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jueves, 29 de agosto de 2013

Líneas rojas

        Nosotros, los ciudadanos  del común, enfrentados a la falta de perspectivas sociales y económicas esperanzadoras, testigos del deterioro insoportable del sistema democrático, asqueados por la corrupción que se ha adueñado de la vida pública, y huérfanos de alternativas con suficiente peso social y fundamentos ideológicos que nos ofrezcan alternativas verdaderas, cuando la indignación nos da una tregua, tenemos tendencia al determinismo, a refugiarnos en la atonía, en el silencio, en la conciencia de la propia debilidad del individuo frente a quienes sustentan el verdadero poder.
            El cansancio es legítimo. Son ya seis años contemplando, con una mezcla de impotencia y de desesperación, como nos arrebatan el mundo conocido donde cimentábamos nuestra confianza en el futuro. Especialmente, en el futuro de nuestros hijos.
         Ayuda a ello que quienes nos representan, siquiera sea de forma nominal, son víctimas también de la atonía, de los discursos desapasionados, del empeño desmesurado de la búsqueda de titulares que los mantengan un día más como protagonistas grises de nuestra vida cotidiana. 
          Buena parte de esos discursos no tienen como finalidad estimular los valores sociales. La mayor parte de ellos sólo buscan justificarse ante la opinión pública por sus muchos errores, escarnecer al adversario o establecer difusos límites éticos a los comportamientos políticos. Suelen ser discursos vanos, superfluos, a destiempo. Palabras innecesarias.
            El concepto estrella de esos discursos hueros de verano es la "línea roja" que no se debe traspasar so pena de que el cielo se desplome sobre alguna cabeza.
            En opinión de muchos de los portavoces de la oposición en nuestro Parlamento nacional, Rajoy atravesó esa línea roja porque mintió en sede parlamentaria. Al parecer cualquiera de los múltiples actos que presumiblemente acometió el actual presidente de gobierno, contrarios a la decencia política, a la ética ciudadana, y a la obligación de cumplir con las leyes de cualquier cargo público, no supusieron en principio atravesar esa frontera indefinida que nos convierte en seres reprobables. No sé yo. Si se confirma alguna de las sospechas que pesan sobre el comportamiento de la cúpula del Partido Popular, -y hay demasiadas evidencias al respecto-, hace ya mucho tiempo que Rajoy, entre otros muchos, cruzó la línea roja sin retorno que lo incapacita para ser el depositario de la soberanía nacional delegada por los ciudadanos.
            Mucho antes de mentir en sede parlamentaria.
             ¿Cómo no iba a mentir debatiéndose en el lodazal de la corrupción política que ya le alcanza hasta el mentón y amenaza con ahogarlo?
            La otra línea roja del verano la insinuó Barak Obama en plena campaña electoral. Advertía a Bachar El Asad sobre el inconveniente de utilizar armas químicas para reprimir a los rebeldes sirios.
            De pronto la comunidad internacional, pero no toda, descubre que la situación de Siria reviste un aspecto moralmente insoportable. El enfrentamiento civil entre la dictadura y la oposición heterogénea ha traspasado ya la línea roja de la guerra decente. Alguien, -al parecer, el régimen-, ha empleado armas químicas contra la población. ¡Y eso no es de recibo! ¡Hasta ahí podíamos llegar!
            Obama, el líder del país que lidera la lucha por la libertad y los derechos humanos, ha dicho basta y dirige la singladura de su flota humanitaria cargada de misiles hacia las costas sirias ¡Ahí es nada!
            Desconozco las verdaderas razones que impulsan a Obama a actuar ahora, o a amenazar, al menos.
            Pero el cinismo generalizado de los gobiernos, de los seres humanos, sí me parece insoportable.
            Cien mil muertos repartidos en el tiempo mediante el uso de las armas convencionales, población civil ametrallada en las plazas, dos millones de refugiados en las fronteras de los países limítrofes, gente a la que la guerra has despedazado la vida, se puede soportar. Pero un ataque con armas químicas, ya no. 
            Como si el instrumento que produce la muerte fuese más importante que la muerte misma.
            La ONU, ese viciado parlamento de cartón piedra, tampoco lo tiene claro. Ni siquiera lo puede debatir. La naturaleza de su inoperatividad radica en su diseño. Cinco países tienen derecho de veto -no se trata en sesión plenaria aquello que no les interesa- por el injustificable privilegio de que hace ya casi setenta años resultaron vencedores en la mayor catástrofe que la humanidad haya soportado hasta el día de hoy, la Segunda Guerra Mundial. La ONU es un gigante encadenado. Casi podríamos anularla y evitarnos los gastos indudables que ocasiona.
        Cinismo. Discursos vacíos empeñados en afirmar en vano que la conciencia humana es capaz de establecer límites precisos entre el bien y el mal ¡Claro que puede, pero el establecimiento de esos límites no siempre conviene! ¡Hipocresía!
            Hay un tratado internacional que prohíbe la producción y el uso de armas químicas desde 1997. No incluye la producción y el uso de armas convencionales, como si las muertes que provocan esos arsenales fuesen moralmente aceptables. ¡Hipocresía! ¿No podríamos redactar un tratado internacional que prohibiese la fabricación, el almacenamiento, la venta y el uso de cualquier tipo de armas? ¿No podemos proscribir la guerra...?
         El mercado mundial de armas de los últimos cinco años, en plena crisis económica, ha aumentado sus ventas en un veinticinco por ciento. Los cuatro grandes exportadores son Estados Unidos, Alemania, Inglaterra y Francia. Tres de ellos están preparados para intervenir en Siria para proteger -dicen- a la población civil. 
        ¿No podrían haberse evitado esta intervención arriesgada si no hubieran armado con anterioridad a los contendientes? ¡Hipocresía insoportable me parece!
            ¡Líneas rojas! Ese concepto es una  burla a la razón.
            La línea roja verdadera es otra, anteponer los intereses de la minoría dominante a la dignidad humana, al derecho a la vida- y a la vida digna- de cualquier ser humano.
            Luego hay otras líneas rojas. Son las de las relaciones personales. Toda una vida indagándolas y acabas descubriendo que son como una selva virgen; con demasiados espacios inexplorados; con equilibrios frágiles a pesar del afecto, del respeto exquisito, de la solidaridad; con peligros inesperados. No son sino la expresión de la propia complejidad humana. Demasiado, para este humilde blog. 
            Otro día, si consigo certezas, hablaré de esas inestables líneas rojas.

lunes, 12 de agosto de 2013

Emerger sobre la esclavitud

              La India es la mayor democracia de la tierra. Ayer fue noticia una redada de la policía en la que desmantelaron un taller textil clandestino donde trabajaba un centenar de niños esclavos de entre nueve y catorce años. Son las propias familias, acosadas por la pobreza y por la incapacidad de alimentar a su descendencia, las que surten de mano de obra a estos talleres clandestinos de esclavos infantiles. No cobran por su trabajo; su salario es un plato de comida y un jergón en el propio taller. Su jornada ronda las catorce horas diarias, y se les priva de salidas, salvo los sábados en que tienen un “recreo” de dos horas para jugar al criquet. Proceden de regiones rurales o de los barrios miserables de las grandes ciudades, donde la vida es dura. Al menos, como esclavos, tienen garantizada la comida diaria, y puede que la supervivencia.
                Según una ONG local, hay al menos cincuenta millones de menores indios que comparten esa execrable situación. No se anda por las ramas su portavoz. Reparte por igual la responsabilidad de ese crimen entre las multinacionales que fundamentan su beneficio en la esclavitud de los más indefensos y los consumidores occidentales que saciamos nuestro afán de consumo con el fruto de esa inhumana explotación. Razones sobran para asumir cada palabra de su discurso desesperado.
                Brasil es una democracia en toda regla, muy alejada en el espacio, pero que comparte infinidad de rasgos con la India.
                Fue noticia también recientemente por el descubrimiento de talleres clandestinos de confección textil donde niños esclavos soportaban exactamente las mismas condiciones que en la India. Será casualidad. O será que el concepto democracia incluye ya a regímenes tolerantes con la esclavitud infantil.
              Todo apunta a que el esclavista brasileño es proveedor de Zara, esa avanzadilla de la marca España. Nadie podrá afirmar que Amancio Ortega esclavice a nadie. Asociar los precios miserables que paga en las factorías clandestinas de medio mundo con hechos como este y con su fortuna inmensa sería poco objetivo. Faltaría más. Su fortuna es una cuestión de habilidad empresarial, una cualidad que adorna a los verdaderos creadores de riqueza. Y en cuanto a los comportamientos de sus proveedores, será competencia de los gobiernos locales. 
                   Diluir las culpas, evadir responsabilidades, disponer  de otra cabeza que ofrecer a los jueces es la maniobra habitual. Y nunca pasa nada. Son breves explosiones de las bolsas de basura que alguien arroja sobre los escaparates de las multinacionales sin coste adicional. Hemos asumido que la vida es así, que así funciona esto. Después  de esta noticia, no habrá perdido ni un cliente, con lo que las palabras del portavoz de la ONG india que defiende a la infancia cobran dimensiones de acusación universal.
                La India y Brasil  son dos potencias económicas emergentes. El discurso interesado de los que gestionan la economía mundial, que es tanto como decir nuestras vidas, pone a estos dos países ante nuestros ojos como modelos vivos de adaptación a los tiempos que corren, el ejemplo que deberíamos seguir. Ellos sí aplican el supremo mandamiento de la competitividad. Pero poco a poco descubrimos que el crecimiento, la exportación que enriquece a los mejor posicionados, tiene como soporte en demasiados casos la esclavitud clandestina de la infancia. También, la explotación de los mayores. Eso es entender la economía del siglo XXI. Cualquier otra postura condena a la recesión económica.
              Y esa es la cruda realidad . Son países donde asoma el rostro ufano, soberbio, rozagante de un capitalismo renovado, una minoría que acumula riquezas insultantes, mientras las condiciones de vida de la mayoría de su población están estancadas en la miseria, en la explotación y en muchos casos, como descubrimos cada día, en la esclavitud humana.
                Habremos de ser consecuentes. Olli Rehn sabe de lo que habla. Y el FMI. Y la CEOE, esa asociación que agrupa a buena parte del capitalismo mediocre de este país, parasitario del Estado, subsidiado y corruptor en casos conocidos.
              Habrá que convencer a los peones temporeros andaluces de la comarca de La Vega sevillana, que tienen un salario de catorce euros y medio por jornadas laborales de ocho horas bajo el sol de agosto, de que su situación laboral es una bendición de dios, un golpe de fortuna. Y habrá que convencerlos de que si no aceptan un detrimento del diez por ciento en sus salarios, demasiado altos para lo que la competitividad reclama, caerá sobre sus conciencias la culpa del paro creciente y de la infinidad de jóvenes que no ven la puerta hacia un futuro humanitario.
                Reconozco que repetirse es asunto de gente perezosa o sin imaginación como González Pons, pero me arriesgo.
                ¡¡Hijosdeputa!!
              Porque todos ellos, diseñadores del sistema, cómplices oportunistas como los animales carroñeros, o justificadores serviles de la inmoralidad desde puestos de representación política o social, saben de sobra que cada persona desempleada en los países desarrollados compite con diez niños esclavos en lugares de la tierra donde los derechos humanos son una utopía. 
             Y debemos hacerles saber que lo sabemos, a pesar del acoso a que nos someten cada día con sus mensajes envenenados. 
             También podemos seguir admirando a los multimillonarios cuyas fortunas hunden sus cimientos miserables en la esclavitud de otros seres humanos, mientras le agradecemos que pongan a nuestro alcance moda a precios competitivos y , algún día de estos, podemos otorgarles la medalla al mérito del trabajo. Es una posibilidad. Gente como ellos engrandecen la marca España. Ellos han entendido las reglas de la competitividad que Europa nos reclama.

viernes, 9 de agosto de 2013

Olli Rehn, el discurso viscoso

         El capitalismo desaforado genera monstruos irracionales que provocan catástrofes a la humanidad. Pero esas generaciones deformes y nocivas no son excentricidades ocasionales surgidas de un fallo inesperado de las leyes naturales. No. Hoy, sin depredadores de su tamaño y eficacia, esos monstruos devastadores dominan la superficie del planeta, se han adueñado de la existencia humana, han marcado a la especie como un rebaño al que dominan y explotan, ignorando los más elementales principios de la supervivencia, de la ética, de las leyes que nos hemos otorgado para regular la convivencia entre los seres humanos.
            Uno de esos monstruos es el sistema financiero sin control alguno. Incluso aunque alguna vez hubiera funcionado la libre competencia del mercado como regulador de la economía, hoy eso resulta imposible. El control de los alimentos, de las materias primas, de las fuentes de energía está cada vez en menos manos y más poderosas. Las grandes compañías, los grandes grupos de inversión se han adueñado, de hecho, de la mayor parte de lo que la humanidad necesita para su supervivencia o para mantener unas condiciones de vida razonables. Y desde ese dominio, un monopolio pactado y compartido, rigen el mundo.
            El agua es un bien escaso e imprescindible. Está ya amenazada. Conocemos intervenciones de representantes de esos monstruos depravados surgidos en el estercolero del sistema económico que reclaman su privatización. Y, muy recientemente, en España el gobierno ha regulado sanciones de hasta cien millones de euros a quien tenga medios para el autoabastecimiento de energía eléctrica mediante placas solares sin pagar a las grandes compañías por ello. El sol ya ha sido privatizado en este  país. Y no hay, por desgracia, la más mínima ironía en esa afirmación. Es un hecho.
            El capitalismo administra nuestras necesidades en beneficio propio. También, nuestra miseria y nuestra hambre. Y, al parecer, no hay gobierno ni autoridad alguna dispuesta a corregir esa inhumana situación. Pero eso no puede sorprendernos. Tenemos la certeza de que la mayoría de los gobiernos son peones colocados sobre el tablero de ajedrez en el que se libra una partida trucada de antemano. 
            Ha sido el sistema financiero, no ya libre de control sino estableciendo un riguroso control sobre las estructuras políticas mundiales, el único causante de esta crisis. Y una vez desencadenada, la ha controlado a placer para sustituir en la toma de decisiones a los estados, teórica organización común de la ciudadanía para la defensa de los intereses colectivos, y para empobrecer la nómina de derechos que nos ha costado siglos concretar. Siglos y vidas.
            La primera preocupación de este monstruo deforme fue garantizar su supervivencia amenazada por su propio desenfreno. Las pérdidas multimillonarias que se provocaron unos a otros en ese engaño piramidal de la especulación con humo, la colocación del pescado podrido de la banca de inversión americana a precio de oro a otros especuladores de segunda generación que lo guardaron en el frigorífico esperando sacarle beneficio, obligó a los estados al rescate apresurado de esas maquinarias sin control, productoras de ruina cuya fin tardaremos años en encontrar, si es que lo encontramos algún día. Y ese rescate multimillonario se ha convertido en deuda pública, es decir, por arte de magia se ha convertido en nuestra deuda.
            En Europa todo el conglomerado del poder político, delegado de los intereses financieros, se puso manos a la obra. Salvar la Banca fue la consigna única. 
            Casi el 80% de la deuda griega, deuda que  ha convertido a Grecia en un país sin futuro o con un futuro pleno de carencias y sufrimientos, se ha destinado al ¿saneamiento? de su sistema financiero corrompido, irresponsable y criminal, por aplicarle tres calificativos que comparte con el sistema financiero del resto del mundo.
            Rajoy y su gobierno no solicitaron el rescate europeo para generar empleo desde  la oferta pública, mejorando con ello la situación de las familias españolas, las cotizaciones al Estado, y el consumo interno como motor de recuperación para la mediana y la pequeña empresa. Rajoy y su gobierno solicitaron la ayuda europea para rescatar la banca española. Y ese rescate se convirtió en una deuda colectiva, de todos y cada uno de nosotros.
            La segunda gran preocupación de este monstruo universal, de rostro anónimo, una vez resuelta la primera con la connivencia de gobiernos que no nos representan, es inclinar hacia su plato mayor parte cada día de la riqueza de los países, de la presente y de la futura, porque ellos saben rentabilizar la ruina ajena y han aprendido a especular, también, con el futuro. 
            El procedimiento es lo de menos, depende las condiciones ambientales. Hay que detraer esa porción de alguna parte. En nuestro caso, ya sabéis de dónde han ido detrayendo su porción creciente. Lo llaman reformas imprescindibles para garantizar la competitividad, lo llaman flexibilidad en el mercado de trabajo. Eufemismos para enmascarar el robo generalizado. Empobrecimiento del Estado y de los servicios que tiene la obligación de procurarnos, empobrecimiento de los salarios, empobrecimiento de la oferta de trabajo... Empobrecimiento colectivo para aumentar la ración de su escudilla. Y no encontrarán jamás la cantidad que pueda dejarlos satisfechos. La única justificación de su existencia es el crecimiento constante de los beneficios. Lo contrario es un fracaso imperdonable, una tachadura en la plana impoluta donde dejan constancia de sus crímenes. 
            Ahora, su mirada de depredadores avezados se ha fijado en nuestros salarios. Reclaman el diez por ciento de nuestro sueldo como parte de su botín.
            De hecho, son autoridades ilegítimas, a las que nadie eligió en ninguna convocatoria democrática, las que gobiernan nuestras vidas. En nuestro caso, son el FMI y la Comisión Europea los que indican el camino más corto al matadero. Hace unos días fue la mirada de una arpía, denominada FMI, la que fijó el objetivo de su inminente ataque sobre los salarios españoles. Ayer fue un individuo dañino y bien pagado, agazapado tras el título de comisario económico europeo, tan ostentoso como inútil, a tenor de la deriva del continente hacia la recesión y el hundimiento económico, el que reforzó el proyecto de robo a gran escala con un discurso viscoso. Un tipo inmoral, esbirro de los intereses económicos de esa minoría dominante y empeñada en la ruina colectiva para su propio medro, no puede darnos lecciones morales, basadas en mentiras indefendibles. Si no aceptamos el detrimento salarial caerá sobre nuestras conciencias la culpa, hasta ahora sin dueño, del paro insoportable, sobre todo del juvenil. ¡Hijodeputa! 
            Llevamos años con una sangría incesante de nuestros salarios por la vía directa, o por la indirecta doblemente dañina, aumento de impuestos directos e indirectos y copagos o empobrecimiento de los servicios que debiéramos recibir a cambio de nuestra colaboración al sostén del Estado. Pero el desempleo, desbocado, siempre va por delante en la carrera  hacia la ruina que ellos han establecido como meta final.
            Un comisario económico europeo sabe de sobras cuáles son las causas del desempleo. Predominio absoluto de la economía especulativa sobre la economía social y deslocalización del capital que traslada sus centros productivos a países donde las condiciones históricas no han permitido el desarrollo de conciencia de clase entre los trabajadores cuyo problema primordial es comer cada día, ni existen asociaciones de defensa para ellos en las que puedan aglutinar su fuerza, y donde los gobiernos títeres y corruptos conviven sin náuseas con la esclavitud atenuada de sus conciudadanos.
            A un esbirro del capital no podemos exigirle el reconocimiento de esa verdad incuestionable. Pero, desde su cargo institucional, debiera tener la decencia de guardar silencio. Porque Europa está plagada de ciudadanos cultos. Y sus palabras encierran una provocación insoportable. En potencia, son generadoras de violencia. Verbalmente, yo la he ejercido unas líneas más arriba, y no me remuerde la conciencia.
          En realidad cumple con el cometido encomendado. Porque la tercera preocupación de esta criatura monstruosa que gobierna nuestras vidas es diluir la culpa, empujar la basura hacia otra puerta. En su caso, este canalla enaltecido con una función que no merece, ha utilizado un procedimiento manido, pero de lo más eficaz: cebar una esperanza venenosa para los desahuciados del sistema. Si la semilla grana, dará un fruto envenenado que debilitará nuestra escasa resistencia, porque nos habrá dividido entre pobres con algo de fortuna y pobres sin futuro. Y esta situación será por fin una guerra entre pobres, mientras ellos desde su atalaya contemplarán el espectáculo, aguardando el momento oportuno de saquear nuestros cadáveres. Cualquier parado de larga duración, cualquier joven ansioso de un empleo con el que ponerle cimientos a su vida, mirará desde mañana a los que aún tenemos el privilegio de una nómina mensual con la mirada torva que se destina al enemigo. Según Olli Rehn, nosotros, los que mantenemos el empleo, somos los causantes de su situación. 
          ¡Hijodeputa!


jueves, 8 de agosto de 2013

¡Bendita sea Fátima Báñez!

   CARTA ABIERTA A ESTA MUJER BRILLANTE QUE HA ENCONTRADO AL FIN UNA APLICACIÓN ÚTIL A LA DEMOCRACIA PARTICIPATIVA.

            Querida Ministra de Empleo y Seguridad Social del Gobierno de España:
            Deseo que al recibo de estas letras goce usted de un buen estado de salud en unión de su familia. Yo, bien, a dios gracias.
            Y ahora, con los debidos respetos a su cargo y dignidad, amén de a su porte de mujer de verdad, de las de antes, paso al motivo de esta carta.
            Le agradezco, no sabe usted hasta qué punto, la oportunidad que nos otorga a los ciudadanos de colaborar en la lucha contra el fraude, denunciando a los desalmados que, aprovechando el tsunami de liberalización y la indefensión en que la reforma laboral de su partido ha dejado a los trabajadores, no tienen otra alternativa de supervivencia que aceptar las caritativas propuestas de sus empresas que pasan por el despido simulado y trabajar el mismo número de horas que antes trabajaban, pero ahorrando las cotizaciones de la empresa a la Seguridad Social y compartiendo el salario con las prestaciones por desempleo, dure el tiempo que dure.
            La cruel alternativa, en caso que el desalmado trabajador no transija, es el paro y quedar señalado con la cruz para no ser llamado de nuevo cuando las condiciones mejoren, si alguna vez mejoran.  De ese tipo de desalmados conozco infinidad. Puede que alguno de mis hijos haya recibido esa propuesta caritativa y noble.
            Conozco a otros desalmados que se prestan a trabajar jornadas de catorce horas diarias con un salario mensual de cuatrocientos euros, y un contrato oficial,  por el que se cotiza a la Seguridad Social, de dos horas diarias.
            Los hay aún peores. Hay quien acepta trabajar sin contrato de ningún tipo, personas capaces de cualquier atrocidad, como anteponer el hambre a la dignidad, y hurtar al Estado, como quien no quiere la cosa, las legítimas cotizaciones de la Seguridad Social. Mala ralea, desde luego. 
            Pero los peores, los más innobles con el Estado, se encuentran enmascarados en un grupo de terroristas laborales a los que denominan becarios. Esa gente es realmente perjudicial, porque pásmese, señora ministra, que usted con sus ocupaciones no tendrá ni noticia de estas actitudes inconfesables, esta gente,  para dañar las finanzas del Estado y no por otra causa, acepta incluso trabajar sin cobrar.
            Cuesta creerlo, pero es cierto. Estamos rodeados de trabajadores desalmados que defraudan al Estado. Hay que aplicar la autoridad moral de la que su gobierno anda sobrado, porque es sabido que son estos bandidos del sistema los que han originado esta crisis duradera; son ellos los que han cavado la tumba donde su gobierno no ha tenido otro remedio que sepultar el Estado del Bienestar. Y hay que decirlo alto y claro, como hace usted cumpliendo con sus obligaciones de ministra del gobierno de España. Son ellos los enemigos declarados de nuestro estado de derecho. Son ellos lo peor de la herencia recibida. ¡Al paredón, por tanto! 
            En cuanto mis múltiples ocupaciones me den tregua entraré en el formulario del chivato que su Ministerio ha dispuesto sabiamente, y de forma anónima y solidaria, iré desgranando la infinidad de casos fraudulentos que conozco y que afectan a familiares, conocidos y amigos.  Dios podrá perdonarlos, pero será en la otra vida; apoyo sus justísima propuesta.  Cualquier trabajador que defrauda al Estado no merece perdón, al menos en esta vida. Por cierto, admirada señora, oportunísima la idea de recuperar añejas tradiciones; eso de la denuncia anónima me trae una inevitable evocación de sambenitos, capirotes, juicios de dios, sótanos oscuros y potros de torturas. Un lujo histórico reivindicar algo tan nuestro como la nunca bien ponderada Santa Inquisición. Me gusta. Casi tanto como su valentía para solicitar la ayuda de esa virgen que llaman La Reina de la Marismas para acabar con el paro. Eso tiene un nombre, señora ministra. Valentía. Hay que ser muy valiente para hacer eso en los tiempos que corren. Pregúntele a Rouco; él me dará la razón en cuanto a  los peligros que se ciernen sobre las personas de fe en estos tiempos en que proliferan blasfemos y descreídos. Gente más informada que yo, entre los que se cuenta algún purpurado de la Iglesia, afirma que pronto se producirá el advenimiento de una nueva era de martirios.
            Entretanto, y no me refiero al advenimiento de los martirios como usted comprenderá sino a la tregua de mis ocupaciones, le propongo que vaya entrenando a su CSI del fraude laboral con algún caso que me resulta llamativo. Hay por ahí un tal Luis Bárcenas Gutiérrez cuya situación es exactamente la contraria. Tras despedirlo su empresa, le siguieron pagando un salario generoso y siguieron abonando a la Tesorería de la Seguridad Social sus cuotas de afiliación. 
            Sí, señora ministra, la comprendo. Usted pensará que mucho mejor nos iría si todas las empresas hicieran lo mismo con las personas a las que despiden. Por eso mismo resulta algo extraña la generosidad de la citada empresa. En su pellejo, yo investigaría. No le resultará difícil encontrarlo. Por lo que sé se ha afincado en Soto del Real y me aseguran que no tiene la más mínima intención de moverse de allí durante algún tiempo. Le daré algunos datos para animarla a empezar por ahí mismo su campaña de acoso legítimo a los defraudadores laborales. El tal Bárcenas, y no es el único, entra en esa categoría laboral incontrolable que podíamos llamar comisionistas, de los que aprendieron en la escuela aquella cantinela de la suma "... diez y me llevo una...". Debieron creer que no era una operación matemática, sino una norma de comportamiento, y hasta hoy. Y a éste ha debido irle de fábula, porque amasó de comisiones un escalofrío de cifra, pásmese, ¡cuarenta y dos millones de euros le han encontrado repartidos en diversas guaridas de los llamados paraísos fiscales! Por ahora. Es una buena punta para desentrañar ese ovillo enrevesado. Si el comisionista acumuló esa cantidad, ¡figúrese lo que habrá en la cuenta principal! Un tesoro, por el que seguramente nadie ha cotizado ni un céntimo. Le doy un dato fidedigno. Otro notable comisionista de ese mundillo infame al que pertenece ese Luis Bárcenas que le digo, un tal López Viejo del que podría pedir referencias a su compañera, que no sé si amiga, Esperanza Aguirre, era conocido como el "viceconsejero diez por ciento". Esa era su parte en cada factura que autorizaba pagar con dinero público a un tal Correa, del que usted no habrá oído hablar seguramente, porque la gente de bien no tiene tratos con maleantes. Debió aplicar la cantinela de las sumas infantiles. Se diría "si de diez me llevo uno, simplificando para no enredarse con las pequeñas cantidades, ¡de cien, me llevo diez!". Supongo que de ahí el nombre, porque la sabiduría popular no sería tal si le faltara precisión al motejar.
            Esta gente del oficio se conoce y comparte los métodos. Ninguno quiere ser menos que el vecino. Así que yo estoy por asegurar que ese Luis Bárcenas se llevó también el diez por ciento, por lo menos. Haga números. No me diga que no es un buen comienzo. Probablemente esa contabilidad tan oscura no esté ni en la letra B de Bárcenas. Habría que empezar por la A y habría que llegar hasta la Z. No, no me sea maliciosa; no he dicho desde la A de Aznar hasta la Z de Zaplana. Esas son ocurrencias peregrinas, mujer.
            Pero le aviso ¡Cuidado con Luis Bárcenas! Tiene trazas de chulo tabernario, de matón bragado y muy pagado de sí mismo. ¡Y, sobre todo, cuidado con las notas que toma! Son temibles. Y puestos a cuidarse, cuídese de su boca; su saliva venenosa, como la de escuerzo, contamina lo que toca. Ha mancillado, incluso, la honorabilidad del presidente de gobierno. Así que imagine lo que puede hacer con sus ministros.
            Sé que le propongo un trabajo complejo para empezar esta campaña tan admirable como útil. No olvide que un gobierno es un simulacro muy logrado de lo que suele ser un equipo. Pida ayuda. A Montoro, por ejemplo. Estoy seguro de que ese ministro eficaz, de discurso brillante, estará encantado de ayudarle en cuanto encuentre una explicación razonable a ese misterio del número 14 de un DNI con malísima sombra que se le ha cruzado en el camino.
            Y ahora que hablamos de Montoro, querida Fátima si me permite la familiaridad, habrá personas dadas a la maledicencia que quizás intentarán desprestigiar su sana iniciativa con afirmaciones tales como que cualquier decisión de gobierno basada en la delación está bajo sospecha, trufada de intereses personales, y que resulta innecesaria porque las leyes establecen elementos legítimos de control para los ciudadanos que incumplen las leyes. Esas mismas personas, -y por eso la referencia a Montoro-, dirán también que si Hacienda contara con efectivos similares a los de otros países europeos y se desmontaran en el Parlamento las leyes que protegen a los grandes defraudadores, quizá usted pudiera ahorrarse las molestias de atender ese correo del chivato. Y su vida sería más llevadera. Hasta es posible que lo fueran las nuestras. Perdóneme por mezclar a los grandes defraudadores con esta chusma laboral. No hay color. Ya sé que los grandes defraudadores actúan en legítima defensa frente al Estado ladrón que pretende apropiarse del fruto de sus esfuerzos. Ya sé que los grandes defraudadores son también los grandes creadores de riqueza sobre la que se asienta el progreso de los países. Perdóneme la digresión inapropiada.
            Esas personas propensas  a la maledicencia le dirán también que la justicia derivada de la actuación de los funcionarios públicos es más limpia, más objetiva, más profesional, más equilibradora de los desajustes que la ambición humana va provocando en nuestras vidas. Y le dirán, aunque le pueda parecer exagerado, que los funcionarios públicos son, en general, la única conciencia limpia del Estado. Y le dirán, para convencerla, que compare de un vistazo qué proporción de funcionarios públicos, siendo esta la ocupación de tantísimas personas, hay encausados por prevaricación, cohecho o abuso de posición; y que luego, mire la proporción de los políticos involucrados en casos de corrupción.
            Pero, usted no haga caso. Usted pasará a la historia. Su formulario del chivato, la delación anónima del vecino, es una gran aportación de su Ministerio a la democracia participativa. Para que luego digan. Persista, porque está en el camino que nos sacará del atolladero en el que el denostado Zapatero nos dejó.  
            No quisiera abusar de su precioso tiempo. Así que me despido deseándole lo mejor, como que esa inexplicable confusión  teológica que ustedes llaman "la blanca paloma", confundiendo a la madre carnal de la segunda persona con la tercera persona del dios uno y trino, a la que también llaman el paráclito, y que bajó por Pentecostés, no recuerdo ya si como paloma o como dragón con lengua de fuego, le conceda esa tregua en las estadísticas del paro que tanto necesita su gobierno. Deseo que al menos, en ese galimatías de personas entremezcladas con palomas y confundidas entre sí, encuentre a la adecuada para dejarle su encargo. En cualquier caso, recurra a Rouco para que le preste ayuda. No será un abuso de confianza. Le paga Hacienda; es un empleado del Estado.
            Besa su  mano con embeleso su seguro servidor para lo que guste mandar.

   PD: Usted, señora, y el ministro Margallo, merecen que Rajoy, a la vuelta de vacaciones, los condecore con alguna orden distintiva de méritos acumulados en el servicio patrio. Demuestran que en la vida de un país hay algo más que unas líneas garrapateadas en un papel arrugado. La delación anónima y un enemigo ancestral que nos robó un pedrusco improductivo en el Estrecho de Gibraltar, por ejemplo. 

martes, 6 de agosto de 2013

F.M.I. Una estrategia criminal

  Pongamos por caso que Raúl Castro, o Nicolás Maduro, por ponerme extremista a voluntad, en un arrebato pedagógico, enviaran al gobierno por conducto oficial un manifiesto recomendándole la nacionalización de la banca y la de las grandes empresas, con el objetivo de destinar sus beneficios a mejorar el empleo, los salarios, las prestaciones sociales, la educación pública, la sanidad y el sistema de pensiones. Pongamos que afirman, además, que es el camino más corto y más justo para salir de la crisis.
            ¿Hasta dónde llegarían los gritos y las descalificaciones por semejante atrevimiento de dos representantes de un pensamiento político anacrónico y fuera de lugar? ¿Qué voces no se oirían reclamando respeto a la soberanía de los países para establecer sus políticas económicas? ¿Cuántas vestiduras no se rasgarían ante la osadía imperdonable de esos dos individuos  que se sintieron moralmente autorizados para una intromisión inaceptable en la sagrada independencia del país...? ¿Cuántos políticos, entre ministros, portavoces, secretarias generales, presidentas cesantes de autonomías, perceptores de sobres marrones o peones asalariados cuya única función parlamentaria es aclamar al líder bajo sospecha e insultar a quién ose ponerlo en dificultades, saldrían apresuradamente del retiro estival para descalificar semejantes aseveraciones...?
            Pensadlo por un momento. 
            Se da el caso, sin embargo, de que en la última semana el FMI si ha traspasado, una vez más, los límites de nuestra autonomía sin que nadie parezca escandalizarse. ¿Por qué? ¡Es un misterio! Alguien podría haber hecho, siquiera, una breve reflexión sobre que la única persona, ajena al gobierno de la nación, que puede permitirse esas licencias es la señora Merkel. Pero, ni eso. Silencio abrumador.
            Y sus intervenciones claman al cielo. Como dijo alguna vez un conocido gallego, compañero de profesión, "ronca el carajo" con las propuestas del FMI.       Supuse que la citada expresión, y aún hoy lo creo, hacía referencia a una situación inaceptable. Pongo al cielo por testigo de que nunca jamás he vuelto a oír semejante expresión en boca ajena. Yo sí la uso en la más estricta intimidad. Pero la doy por adecuada y oportuna en este caso.
            Porque la semana pasada el FMI, amparado en unas nefastas previsiones sobre nuestro futuro económico y los males endémicos de la banca rescatada con nuestro dinero, instaba al gobierno de la nación  a tomar algunas medidas correctoras. 
            La primera, que se impusiera a los españoles, sin excepción, una rebaja salarial del diez por ciento de nuestras percepciones. Más claro, no cabe. Ni más alto.
            La segunda,  que el Gobierno acelere las reformas laborales, especialmente las referidas a alejar a los jueces de los conflictos laborales. En suma, desregularizar las relaciones laborales, dejar a los obreros sin protección legal frente a la voracidad del capital y sus condiciones leoninas.
            La tercera, la contención del gasto en educación, sanidad y pensiones.
            Y la cuarta, subir los impuestos indirectos.
            En realidad, acrecentar la intensidad de las denominadas "reformas" de la derecha. Eso es justamente lo que ha hecho hasta ahora el gobierno del PP.
            Pero da la sensación de que al FMI lo devora la impaciencia. Nuestra resistencia agónica ha superado ya el instinto de los depredadores que cazan al acecho. Creen que ha llegado la hora del zarpazo definitivo Porque esta semana han vuelto a las andadas. Hoy recomiendan al gobierno la actuación drástica, la intervención con los hombres de negro de Montoro de la gestión económica de las Comunidades Autonómicas que no cumplan con los objetivos del déficit, evaluándolas mes a mes. Cuesta creer que economistas avezados,-se supone-, gente experta en los males del mundo, consideren que el déficit se pueda corregir en unas pocas semanas. 
            Hablan de tarjetas amarillas, - apercibimento, aviso de intervención el primer mes que se produzca incumplimiento- y tarjetas rojas- intervención inmediata en caso de reincidencia en el incumplimiento de los objetivos del déficit. Ese burdo lenguaje figurado que toma como referencia el lenguaje, al parecer universal, del fútbol, tendrá como objetivo que las masas incultas y enajenadas entendamos el mensaje. De hecho lo entendemos. Lo que el FMI propone claramente es ignorar la Constitución y los Estatutos de Autonomía, que  deben parecerle documentos insignificantes, trabas burocráticas para el desarrollo de sus estrategias. 
            Como Aznar, el FMI sospecha tibieza en el indeciso Rajoy. Como Aznar, el FMI debe pensar que un pueblo que otorga mayoría absoluta a la derecha vicaria del capitalismo radical en un momento de crisis profunda está autorizando el desmontaje del Estado. ¿Para qué perder tiempo? ¡Hay que actuar con prontitud! Cada minuto perdido es beneficio que se evapora.
            Nadie responde ante semejante injerencia. Es más, editoriales de prensa que he considerado relativamente independiente hasta la fecha,-empiezo a ponerlo en duda-, dan por buenas las recomendaciones, las líneas maestras de un gobierno en la sombra, de este difuso organismo que no ha elegido nadie en las urnas democráticas.
            ¿Será que está revestido de una autoridad moral incuestionable que yo no he podido descubrir? ¿Qué es el FMI? ¿Qué funciones tiene encomendadas? ¿Cuáles son sus aportaciones históricas al beneficio colectivo de la Humanidad?
             Alguna de esas preguntas, -¿Qué es? ¿Por qué nació? ¿Qué funciones tiene encomendadas?-, están contestadas en los libros de la Historia Política y Económica del siglo XX, en las páginas subsiguientes a las grandes catástrofes económicas, -el  "crac" de 1929- y bélicas, -La Segunda Guerra Mundial-, y están al alcance de cualquiera.
            Pero la última pregunta que yo he hecho - ¿qué beneficios ha proporcionado a la humanidad en su conjunto?- está aún pendiente de que alguien le encuentre una respuesta. Distinto sería si preguntáramos por los daños que sus actuaciones han ocasionado a la Humanidad. Encontramos respuestas para llenar una enciclopedia de catástrofes económicas que han asolado a muchas regiones de la tierra.
            Cuando el FMI ha actuado en zonas azotadas por los desajustes que provoca el capitalismo de forma sistemática y en ciclos cada vez más cortos, la situación económica ha empeorado y la crisis se ha convertido en una duradera recesión. Intereses abusivos de los préstamos internacionales hasta convertir las deudas en impagables, empeoramiento de las condiciones de vida de los más pobres y de las clases medias, aumento del desempleo hasta cotas insoportables, supresión de los servicios que deben prestar los Estados, aumento considerable de la desigualdad económica... Un largo proceso que convirtió a países con problemas económicos en países inviables. Grecia es un ejemplo lacerante en la actualidad. Y otros le vamos a la zaga.
            Pero no quiero responderos yo a esa pregunta. Cederé la palabra a un Premio Nobel de Economía del año 2001, al que releo en estos días de vacaciones estivales, Joseph Stiglitz, catedrático de Economía en la Universidad de Columbia, que antes lo fuera en Yale y en Oxford, entre otras. Debe saber de lo que habla.
            Stiglitz es un pensador capitalista, un defensor del capitalismo racional frente al capitalismo especulativo que asola a la humanidad en este presente despiadado. A falta de otros recursos, nos consolamos con la lectura de los teóricos de un capitalismo menos radical. Al menos, sus análisis resultan acertados y sus propuestas parecen más sensatas que las del FMI..
            Le cedo la palabra. Las acotaciones entre paréntesis son mías. En la página 110 de su obra "El precio de la desigualdad", editada en castellano por Taurus en 2012, dice refiriéndose al FMI, " la ironía es que (con sus medidas) en las crisis provocadas por el sector financiero (una de las funciones del FMI es velar por la estabilidad de los sistemas financieros, por la estabilidad de las monedas, y ayudar a los países en crisis a salir decentemente de ellas), los trabajadores y las pequeñas y medianas empresas tienen que soportar la mayor parte de los costes. Las crisis vienen acompañadas de grandes índices de desempleo, lo que empuja los salarios a la baja, de forma que los trabajadores se ven doblemente perjudicados. En las crisis anteriores, el FMI  que normalmente actúa con el apoyo del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, (supongo que podréis sacar la conclusión de quién decide en las cuestiones transcendentales), no sólo insistía en que se llevaran a cabo grandes recortes presupuestarios por parte de los países en dificultades, lo que convertía las crisis en depresiones y recesiones (situaciones económicas más graves, duraderas y de efectos más perjudiciales para los más indefensos), sino que también exigía la liquidación a precio de saldo de los activos ( instrumentos económicos con capacidad de generar riqueza en el futuro, recursos naturales, empresas rentables, servicios públicos privatizables...) y ese  era el momento en que entraban en acción los cómplices financieros para obtener beneficios desmesurados. (Fin de la cita)
            Lo dice Stiglizt. La gestión de las crisis económicas que realiza el FMI no tiene como finalidad sacarnos de las dificultades. Antes bien, acrecienta las dificultades hasta que los países con problemas económicos son como la fruta madura que cae sola en la cesta del recolector. Y el recolector, su cómplice, es el capitalismo financiero, insaciable y criminal,  que aguarda su momento. Cuando las medidas empobrecedoras den su fruto, la ruina definitiva del país, ellos vendrán a enriquecerse sobre nuestra miseria.
            El FMI es un batallón de zapadores que socava los cimientos de la resistencia de los Estados en problemas y de su población. En ese contexto hemos de encuadrar cada una de sus propuestas. No persiguen sino el deterioro acelerado de la situación económica del país, con el objetivo de convertir nuestros activos más rentables en saldo para los depredadores. Una estrategia criminal.
            ¿Y el silencio de nuestros representantes políticos, o sus respuestas tibias y sin convencimiento? Deberíais saberlo. Estamos solos. La derecha europea es la avanzadilla política del capitalismo especulador. Cumple fielmente las consignas de su amo y señor. Y la izquierda europea desapareció hace ya mucho tiempo del campo de batalla.
            Estamos solos, pero podemos reinventar los instrumentos. Tenemos que hacerlo, o será tarde.
            Y en cuanto al FMI, alguna vez habrá que ponerlo ante los tribunales que juzgan los crímenes contra la Humanidad.

  

Política Ficción

    Ha sido noticia este fin de semana que Estados Unidos ha cerrado prácticamente la totalidad de sus embajadas en Oriente Medio. Otros países, como Reino Unido y Alemania, siguiendo la estela del gran hermano americano en toda la extensión de la palabra, y compartiendo la misma conciencia de culpa por el uso de tecnologías modernas para espiar a sus conciudadanos y al resto del mundo, también han cerrado las suyas. La causa que se aduce es el alto riesgo de atentados en las embajadas por parte de Al Qaeda. 
            ¿Cómo lo supieron? No han tenido empacho alguno en contarlo con todo lujo de detalles. Fue gracias al programa de espionaje mundial que maneja la NSA y que todos conocemos por las filtraciones del analista arrepentido de la citada agencia, ahora protegido de Putin, un defensor a ultranza de las libertades como es bien sabido; las libertades de las mafias económicas, por supuesto.
            ¿Cuánto debe la política al cine? Difícil resulta precisarlo. El cine sí debe mucho a la política. Hay magníficas películas que denuncian intrigas políticas que yo tengo entre las grandes referencias del cine americano. No está entre ellas, desde luego, la película a la que me referiré a continuación.
            Como recordaréis, sin duda, la triunfadora de este año en esa gran ceremonia publicitaria que es la entrega de los Óscar con los que la Academia Cinematográfíca Estadounidense potencia sus productos a los ojos de los consumidores mundiales, fue "Argo", ganadora del óscar a la mejor película, entregado simbólicamente por Michelle Obama desde la Casa Blanca, el de mejor guión adaptado, y el de mejor montaje cinematográfico.
            Si no la habéis visto ,-no os perdéis gran cosa desde mi punto de vista-, yo os recuerdo brevemente el guión. Es un hecho histórico.
            Un agente de la CIA idea una estratagema para rescatar de Irán a seis diplomáticos, -espías en realidad-, estadounidenses, ocultos en la embajada de Canadá. Los acontecimientos comienzan en otoño de 1979, periodo en que el Sha Reza Palhevi, gravemente enfermo, es depuesto y su lugar es ocupado por el ayatolá Jomeini, que alienta a la población iraní a actuar contra el enemigo universal, los Estados Unidos.
            La estratagema en cuestión consiste en organizar el grupo de rescate, arriesgado desde luego, bajo la apariencia de una productora de cine que se dispone a realizar una película en Irán. Tras muchos avatares, la empresa llegó a buen fin y los espías-diplomáticos volvieron a casa sanos y salvos.
            La CIA contó con la imprescindible colaboración de la industria de Hollywood que participó en el montaje de la farsa.
            No resulta aventurado establecer la confluencia de intereses en ese premio a la mejor película de 2013. 
            De una parte la CIA restaña el daño a su imagen que muchas filtraciones le ocasionan en cuanto a sus actuaciones al margen de la ley. Su concurso, su desenvoltura, su capacidad para acumular información y asumir riesgos salvan vidas americanas en cualquier lugar del mundo. "¡La CIA os cuida, americanos!" proclama a gritos el guión. "Y sólo son gente como vosotros que asume riesgos inasumibles para cualquier persona normal. Por una buena causa, patriotismo del bueno". Son mensajes que funcionan en sociedades como la americana.
            De otra parte,  el cine americano, encarnado por Hollywood, se premia a sí mismo como algo más que una industria poderosa. Esa industria, envuelta en la bandera de las barras y estrellas, se olvida de los beneficios y colabora en la salvación de un grupo de patriotas que se jugaban la vida en las trincheras enemigas. Ese eficaz patriotismo de Hollywood tiene mil manifestaciones en su segunda gran epopeya, -la primera fue la conquista del Oeste-, la Segunda Guerra Mundial y la infinita secuela de la Guerra Fría. Nadie ha hecho más por la imagen del gran amigo americano que Hollywood.
            Y, por último, el propio presidente americano obtiene también su parte de beneficio. Esa lectura se desprende del hecho, más que simbólico, de que fuera la primera dama desde la Casa Blanca la que desvelara la película ganadora.  Ahora Irán es uno de los enemigos predilectos de los Estados Unidos por la política nuclear de sus gobiernos en los últimos años y por la amenaza implícita para Israel, el gran aliado americano en Oriente Medio. Remover el sentimiento hostil  de la opinión pública estadounidense contra el Irán de hoy, rememorando aquellos acontecimientos de principios de los años ochenta del siglo pasado podría ser oportuno, si las circunstancias exigían una intervención militar "preventiva" contra los centros estratégicos iraníes de enriquecimiento de uranio. Israel lo exigía, de hecho.
            "Argo" era un producto redondo. Yo aposté mucho antes de la ceremonia a que se alzaría con el óscar a la mejor película, aunque cinematográficamente me resultó un producto mediocre, que no dejará memoria entre los cinéfilos. Un óscar políticamente conveniente en toda regla.
            Todos los males que nos acosan son producto de intereses egoístas y desmesurados de una minoría que maneja cuotas inmensas de poder. De poder político, económico y mediático. Y un instrumento de dominio tremendamente eficaz es la manipulación informativa; la desinformación, de hecho.
            Desconozco si la amenaza de atentados contra las embajadas americanas en Oriente Medio es hoy más real que hace un mes. Supongo que son siempre lugares inseguros por naturaleza en esa parte del mundo. Pero sospecho que esa noticia es intencionada y oportuna. Otras veces situaciones parecidas, que son muy frecuentes, no trascienden a la opinión pública. En esta ocasión se dieron cuartos al pregonero y a todas la agencias mundiales de información. Tanto interés en compartir la información de sus espías con el resto del mundo resulta sospechoso. La intervención posterior de políticos estadounidenses, independientemente del partido al que pertenezcan, en los medos de comunicación defendiendo la NSA y los programas de espionaje que emplea, hace rebosar el vaso de mi malicia. El mensaje que unos y otros repiten es simple. Hay que estar agradecidos a la NSA y a su trabajo. ¿Qué puede importarte que el Estado lea en tu SMS a tu amante la hora y el lugar donde daréis rienda suelta a vuestras pasiones inconfesables, si el Estado nunca hará uso de esa información? A cambio, la NSA salva vidas, se anticipa al enemigo oculto, nos garantiza la seguridad y la vida de los americanos.
            ¿Cuánto le debe la política al cine? Pues, resulta difícil precisarlo. Pero este acontecimiento me recuerda inexplicablemente a "Argo". 
            Hay un guión preestablecido, una puesta en escena cuidadosa y un objetivo no confesado, justificar la existencia de las agencias estatales y sus procedimientos, porque está en juego la seguridad, el bien supremo. Ahora no se trata de burlar el celo del integrismo iraní; se trata de poner en duda la justa indignación del mundo entero cuya intimidad anda rodando en los archivos de muchas agencias estatales de países que se proclaman democráticos. 
            ¿Política ficción...?  ¡Sin duda! La mayor parte de la política que tiene lugar ante nuestros ojos es pura farsa. Pura farsa los discursos, los compromisos públicos, las promesas electorales, los juramentos que obligan a defender la Constitución y las comparecencias de Rajoy. 
            La política verdadera que rige nuestras vidas resulta inconfesable. Es producto de pactos oscuros e inmorales entre los que detentan los diversos poderes, cargas para nuestras vidas más que soberanía delegada para establecer una convivencia razonable y justa.
       

lunes, 5 de agosto de 2013

(Bis) (Fin de la cita)

      Es cierto; lo constato cada día. A medida que el tiempo se acelera con el paso de los años vividos, supongo que hacia infinitas formas de declive entre las cuales la peor será perder la lucidez, el presente se asocia fácilmente con experiencias de la infancia.
            La comparecencia de Rajoy el día uno de agosto a petición del resto de los grupos parlamentarios no pasará a la historia por su función clarificadora. Rajoy no dio ni una explicación sobre las graves acusaciones de Bárcenas relacionadas con la presumible e histórica financiación irregular del Partido Popular y del comportamiento inmoral de buena parte de su cúpula dirigente. Pero eso era lo esperado. Era un brindis al sol, una cuidadosa y bien medida aparición para cubrir un expediente necesario. Dudo de que Rajoy convenciera ni siquiera a los suyos, masa obediente a la consigna de jalear sus palabras y de manifestar un apoyo inquebrantable que la mayoría, seguramente, estaba muy lejos de sentir de forma espontánea. 
            A los demás sí que acabó de convencernos. Nos convenció definitivamente de que su casa está llena de podredumbre inconfesable. 
            Le dijeron: "Tú te ciñes al discurso; ni una palabra más, ni una menos". 
            Y Rajoy fue fiel a la consigna.
            Justamente por esta fidelidad al guión establecido pasará a la historia la intervención del presidente. Por una frase inocua que repitió tanto como el guión se lo exigió.
            (Fin de la cita).
            Era sólo una acotación de los guionistas que Rajoy, siguiendo las consignas del partido, leyó con aplicación de colegial, con la determinación de un pecador necesitado de cumplir la penitencia para lograr la absolución. "No te desvíes ni una palabra de lo escrito; ¡ni una!, porque la situación es arriesgada. No improvises". Y él cumplió.
            Y ahora os explico qué recuerdos de infancia me provocó Rajoy.
            Alguna vez os he contado desde este blog que yo - mi vida- es un secuencia de casualidades; prácticamente, un milagro del azar, si yo creyese en los milagros. En el azar sí creo.
         Yo fui un niño campesino desde los tres años, se podría decir que de nacimiento. No conocí prácticamente la escuela y mi socialización fue producto de la convivencia con gañanes, pastores, porqueros y cuadrillas de trabajadores y trabajadoras temporeros.
            Fue casualidad que yo no acabara compartiendo su destino.
            Fue casualidad que alguien -supongo que la señora de las tierras, según se lo exigía su conciencia cristiana- se empeñara en que aquel niño cabrero tenía que hacer la primera comunión y que debía asistir a las lecciones de catecismo. Yo, catecismo no sabía. Ni una palabra. A los ocho años me sabía, sin embargo, la enciclopedia Álvarez, Segundo Grado, un nivel envidiable de cultura para aquellos tiempos. Me enseñaba la tribu circundante, cada uno lo que pudo; muchas cosas las aprendí yo solo.
            Fue casualidad que la familia paterna me acogiera en su casa en un pueblo distante en primavera, tiempo en que comenzaba la catequesis en la escuela.
            Fue casualidad que un maestro gruñón y desencantado del oficio se extrañara ante mis conocimientos. Muy superiores a los de los niños urbanos.
             Sin compañeros de juegos, sin juguetes, sin conciencia de la propia infancia, yo llevaba una biblioteca en la cabeza. Los libros viejos, desechados por  los señores de la casa grande, acababan en mis manos y se habían convertido en mi ventana al mundo.
            Cuando llegué a las lecciones de catecismo, me resultaban familiares ya  autores tan distantes y heterogéneos como Walter Scott, Esopo, Charles Dickens, Cervantes, Homero, Emilio Salgari, Jonathan Swift, o Mark Twain. También, otro autores, cuyo nombre no recuerdo, de novelas por entregas -las telenovelas de la época- que mi abuelo Diego coleccionó pacientemente durante buena parte de su vida, fiel reflejo de la continuidad de las novelas de tema bizantino, con personajes maniqueos -buenos y malos perfectamente delimitados- y protagonistas destinados a rodar por la vida para sufrir en busca de un final feliz, que casi siempre fue posible.
            No sé si fue casualidad que aquel maestro gruñón, enfermo crónico de alguna afección pulmonar y desencantado me propusiera para los exámenes del PIO, (Patronato de Igualdad de Oportunidades), organismo franquista que otorgaba becas a los niños pobres más espabilados para enviarlos a las Universidades Laborales, con la clara intención de cualificarlos para la industria incipiente.
            Puedo deciros sin mentir que fue casualidad que por mis conversaciones con un amigo - hay una piscina, me dijo como razón suprema- yo acabara en el seminario de Pilas.
            Lo demás vino rodado. 
            Y ahora, la asociación que me trajo la frase de Rajoy. En Pilas había escaso tiempo libre. Quizá tendríamos jornadas escolares de ocho horas. Media hora diaria estaba dedicada a la formación musical. En la tierna infancia hacíamos los cursos de Solfeo del Conservatorio. Mucha gente inició allí una saludable carrera musical. Yo, no. No estoy dotado. Un cura vasco, amigo de orfeones y asociaciones musicales, Yurrita de apellido, decidió que a aquella formación había que darle un contenido práctico, y en poco tiempo organizó una extraordinario coro de voces e instrumentos. Yo me integré porque, a veces, hacíamos salidas a cantar en pueblos vecinos, y tras las ceremonias, bodas, fiestas, celebraciones locales, alguien nos agasajaba con banquetes desconocidos para los pupilos de un internado. Fueron años de hambre rigurosa en ocasiones. Tanto que algún capítulo de nuestra famélica existencia merecería figurar entre las aventuras del buscón don Pablos. Otro día os contaré.
       Pues bien, se acercaba la Navidad y el coro fue citado para ensayar villancicos. Leíamos partituras como correspondía a nuestra formación musical. Cada uno de nosotros tenía ante los ojos la partitura que correspondía a su grupo de voces. Hasta aquel día aciago yo nunca había visto (bis) escrito en una partitura. Formaba, en mi conciencia infantil sumida en aquella maquinaria de voces conjuntadas para sonar extraordinariamente, parte de la letra del dichoso villancico. Así que en el segundo de silencio que precedía a la repetición del estribillo, como un cristal que se rasga, mi voz solitaria se elevó cantando bis, sosteniendo en el aire la última nota que aparecía en el pentagrama.
            Un coro de niños y de muchachos me dirigía miradas entre sorprendidas y acusatorias. Luego, las carcajadas y el choteo se hizo tan duradero que creo que el ensayó se truncó. Recuerdo al cura Yurrita viniendo hacia mí con pasos apresurados y su mano de oso levantada amenazadoramente, pero con la carcajada bailándole en los labios. Me explicó qué significaba aquel (bis) entre paréntesis y yo lo aprendí para siempre. Aprendí para siempre el concepto "acotación". Hasta hoy no he vuelto a cometer un error tan garrafal.
            Al parecer Rajoy, aunque  convive dignamente con su aspecto de seminarista, de curato frustrado, nunca formó parte de un coro en su infancia gallega. Es un hombre afortunado. Ha pasado a la historia porque no es capaz de distinguir las acotaciones en un texto. Algo es algo.
            Esa fidelidad a la palabra escrita nos deja algunas seguridades. 
            Tanta fidelidad al guión denota inseguridad extrema, especialmente en el caso de un parlamentario avezado como él. Inseguridad y temor oscuro a las palabras. Mala conciencia, en suma 
            La comparecencia fue una pérdida de tiempo. No cambió para nada la percepción que tenemos sobre el comportamiento del Partido Popular y del propio presidente del gobierno. Rajoy no fue dueño de su intervención; se plegó al guión, e, incluso, ignoró las preguntas concretas que los portavoces le dirigieron. Tomó el pelo a quienes esperaban de su intervención un maguerazo de agua a presión sobre la basura institucional que nos rodea. 
            Pero, sobre todo, nos queda una certeza bastante incuestionable; Rajoy no es sólo rehén de Bárcenas. Rajoy es sobre todo rehén de los servicios jurídicos de su partido, los que le redactan los discursos que él repite de forma fidelísima, incluyendo las acotaciones. Rajoy es una voz prestada. Ya no es dueño ni de sus pensamientos.
            Fin de la cita.