienden nada tiene que ver con las condiciones de vida de los seres humanos, sino con el beneficio que obtienen a costa de los mismos. 
            Nuestro problema es que no vemos a nadie sentado en el otro lado de esa mesa de debate, defendiendo la idea humanitaria de Europa que un día nos llenara de esperanzas.

sábado, 28 de septiembre de 2013

Imprescindible y urgente, un rearme moral

      Somos muy proclives a enjuiciar continuamente a nuestros responsables políticos. Es nuestro derecho. Yo lo ejerzo continuamente. Y sería terrible no tener la necesidad y la ocasión de hacerlo. Pero tendemos a olvidar que ellos son nuestra proyección. A algunos de ellos les otorgamos la ocasión de comportarse, o seguir comportándose, como delincuentes con nuestro voto. Gente, no ya sospechosa sino involucrada en manifiestos comportamientos delictivos e inmorales, ha renovado mayorías absolutas. Y algunos, además del voto, han conseguido la aclamación de la masa enfervorizada. ¡Incomprensible!
            Pero hoy yo no tenía intenciones de hablar de esos políticos que sufrimos; algunos, corruptos; la mayoría, incompetentes, grises, serviles, sometidos a la autoridad de las cúpulas directivas que prefieren paniaguados obedientes a gente con criterio e independencia moral.  Yo añadiría que son también, inmorales porque no asumen su función verdadera, ser la voz de la gente. Para eso los votamos.
            No quiero hablar de ellos hoy, porque el comportamiento político es sólo un componente más de lo que puede ayudar a diagnosticar la salud de una sociedad. Y la nuestra da síntomas de estar bastante enferma.
            Hoy quiero hablar de un tipo popular, probablemente el mejor en su oficio, que es marcar goles en las porterías de los equipos que se enfrentan al suyo en un campo de fútbol.
            Hablo de Lionel Messi, ¡claro! Ayer fue portada de infinidad de periódicos porque acudió a declarar a los juzgados de Gavá, por evasión de impuestos. No se puede hablar de presunción. Un incumplimiento de sus obligaciones fiscales, reiterado durante varios años, y que se sustancia en una cantidad superior a los cuatro millones de euros. El clan Messi ya lo ha reconocido. ¡Un delincuente fiscal en toda regla! Como infinidad de compatriotas nuestros, esos que uniendo sus esfuerzos criminales nos roban cada año, -al Estado y por consiguiente a cada uno de nosotros,- cantidades suficientes para afrontar las consecuencias de la crisis sin demasiadas apreturas.
            No es solo culpa de ellos. Comparten la responsabilidad en este expolio con el Estado, en general, permisivo con estas prácticas y aherrojado por una regulación fiscal incompetente a todas luces, mechada por disposiciones legales que permiten infinidad de vías de escape para los expertos en ingeniería fiscal.
            En el caso del famoso futbolista no se trata de ingeniería fiscal, sino de fraude lisa y llanamente. Y ha trascendido más porque se trata de un individuo sumamente popular gracias a sus goles y a sus logros deportivos.
            La noticia, para mí, no es este comportamiento tan común por otra parte en quienes obtienen más ingresos. La noticia que me enardece es que el evasor no estuvo solo en ese trance de acudir ante un juez. Lo acompañó una multitud que lo aclamaba y aun lo proponía para destinos más nobles con lemas como "¡Messi, presidente!"
         Sí; es imprescindible y urgente un rearme moral. Una sociedad que aclama a los bandidos, los encumbra, y los elige para hacerlos depositarios de su admiración o de su soberanía es una sociedad enfermiza, amenazada de derrumbe; una sociedad irresponsable que ha renunciado al ineludible proyecto colectivo de esforzarse por un mundo más justo, más habitable, más humano.

martes, 24 de septiembre de 2013

Alemania ha elegido

      Las previsiones se cumplieron, incluso bastante por encima de lo que vaticinaban las encuestas. Ganó Merkel y cualquier otro resultado habría sido inexplicable. Estas elecciones no tuvieron ni una pizca de pimienta. Previsibles, aburridas, determinadas de antemano por la inercia y por la mentalidad que se adueñó de la sociedad alemana hace ya mucho tiempo. Tanto es así que no nos hacía ilusión ni un inesperado triunfo de la Socialdemocracia alemana. Nada de los que sucede actualmente en Europa, y me refiero a las consecuencias negativas del predominio alemán, habría cambiado en modo alguno. Quien manda, manda. Y en Alemania manda el capitalismo inversor y oportunista.
            Así que sólo cabe felicitar a quien ganó y afrontar las consecuencias. No serán buenas.
            Ya se  ha dicho casi todo sobre esta contundente mayoría. Pero os dejaré mi reflexión, por si os resulta útil.
      La mayoría de Merkel puede tener razones muy diversas, como corresponde a una sociedad plural, pero, en mi opinión, tiene como pilares una verdad no confesada y una mentira largamente cocinada ante la opinión pública alemana, la que acaba otorgando mayorías con sus convencimientos, estén o no justificados.
            La verdad no confesada es la que no necesita confesión, porque ya la conocen los interesados. Las exigencias del ariete del capitalismo alemán, su prohibición terminante a la emisión de deuda europea, sus duras condiciones a los países más endeudados y afectados por la crisis, garantizan altos beneficios a los inversores alemanes, sobrados de recursos. Esa verdad oculta y compartida es la base de su complicidad. No hace falta airearla. Esa verdad no confesada da votos, pero no tantos como la mentira cocinada a fuego lento.
            La mentira que le otorgó la mayoría se refiere a nosotros, los mendigos manirrotos del sur, los que se pasan la vida de jarana, los que gozan de largas vacaciones, los que dilapidan en las tabernas las subvenciones del norte laborioso. El sur, ese parásito haragán que vive del esfuerzo de los otros.
            Sobre esa leyenda negra ha cimentado la canciller su mayoría histórica. Ha cultivado cuidadosamente la imagen de esa mujer que cuida de su pueblo y defiende sus ahorros de la avidez del sur. Buena parte de ese pueblo que le otorgó la mayoría el pasado domingo cree que financia nuestras vidas inútiles y gravosas con sus ahorros, los que lograron con grandes sacrificios en el país que parió los "mini jobs".
            No tenemos mejor sistema que la democracia. Pero han encontrado la manera de corromperla definitivamente. La culpa es nuestra que no hemos sabido defender la cultura. En el mundo global que hoy habitamos, la libertad sin cultura no es posible. Pero nos  han arrebatado la cultura y la libertad que creemos ejercer es sólo una ilusión. Mientras, el pueblo soberano legitima al enemigo, porque teme pensar, teme el compromiso de hacerse con las riendas de su vida, teme  pararse y  mirar con ojos responsables el mundo inhabitable para la mayoría de las personas que nos van fabricando seres inmorales cuyo único credo a la riqueza acumulada, sin importar los medios.
             Lo peor del caso es que daría igual que hubiera ganado cualquier otra opción. El capital guarda las llaves del futuro, de su futuro, porque el nuestro se va quedando cada día sin fundamentos.

domingo, 22 de septiembre de 2013

Una mujer razonable

      Cierta vergüenza ajena sentí ayer ante la mezcla de panegíríco civil y hagiografía de carácter religioso que plasmaron en la primera de El País dos corresponsales de este diario sobre la canciller Ángela Merkel.
            En ocasiones pienso si crónicas de este tipo son sinceras o producto de una intención oculta.
            Si son sinceras, me fundamentan en la sospecha de que la inteligencia humana, no sometida ya a las exigencias creativas de la supervivencia a las que estuvieron expuestos nuestros antepasados, ha entrado ya en una fase de retroceso lamentable.
            Si páginas de este tipo responden a una intención oculta, habremos de aceptar que la corriente de intereses que patrocina el pensamiento único se ha adueñado también de las cabeceras de los periódicos que tuvimos por relativamente independientes.
            Se admiran los corresponsales de la tranquilidad de la canciller que acude al supermercado a realizar las compras semanales como cualquier ama de casa dos días antes de celebrar la cita electoral en la que las encuestas la dan como casi segura ganadora. Y aprovechan para alabar su carácter, fuerte y austero, que gobierna con la filosofía de un ama de casa.
            El gran debate, por desgracia, con motivo de las elecciones alemanas se centra en esa mujer, sin duda poderosa, que acude al supermercado con una llamativa chaqueta de color verde,  para mí de detestable gusto. Dudo mucho que el acto de acudir al supermercado y el color de la chaqueta en estas fechas sean comportamientos espontáneos. Por lo que sabemos de ella, aspecto del que los propios corresponsales dan cuenta, la muy austera  Ángela Merkel es más de tiendas exclusivas donde se surte de quesos y vinos de marca y precios no excesivamente populares, vituallas imposibles desde luego para cualquiera de los ochos millones de alemanes -o extranjeros cualificados- que gozan de los socorridos "mini jobs" de los que tanto se ufana ese país.
            Debatimos sobre los individuos y olvidamos el aspecto primordial, lo que esos individuos representan o a qué intereses sirven. A mí, personalmente, me importa bien poco si la canciller acude al supermercado o se hace las ingles brasileñas. Pero me importan mucho las consecuencias para el resto de Europa, y para nosotros por lo que nos pueda tocar, del proyecto político que ella representa y del conglomerado de intereses económicos que oculta el programa que le han elaborado y que no expondrá en público, como viene siendo costumbre entre los políticos, ni bajo amenaza de tortura.
            Aducen los hagiógrafos que Ángela Merkel es la paladín del euro y que, a pesar de la opinión radicalizada de los euroescépticos alemanes, que los hay y rozan el 5% que les daría derecho a entrar en el Parlamento que se constituirá en breve, no ha permitido la expulsión de la UE de los países rescatados.
            ¿Cómo iba a hacerlo?, añado yo. Compartir la moneda única sin la adecuada correspondencia fiscal y política ha dejado a los países más dependientes sin autonomía financiera. Para los países más afectados por la crisis, la pertenencia al euro es un veneno lento y progresivamente letal, porque es un instrumento de dominio de los países ricos o de sus sistemas financieros.
            Baste un ejemplo.
            Celebradas las elecciones Alemanas, Merkel afrontará el tercer rescate de Grecia. Las medidas que habrá de soportar ese país serán demoledoras. El gobierno griego carece hace ya mucho tiempo de autonomía para tomar decisiones políticas en su país. Deberá hacer frente a las exigencias de Merkel, que son las que el Banco Central de Alemania ha planificado para la agenda de su ariete político, empobrecimiento del estado griego y privatización  de todo aquello que esté en condiciones de generar beneficios. Será el momento en que los fondos de pensiones y el ahorro alemán caigan como buitres sobre la agonía de Grecia, convertida definitivamente en colonia de explotación del capital financiero europeo, especialmente alemán, sobre todo si se ha garantizado su indefensión vaciándolo de leyes que garantizaban los derechos de los ciudadanos en general, los de los trabajadores y los de los funcionarios públicos. Billones de euros necesitan caladeros rentables de inversión y no hay empresa más rentable que un país arruinado y sin capacidad de respuesta económica ni política. Y otros países están al borde de convertirse en territorios sometidos a ese plan inmoral; entre ellos España, una de las principales economías mundiales. El camino se trazó cuidadosamente en los comienzos de la crisis. Se prohibió la intervención decidida del BCE para socorrer a los países más afectados por la deuda y se les dejó en el desolladero, al pairo de los intereses de los especuladores. Sólo falta rematar la ruina y apropiarse de los despojos más rentables. En ello están.
            La mujer que gobierna Europa no es la dama calmada que toma decisiones con la prudencia de un ama de casa. Es la voz que proporciona un discurso político a intereses.... ¿Cómo decirlo...? ¿Cómo calificaríais el propósito del enriquecimiento propio sobre la ruina ajena y la ignorancia de los derechos humanos...? 
            A mí no se me ocurre un calificativo más adecuado que el de propósito criminal. 
       También los criminales acuden al mercado, sobre todo, si ese acto inocente les proporciona algunos votos.
     
                

jueves, 19 de septiembre de 2013

Negras previsiones

  
         Intermón Oxfam es una ONGD, de cooperación para el desarrollo, que según su propia definición centra sus actividades en luchar contra la pobreza. Tiene trabajo desde luego. Llevan más de medio siglo enfrascados en una lucha desigual. Hay regiones del mundo donde la pobreza es la única forma de vida conocida y el hambre un enemigo cotidiano y encarnizado de los seres humanos.
            Tantos años de esfuerzo y de experiencia en la lucha con ese viejo enemigo les ha desarrollado la capacidad de advertir con mucha antelación las señales que anuncian  que el enemigo ronda un territorio. Como los viejos campesinos de antaño, que presentían la lluvia con días de antelación y se aprestaban a empezar la sementera.
            Intermón Oxfam acaba de hacer público un estudio en el que concreta los datos relativos a la pobreza de la Unión Europea en la actualidad. Son demoledores. Ciento veinticinco millones de europeos viven ya en condiciones de absoluta pobreza. Significa que sus condiciones de vida son hoy probablemente peores de las que soportaron sus padres o sus abuelos hace ochenta años. Carecen de recursos suficientes para hacer frente a las necesidades primordiales de sus vidas. Uno de cada cuatro europeos ha vuelto a la Europa de entreguerras. En los próximos diez años ese número, lejos de disminuir, aumentará en otros veinticinco millones de pobres; ocho millones de esos nuevos pobres que la Europa Merkeliana está gestando serán españoles.
            Basa sus previsiones en el altísimo, insoportable índice de desempleo entre las personas más jóvenes de la pirámide laboral. En la Europa del Sur, salvo Italia que ronda el cuarenta por ciento, los demás países superamos el cincuenta por ciento. El futuro está desempleado; la Europa joven no puede ponerle cimientos creíbles a su proyecto vital.
            Todos los diagnósticos medianamente objetivos coinciden. Anteponer el objetivo del control del déficit - el "mantra" de Frau Merkel- a todo lo demás en materia económica sólo produce ruina a la mayoría de las personas, masas crecientes de pobres, aumento de las desigualdades, riesgos para los sistemas democráticos, ausencia de un futuro esperanzador, y situaciones de violencia social inesperadas que , sin duda, se habrán de generar. 
            Esa política, tan del gusto de los liberales extremos, empobrece a los Estados y los deja inermes para cumplir su principal función: garantizar la igualdad ante la ley y llevar a cabo una justa redistribución de la renta mediante los servicios públicos. 
            Esta política beneficia casi exclusivamente al capital especulativo, el que no crea riqueza; el capital extractivo; el que aumenta sus beneficios empobreciendo nuestras vidas. Ellos dominan nuestro mundo. La mayor parte de los gobiernos conocidos son, exclusivamente, sus esbirros eficaces, los escuderos aguerridos infiltrados en los Parlamentos para convertir en leyes sus intereses criminales. (No quiero buscar otro adjetivo; es legítimo tildar de criminal el enriquecimiento instrumentado sobre la ruina ajena).
            Yo creo más en las previsiones de Intermón que en las prudentes previsiones de mejoría inmediata que nos augura el presidente del gobierno. Por dos razones, Intermón no se presentará a las elecciones europeas, ni tiene razones que justifiquen una mentira semejante. Sin embargo Rajoy miente cada vez que habla y aspira a reeditar su mayoría. Tiene costumbre de mentir y razones para hacerlo.
            Por si faltaba algo, Guillermo de Orange, el recién entronizado rey de Holanda tras la abdicación de su real madre, ha convertido su discurso de apertura del curso político en su país en un discurso fúnebre. Ha celebrado las exequias del Estado del Bienestar, de cuerpo presente ya ante su regia mirada, y ha anunciado a sus súbditos que se despidan definitivamente de una aspiración imposible.
            Inviables deberían ser los residuos inútiles de la extemporánea aristocracia europea. Inviables en un Estado de derecho, establecido en torno a la idea nuclear de la igualdad ante la ley, debieran ser los privilegios hereditarios que la Historia ha demostrado como inútiles para el bien común. Más le valiera a este inútil con corona, habitual de las revistas del corazón, guardar silencio sobre la inviabilidad de los derechos que ha conquistado Europa con esfuerzo y con sangre. 
            Porque el Estado del Bienestar no es negociable. No es una mercancía en el tenderete de un vendedor ambulante a la entrada de un mercado. Ese Estado que llamamos del Bienestar es el que sustenta nuestros derechos. Y cada vez que aceptamos renunciar a alguno de esos derechos retrocedemos muchos años  en el tiempo y despreciamos el sufrimiento que los que nos antecedieron tuvieron que soportar para lograrlo.  
      

martes, 17 de septiembre de 2013

La corrupción más insoportable

   XXX, noventa y cuatro años, trabajó toda la vida desde que tuviera uso de razón, sufrió heridas defendiendo al gobierno legítimo de la República, perdió una guerra y pagó su derrota en campos de concentración y batallones de castigo en los años de la posguerra hambrienta y sanguinaria para los vencidos; pensión mínima individual inferior a quinientos euros mensuales, gran dependiente. Presta al gobierno autonómico extremeño una cantidad cercana a los ciento veinte euros mensuales en concepto de copagos farmacéuticos. Alguna vez le devolverán un porcentaje de aquellas medicinas que haya obtenido mediante la receta electrónica. Si es un medicamento recetado en papel por un médico de urgencia, no le devolverán un sólo céntimo. En los próximos cinco años, si logra sobrevivir, con la reforma de las pensiones que la ministra del  ramo anuncia con sonrisa inocente y palabras mentirosas perderá el diez por ciento de su miserable percepción. 
            XXX, setenta y cuatro años, su pensión mágica y solidaria garantiza un plato de comida sobre la mesa a sus dos hijos, parados de larga duración, y a sus cinco nietos. Algo le resta aun para llevarle la contraria a Wert y colabora a mantener en la Universidad al mayor de los nietos. En los próximos cinco años, si pervive, habrá perdido el diez por ciento de su capacidad solidaria que tendrá como destino pagar a los usureros del mundo el rescate de bancos que no tienen oficinas en su barrio.
            XXX, cincuenta y cuatro años, enferma de cáncer incurable, parada de larga duración, agotó las percepciones por desempleo, ahora percibe la ayuda del estado para los parados de larga duración que hayan agotado ese subsidio; aun gozará de esa ayuda -400 euros mensuales- durante dos meses más; luego habrá agotado la caridad pública y dejará de percibir ingreso alguno de cualquier tipo. Mientras goce de esa ayuda estará liberada de copagos farmacéuticos, pero al día siguiente de dejar de percibirlas, perderá también esa privilegiada situación y no podrá pagar la morfina con la que combate los dolores que le ocasiona su enfermedad mortal. La he oído mencionar la palabra suicidio como terapia razonable al abandono que se cierne sobre ella.
            XXX, treinta y dos años, licenciada en una carrera técnica por una universidad sevillana, estudios de posgrado en el extranjero, bilingüe, varios másters, con contrato de trabajo fijo en una empresa nacional, asesora empresarial en cuestiones de sostenibilidad, responsabilidad medioambiental y seguridad en el trabajo; varios años de antigüedad; dieciocho mil euros anuales de salario bruto; recientemente despedida con todos sus compañeros de plantilla por quiebra empresarial y más recientemente receptora de una oferta de trabajo de otra empresa de los mismos accionistas y para desarrollar las mismas funciones pero con un salario bruto anual de catorce mil euros.
            Cada una de esas XXX corresponde a un nombre propio y a una situación real. Podría añadir cien XXX más, pero baste la muestra ¿Dónde busca el gobierno las señales inequívocas de que estamos en la senda de la recuperación? 
            De todas las corrupciones que afloran a nuestro alrededor es esta la más insoportable y de la que menos hablamos, la degradación del Estado que ignora la situación desesperada de los ciudadanos y se pliega a los intereses de los más poderosos. No es éste el Estado que nos dimos. No es este el Estado que queremos. No es este el Estado que merecemos.

jueves, 12 de septiembre de 2013

Jueza ¿y parte...?

   No es que respete la independencia judicial. Es que la necesito. La necesitamos como última garantía frente a las inclemencias a las que nos someten los intereses económicos de la minoría dominante y sus cómplices emboscados en el poder político. La necesitamos frente a la inmoralidad de aquellos que, una vez han conseguido la delegación de nuestra sagrada soberanía, la venden al mejor postor considerándola una mercancía expuesta en alguna almoneda subterránea donde campan a sus anchas corruptores y corrompidos en medio del sofocante hedor de las ambiciones menos confesables. Y hablo de corrompidos de cualquier signo político, una lacra de las sociedades democráticas.
    Cada decisión judicial, como la recentísima suspensión de la privatización de los servicios de salud en la Comunidad de Madrid, poniendo freno a los desmanes que proliferan en el terreno bien abonado de las mayorías absolutas, nos refuerza la confianza y nos aumenta la seguridad en que el sistema democrático, a pesar de sus debilidades y de las asechanzas que proliferan por doquier, se ha dotado de recursos que garanticen sus supervivencia. Un poder judicial independiente y honesto es uno de ellos. En ocasiones, el último recurso; el más fiable.
    No siempre es así porque la justicia descansa, también, sobre hombros humanos. Y en algunas ocasiones las actuaciones de los seres humanos sobre los que recae la responsabilidad de impartir justicia y preservar el sistema nos despiertan sospechas.
   Su señoría, la jueza Alaya, es una de esas personas cuyas actuaciones ponen en duda la independencia judicial.
    Tendré que aclarar que no hablo de a qué personas estime necesario imputar en el enrevesado asunto de los ERE. Si la jueza Alaya ve indicios de culpabilidad en Griñán, Chaves o el cordero pascual, su obligación en esforzarse por ponerlos ante los tribunales y que purguen su culpa con las penas que legalmente les correspondan. En realidad hay que exigírselo.
    Pagamos impuestos para compensar desigualdades en las rentas. Nos organizamos como un Estado de Derecho y lo financiamos para que se haga cargo del establecimiento de servicios y públicos y medidas políticas y sociales con esa finalidad. No pagamos impuestos para el enriquecimiento ilícito de los cargos públicos, la protección de amigos y familiares, para la financiación subterránea de organizaciones de ningún tipo , ni para que los responsables políticos den rienda suelta a aficiones ocultas, como el Whisky escocés, la cocaína o las casas de lenocinio. Y quien tenga responsabilidad en el descontrol del uso que se hace del poder delegado, seguramente tendrá responsabilidades subsidiarias.
   Así que quien esté implicado en actuaciones de este tipo, independientemente de su cargo, del partido al que esté adscrito y del que se haya servido, debe ser puesto ante los tribunales, enjuiciado y castigado conforme a derecho. Eso nos pide el cuerpo y eso exigimos del poder judicial.
   La jueza Alaya sabe más que yo del caso de los ERE. Y yo no soy jurista para enjuiciar su procedimiento. Aunque hay juristas distinguidos y miembros del Consejo Superior del Poder Judicial que consideran su auto reciente como confuso, farragoso y absolutamente nulo. Y esa gente si sabe de qué habla.
    Incluso la Fiscalía, con una urgencia desacostumbrada, estudia el auto por si no se ajustara a derecho. No cabe duda de que su decisión - ese aviso de que podrían ser imputados, pero sin imputar a nadie en realidad- ha provocado una justificada alarma en el ámbito judicial. Las consecuencias de una nulidad podrían dar al traste con tres años de actuación judicial y muchos de los previsibles delitos pasarían al mundo inaprensible donde las culpas prescritas encuentran, si no rendención, el olvido obligatorio de la Justicia.
   Pero hay casualidades excesivas. Y son estas casualidades las que al ciudadano del común nos ponen sobre aviso. Son ya demasiadas ocasiones en las que los autos de Alaya coinciden con momentos políticos importantes en la Comunidad Andaluza. Hay ya demasiadas coincidencias como para que nos pasen desapercibidas. Sus autos más llamativos han coincidido con elecciones municipales, autonómicas o generales donde su amigo y colega magistrado en excedencia, Juan Antonio Zoido , o su partido, se jugaban las habichuelas. El último auto -¡Oh milagro! ¡Qué coincidencia!- es simultáneo a la toma de posesión del nuevo gobierno de Andalucía. Y no lo traslada a la opinión pública una agencia de noticias o un medio de comunicación, sino la oficina de prensa del PP que parece actuar como oficina de prensa de la jueza Alaya en este caso.
  Créame, señoría; si nos hurta la confianza en la independencia judicial, nos deja huérfanos; sin el clavo ardiendo del que asirnos o del que colgar nuestra esperanza.
    No caiga en la tentación de la derecha política, aunque la vote, lo cual es su derecho inalienable. No piense que la ciudadanía es imbécil y manipulable hasta donde sea preciso, porque las intenciones partidarias - cuando se esconden bajo decisiones judiciales- se perciben desde varias leguas. Incluso los magníficos trajes de diseño de los que su señoría hace gala, sin repetir ni uno, en las portadas de los periódicos y en los noticiarios, dejan las miserias al descubierto ante los ojos de la gente.
    Calcule la conveniencia de derramar gasolina en el incendio que ha provocado el presidente del Tribunal Constitucional, una institución de la que casi nadie dudaba y de cuya imparcialidad dudan ahora dos de cada tres españoles justamente, una vez conocida su militancia en ese partido que usted ha convertido en su oficina de prensa en el caso de los ERE y una vez escrutadas sus opiniones que bordean los límites de la Constitución, que debiera ser la referencia innegociable en los actos de cualquier funcionario público, porque somos la verdadera conciencia, las manos y el corazón del Estado.
    

lunes, 9 de septiembre de 2013

Madrid olímpica ¡Diem perdidi!

     Convertir a Madrid en sede olímpica parece una empresa imposible. De momento, al menos. Y por mucho tiempo. Tendrían que cambiar demasiadas cosas. Lo que me inquieta, porque desconozco los verdaderos objetivos de quienes alimentan este sueño imposible, es este empeño inútil a sabiendas de los responsables políticos y del Comité Olímpico Español.
      Creo que los tres intentos se han debido a iniciativas del actual ministro de Justicia, a la sazón alcalde  de Madrid. Supongo que alimentaría la esperanza inútil de que si sonaba la flauta por casualidad, la aventura olímpica de la ciudad enjugara la deuda de casi ocho mil millones que su gestión ha legado a la ciudad como herencia envenenada. Y nos dicen que la derecha es la que sabe gestionar la economía.
       En todo este proceso selectivo que se ha administrado con intenciones políticas, casi nunca he tomado en serio las posibilidades de Madrid de ser sede olímpica en 2020. Pero últimamente le otorgué ciertas posibilidades, las que derivaban de la inestabilidad política del Medio Oriente en la que Turquía está inevitablemente involucrada y de la catástrofe medioambiental que están generando en Japón las fugas radiactivas de la central de Fukushima.
        Ni una cosa ni la otra han merecido mayor consideración por parte del COI, más atento a otras cuestiones de mayor peso en su toma de decisiones.
       La eliminación de la candidatura madrileña en primera ronda se ha convertido en tema de debate universal. Todo el mundo se anima a diagnosticar las causas que indujeron a los electores a tirarnos por la borda a las primeras de cambio. 
        Se ha argumentado que nuestros políticos no saben idiomas. Y será cierto, pero existen los traductores simultáneos. 
      Se ha argumentado que la "Operación Puerto", un asunto de dopaje que ha contaminado al deporte español, se ha gestionado sin rigor y eso ha provocado la desconfianza de los compromisarios. Lo dudo. Muchos de esos compromisarios se han dopado alguna vez en los tiempos de la barra libre, o han promovido programas de dopaje de sus deportistas de élite desde sus responsabilidades deportivas. Turquía nos eliminó en el desempate de la primera ronda. En los últimos meses, al menos cincuenta deportistas de élite turcos, participantes en Campeonatos del Mundo o en Olimpiadas precedentes, han dado positivo. Según los medios especializados, Turquía es un mercado abierto y descontrolado para productos dopantes. No recuerdo ya la última vez que un deportista español de élite haya dado positivo de forma flagrante. Grandes potencias del deporte han sido avergonzadas recientemente por los positivos de sus estrellas deportivas, Jamaica, Estados Unidos, Rusia, que acaba de organizar los Campeonatos  del Mundo de Atletismo, el deporte rey en cualquier olimpiada. El COI también lo sabe.
       Dados al desborde emocional en los triunfos y a desgarrarnos las vestiduras en los fracasos, he oído decir que nos nos quieren; que no tenemos peso específico a nivel internacional, y en eso no andarán mal encaminados porque nos eliminó en primera ronda una candidatura que proponía separar por sexos las piscinas de competición para evitar tentaciones; se ha dicho que, a pesar de nuestra demostrada experiencia corruptora, no sabemos corromper al COI; que el resto del mundo nos envidia por el éxito de nuestros deportistas; que es culpa de Bárcenas y su anotaciones; que es culpa de Margallo y su gestión "aznariana" -recuérdese la invasión del islote Perejil- del conflicto con Gibraltar, la estrella del verano patrio... Y hasta es posible que alguien culpe al toro que mató a Manolete.
     También he oído decir que es culpa de la crisis. Aceptaré parcialmente esta afirmación, porque no le falta su parte de verdad.
     Pero aún no he escuchado las verdaderas razones. Todo lo demás que se argumenta habrá sumado, sin lugar a dudas. Pero las razones verdaderas , una de ellas al menos, subyacen en todas las ocasiones ,-van ya tres consecutivas- por las que el Comité Olímpico Internacional rechaza la candidatura madrileña.
      Para entenderlo hay que que conocer la verdadera naturaleza del COI. El organismo internacional es, antes que cualquier otra cosa, una multinacional que gestiona en exclusiva ese filón económico que cada cuatro años supone la celebración de ese gran evento deportivo universal. Hay en juego miles de millones. Los Juegos Olímpicos son un excelente producto comercial que, además, genera simpatías y compradores en cualquier rincón del planeta; una empresa humana que estimula la convivencia pacífica; un escaparate en el que tienen derecho a figurar todos los países de la tierra. Pero no nos engañemos, un negocio extraordinario. Y un capítulo nada despreciable de los deseables beneficios está en el aforo de las sedes. Sedes repletas de público suponen un incremento importante de los beneficios en la cuenta de resultados. Y, por ahí, Madrid cojea. 
     La última ciudad pequeña, apenas medio millón de habitantes, que acogió unas olimpiadas de verano fue Atenas. Toda Grecia cabría holgadamente en Estambul, o en Tokio. El COI le concedió a la cuna olímpica las del año 2004 para compensar el desprecio histórico de no haberle permitido organizar las Olimpiadas del Centenario de la edad moderna, honor que cupo a Atlanta por el indudable peso de la todopoderosa Coca Cola en la decisión de COI. En 1996 se cumplían cien años de la instauración de las Olimpiadas modernas, cuya primera edición fue precisamente en Atenas, en 1896.
   Ambas experiencias, Atlanta- apenas medio millón de habitantes y unos escasos cinco millones en su área metropolitana- y Atenas, dejaron bastante que desear en el capítulo de ingresos por taquilla, entre otros muchos aspectos. Desde entonces, el COI sacó sus conclusiones sobre la importancia de la población circundante e hizo propósito de enmienda.
      Hay en las decisiones colectivas del COI multinacional otros aspectos que pesan; pero este tiene una importancia capital.
       Madrid supera por poco los tres millones de habitantes; seis millones  y medio, si tenemos en cuenta su área metropolitana. Y se trata de una población, como la de todo el país, muy castigada por la crisis. Una población que ha perdido una buena parte de su poder adquisitivo. Desde la perspectiva de esa multinacional del ocio deportivo no supone la mejor de las clientelas.
      Estambul, por su parte, se aproxima a los catorce millones de habitantes a los que hay que sumar diez millones más, si tenemos en cuenta su área metropolitana. No hay color. Cuatro a uno, en la perspectiva de los contables del COI.
      Y la candidatura de Tokio es un pastel de miel para las moscas que medran en el negocio olímpico. Catorce millones de japoneses apiñados en la capital y treinta y seis millones más en el área metropolitana. La proporción con Madrid es de ocho a uno. Y esos ocho son incomparablemente  más ricos que que el madrileño que les toca en el reparto. Japón, con las políticas impuestas por el primer ministro Kobe, diametralmente opuestas a las de la Europa Merkeliana, está haciendo crecer su PIB casi al cuatro por ciento este año. Faltan siete años, pero económicamente Japón goza de un crédito extraordinario.
       Estamos hablando de la cara pública y colectiva de la multinacional que conocemos como COI. Pero hay una cara oculta, intereses inconfesables que son determinantes en las decisiones de sus miembros. La mayor parte de ellos tienen otras dedicaciones. Son consejeros o empleados de grandes empresas cuyo negocio principal es hacer posibles las infraestructuras de las futuras sedes olímpicas. Es un negocio ingente. Años de trabajo. El grifo de los estados comprometidos con la organización del evento no se cierra nunca. Está en juego la imagen internacional del país, su credibilidad, quizá la reelección de sus políticos dominantes.
       ¡Jauja! 
     Y en este punto es primordial el proyecto económico, el compromiso y la voluntad inversora del país organizador. Cuanto mayor sea la oferta, mayor la posibilidad de ser elegido. Cuanto mayor sea el banco de sardinas, mayores las posibilidades de satisfacer el apetito de los tiburones que lo rondan.
     Madrid, probablemente en un ejercicio de responsabilidad, llevaba la propuesta de inversiones más baja de la historia de la Olimpiadas modernas. Pocas sardinas para tantos tiburones. Y en ese punto coincido con los que achacan a la crisis la eliminación en primera ronda de la candidatura madrileña.
      Ya hay ilusos proponiendo retomar la candidatura para 2024. Pero se oye que Merkel propondrá a Berlín para convertirla en una ciudad del siglo XXI. Berlín aun no se ha librado de su pasado cruel y horrible de ciudad fronteriza y dividida donde se gestó la guerra fría. Debe enterrar su historia y remozar sus calles. Puede que Merkel también votara en la eliminación de Madrid en primera ronda, por aquello de la rotación continental. Es posible que el COI tenga ya decidida la sede de 2024. 
    Por lo tanto, ilusos patrios, comprad lotería si os apetece; usad vuestro dinero y respetad el de mis impuesto para empresas sensatas, porque el número premiado parece ya  vendido. Diréis como dijeran los romanos ante el fracaso de cualquier empresa .¡Diem perdidi! (He perdido el tiempo)
      Más vale buscar otro camino para enjugar la deuda de Madrid y ahorraros decepciones. Quién sabe si en 2024 seguiremos aquí. Ni siquiera Merkel sabe eso.