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sábado, 30 de marzo de 2013

¿Alguien sabe qué quiere Beppe Grillo...?

          El pensamiento único europeo, ese que se ha adueñado de los medios de comunicación más influyentes y que aboga por la desaparición del Estado como redistribuidor de cargas y riquezas y sólo le reclama ser el brazo ejecutor de las políticas neoliberales que garanticen la devolución de las inversiones y sus elevados intereses sin consideración a las consecuencias sociales y económicas, tildó de catástrofe los resultados de las últimas elecciones italianas.
            La única catástrofe que yo tuve en consideración fue la pervivencia política- con un considerable colchón de apoyo ciudadano- del viejo gánster Berlusconi, acosado por la fiscalía en múltiples frentes judiciales, el extraño fenómeno que se reproduce en muchos otros lugares. Los delincuentes y los presuntos delincuentes metidos en política tienen un extraño magnetismo para el voto popular. El Gilismo arrasó en la Costa del Sol durante años; Camps y sus cómplices, enfangados hasta las cejas en múltiples manifestaciones de corrupción y encausados en su mayor parte, sacaron mayoría absoluta en la Comunidad Valenciana; "Sandokán", el gilismo redivivo que se representa a sí mismo y a sus oscuros intereses empresariales, tiene la llave de la gobernabilidad en el Ayuntamiento de Córdoba. 
            Por lo demás, las elecciones italianas me parecieron una lección de madurez de la mitad - más o menos- sensata de esa sociedad. De una parte le concede una minoría justa a la izquierda democrática para que tome el timón de la nación. Se supone que tras la larga travesía del desierto con la que ha purgado sus viejos vicios clientelares y sus corruptelas habrá aprendido la lección. Se supone, también, que mantendrá cuadros capacitados para la compleja tarea del gobierno, con experiencia en la política internacional, tan imprescindible hoy para la supervivencia en el magma económico de Europa. Pero le concede, también, una minoría triunfal al Movimiento Cinco Estrellas, a la voz de los indignados, a las propuestas más frescas, a la ciudadanía que se compromete en el análisis de sus problemas cotidianos y tiene algo que decir al respecto. 
            La mitad sensata de la sociedad italiana les ha brindado la oportunidad de experimentar un nuevo modelo de gestión política, aunando probablemente las propuestas más morales y sensatas de toda la panoplia de programas que se han sometido a su consideración y ha invitado a ambas fuerzas a unificar criterios y a reforzarse mutuamente en un proceso que bien podría ser un modelo futuro para Europa. La izquierda y los movimientos ciudadanos pactando programas para la gobernabilidad y para la recuperación de los derechos ciudadanos esquilmados por los apóstoles de Merkel y la austeridad que favorece el viejo sueño alemán de dominar sobre el continente, aunque sea depauperado.
            Eso entendió Bersani, el líder del Partido Democrático al que el presidente Napolitano encargó formar gobierno. En la entrevista  televisada - así lo exigió Grillo para controlar a sus portavoces- ofreció al Movimiento Cinco Estrellas la oportunidad de ayudarle a formar gobierno "para convertir en leyes" las reclamaciones y las exigencias que habían coreado por las plazas del país. 
            Ese objetivo extraordinario debería haber bastado para derribar cualquier barrera entre las dos formaciones. 
            Pero Grillo se niega. 
            ¿Alguien sabe qué quiere Beppe Grillo? 
            ¿Quizá prolongar la satisfacción íntima de tener prisionero a su país?
            Sólo se me ocurre una reflexión al respecto. No se puede votar a quien no tiene el más mínimo sentido de Estado, vocación de gobierno, compromiso real por transformar en realidad las demandas de sus conciudadanos. Cada voto hay que pensarlo mucho, porque compromete de forma definitiva el futuro de cada uno de nosotros. Y hay tipos emboscados en la política y en los discursos atractivos a los que sólo les importa su futuro, el momento de gloria que el azar les ha dejado entre las manos, o los oscuros beneficios que esperan conseguir.
            Beppe Grillo es un histrión sin sentido de Estado. Pero es el histrión que Europa ha cultivado con esmero. Habremos de ver muchos como él, para desgracia de los pueblos.


jueves, 28 de marzo de 2013

Ciudad cainita

   No maldigo la sucesión de frentes y borrascas en estas fechas. Sé que vivo en un territorio cercado por el desierto africano que avanza hacia el norte con obstinada persistencia. Valoro el agua de forma muy consciente. Puedo decir que  si hubiera un dios de la lluvia, yo sería uno de sus adeptos fervorosos. Amo la lluvia, a pesar de sus inconvenientes momentáneos.
  Pero entiendo la frustración de esta ciudad en estas fechas. Asisto con respeto a los desfiles, con el respeto que me merecen las tradiciones, sin entrar en valorar su origen, su significado, su puesta en escena. Comparto con quienes me rodean el espectáculo , aunque no comparta las creencias. 
   No lloro por la lluvia, pero podría llorar por la maldición que persigue a esta ciudad, empeñada en cultivar su propia imagen, sus lacras, sus maldades históricas que la convierten en una ciudad contradictoria y de futuro incierto.
   Ayer, según todos los datos, la Hermandad de los Panaderos provocó de forma voluntaria un conflicto y un riesgo colectivo,- una Hermandad y miles de personas encajonadas en una calle estrecha como Cuna-, a la Hermandad de la Lanzada.
   Ni siquiera en los rituales más ensayados, más sujetos a normas, más  asumidos como imagen colectiva de sí misma, esta ciudad escapa a su retrato histórico. 
        Sevilla es una sociedad clasista, ensimismada, mediocre, idólatra y cainita. Una vez más lo ha puesto de manifiesto a los ojos del mundo.
      Por eso sí podría llorar, llegado el caso. Por las nubes, ¡nunca!

martes, 26 de marzo de 2013

Violencia

  Cínica, artera, destestable, manipuladora, emboscada en el silencio culpable, Cospedal  ahora sólo comparece sin preguntas para descalificar los movimientos ciudadanos, la única manifestación creíble de democracia que nos va quedando. De su jefe seguimos sin noticias creíbles. Está desaparecido hasta que amaine la tormenta desatada por Bárcenas. Resulta vergonzoso tener al presidente de gobierno convertido en rehén en tiempos tan difíciles. Pero es rehén de Bárcenas, moralmente maniatado, acobardado ante el peso de las sospechas que se ciernen sobre él y sobre la cúpula del Partido Popular durante casi toda su historia como partido político.
   Ella ataca a la Plataforma de afectados por la hipoteca. Tilda el "escrache", ese argentinismo inventado por ciudadanos olvidados por el gobierno y la justicia de su país para señalar a los culpables de sus males ante las puertas de sus casas y en presencia de su vecindario, como violencia inaceptable, como un procedimiento no democrático.
  Parece olvidarse Cospedal de que la ciudadanía  ha utilizado ya infinidad de recursos democráticos con resultados vanos, y que, como en cualquier reclamación, cada vez se ponen en la balanza procedimientos más llamativos para lograr que se nos escuche. Olvida Cospedal que la violencia es como una pelota de frontón, como un boomerang lanzado con maestría. Siempre vuelve a su punto de partida. 
  Olvida Cospedal que la violencia primaria tiene su origen en las políticas de su partido contra los derechos ciudadanos consagrados en la Constitución, contra el Estado y sus obligaciones de solidaridad con los más necesitados. Y en este caso, en la ignorancia de una iniciativa legislativa popular apoyada por nueve de cada diez españoles, como en su momento demostraban las encuestas.
   La violencia original estriba en ignorar las obligaciones de un gobierno decente que se debe a los intereses y a los derechos de los ciudadanos y, en su lugar, se arroga la defensa de los intereses de los especuladores y  del capital privado.
   La violencia original estriba en defraudar las esperanzas de quienes confían en el sistema democrático, en el fraude que supone el incumplimiento del programa electoral, en el desmantelamiento del Estado, en la manipulación, la mentira, la incapacidad de hacer frente con limpieza a la pesada carga de una sospecha de corrupción sistemática en la financiación del partido que gobierna, en la protección cómplice de los encausados, en el descrédito de las Instituciones, en la ignorancia del Parlamento como órgano de control, en las amenazas a quien se atreva a poner en duda sus medidas, sus políticas, sus procedimientos de financiación, a pesar de las evidencias.
  La violencia original estriba en animar a los cachorros de las Nuevas Generaciones a establecer órganos de control de la libertad de cátedra en los centros públicos de Castellón para evitar "el adoctrinamiento" del profesorado. Es de suponer que el correo que han arbitrado para recibir denuncias tendrá ya una larga lista de profesores de Religión.
  Huele a fascismo renacido, a pensamiento único, a miedo a la razón, a la libertad. Huele a dictadura desde kilómetros de distancia. Y ahí si hay un germen de violencia que los dirigentes locales del Partido Popular debieran cortar de raíz antes de que la violencia verdadera, incontrolada, se cobre alguna víctima.
  El escrache encierra un punto innegable de violencia, pero es como la espuma de una gigantesca ola de violencia que han ejercido de forma continuada las políticas del Partido Popular y que ahora comienza a lamer los umbrales de sus casas.
  Urge encontrar caminos, o este tiempo inclemente que vivimos dará una cosecha de violencia verdadera. Desconozco quién alzara su mano en primer lugar. Pero sé que el origen de cualquier violencia está en el fracaso político -y moral- de este gobierno. 
  Urge echarlos. Ya han dañado bastante a este país.

miércoles, 20 de marzo de 2013

Elegir al verdugo que debe ajusticiarte

         ¿Qué utilidad tiene mi voto en un sistema democrático? Y no es una pregunta retórica. En puridad delegar en otros la toma de decisiones que afectan a mi vida. Esta delegación no es arbitraria, puesto que se sustenta en el público compromiso de un programa electoral.
            Antes de que lo digáis vosotros, lo diré yo. Los programas electorales son pavesas que esparce el primer remolino que sople en el país. Falacias bien urdidas. Propuestas cínicas, que de antemano, sabemos que no habrán de cumplirse. No porque esta situación sea inevitable. Es porque es este país, donde el incumplimiento de los compromisos electorales da prestigio, casi más que la corrupción.
            Pero estiremos la ficción un poco más, respondiendo a una pregunta inocente. 
        ¿Quién toma ahora las decisiones sobre aspectos fundamentales para la vida de millones de europeos?   
            ¿Quién impone, "manu militari", su criterio a los demás, desde el predominio industrial y financiero?
            Tres de cada cuatro personas consultadas al respecto, nos dirían "¡Alemania!". 
            Y estarían en lo cierto.
            La cuarta, probablemente nos diría que no está interesada en la política, que le da igual quién tome las decisiones porque sería incapaz de establecer diferencias significativas entre unos y otros. Nos diría, también, que prefiere ignorar todas estas cosas para ahorrarse sufrimiento.
            Dejemos a la cuarta en su propio laberinto y reflexionemos cómo equilibrar las cosas en esta tesitura.
            Creo que la única solución razonable, de aplicación lógica, sería que se nos otorgara el derecho de participar en las elecciones generales alemanas. Si las disposiciones que nos afectan emanan de allí, lógico parece que elijamos a quienes deben tomarlas.
            Lo sé. Resulta una reflexión exagerada. Yo también conozco el peso de la Historia. ¿Cómo va a permitir la Metrópoli que los habitantes de las colonias participen en sus decisiones políticas? ¿Qué clase de colonización sería ésa?
            Lo que sí parece superfluo es participar en las elecciones locales, las del propio -cuesta emplear este término- país. Carece de sentido. Se trata solamente de elegir al verdugo que debe ejecutarte, y eso, la verdad sea dicha, resulta irrelevante.
  

lunes, 18 de marzo de 2013

La orca alemana

     Me prometí a mi mismo un largo periodo de silencio, me prometí guardarme la cólera en algún rincón blindado de la propia conciencia. No es posible. Intentaré que no desborde los límites de las buenas maneras.  El silencio que uno se impone a sí mismo es una penitencia excesiva, inmerecida, inútil. Peligrosa, incluso, para mi propia integridad. Hay un volcán en mi interior. La palabra libera sus tensiones.
            Es posible que Chipre no sea una país ejemplar porque es un paraíso fiscal, como El Vaticano, Suiza, Irlanda, Malta, Gibraltar, Andorra, Mónaco, Luxemburgo y la City Londinense, por poner algunos ejemplos de todos conocidos.
            Es probable que su clase política y financiera merezca cárcel duradera. No más que otros que se han aferrado al interior de nuestras gargantas como sanguijuelas hematófagas y contaminantes. No más que aquellos a los que nuestros votos les permiten conspirar cada día impunemente contra el Estado y la Constitución que nos dimos.
            Es posible que muchas mafias rusas la tengan como cuartel general de sus operaciones delictivas.
            Es cierto que es un país pequeño, dividido y débil.
            Pero no es menos cierto que está habitado por ciudadanos europeos. Al menos en teoría. En la práctica es un territorio conquistado, una colonia cuyo gobierno se controla para que lleve a cabo el crimen que se le encomienda y a cuya población se roba impunemente sus propiedades.
            No otra cosa es la exigencia alemana de un impuesto inventado de la noche a la mañana que grava, por sorpresa, las imposiciones bancarias de esos ciudadanos europeos, nativos o residentes. Tanto da. Un impuesto inaceptable porque lo impone el Parlamento Alemán a un país nominalmente soberano. Un impuesto injusto porque grava de forma unitaria sin ningún criterio de progresividad, sin tener en cuenta la procedencia de los capitales,  ni la situación personal o familiar. Un impuesto anticonstitucional - me refiero a la Constitución Europea que en mala hora aprobamos, vistas las consecuencias-, porque atenta contra el principio de libre circulación de capitales en la Unión Europea. Un impuesto suicida para la propia estabilidad económica de la zona euro porque el capital no tiene banderas y su patriotismo es sólo un discurso vacío. El miedo a que estas medidas se repitan descapitalizará aún más a los países de economía más precaria. 
            Los bancos ingleses deben estar riendo a mandíbula batiente. En la Unión Europea son el único refugio seguro para las acometidas de Frau Merkel, esa orca alemana que se alimenta de congéneres. Allí acabarán los capitales chipriotas y, probablemente, los de otros países sobre los que vuela la amenaza de un rescate europeo.
            Es un robo sin precedentes en tiempos de paz. Un acto de guerra. Un ejercicio de colonialismo en pleno siglo XXI, atentando contra la soberanía de uno de los socios de la Europa que se denominó algún día la Europa de los Pueblos. 
            En lo que a nosotros se refiere Cospedal, el cinismo en persona, la desvergüenza política en estado puro, rasgo que comparte con muchos dirigentes del Partido Popular, se declara feliz porque ya nadie habla del rescate de España. Europa no necesita poner dinero en nuestro monedero para lograr sus imposiciones. Tiene un gobierno vicario.- mamporrero en el lenguaje de las calles y de las dehesas en las que cobré casi toda mi estatura-, que las impone sin contraprestaciones. Acaban de cambiarnos las condiciones de nuestra jubilación y las pensiones que percibiremos sin poner un solo euro en el envite. Deben estar pagando en ignorancia simulada a las acusaciones de corrupción que pesan sobre el partido que gobierna este país y en alabanzas rituales y obligadas a las medidas de Rajoy.
            Estamos rodeados. No se me ocurren ya salidas sin modificar profundamente este entorno criminal. Pacíficamente necesitaríamos un milagro, como que la ciudadanía mediterránea indignada, saqueada, desprovista de sus derechos constitucionales, encontrara un cauce político para hacer frente al capitalismo desaforado, inmoral, invasivo que comete crímenes contra la humanidad y el sistema democrático en nombre del mercado. Y una vez obrado este milagro, negarse a pagar esta deuda artificial, producto de la especulación o de la gestión irresponsable y cómplice de gobiernos y sistema financiero.
            Negarse es la extraordinaria solución. Creo que tenemos una deuda prominente. Son ellos los que tienen un problema prominente. Si nos negamos, ellos estarán en una situación muy delicada. Si nos negáramos mañana, estoy por jurar que Merkel no ganaría las próximas elecciones alemanas.
            Huyamos de estas aguas donde esa orca insaciable nos acosa con sus maniobras depredatorias. Neguémosle el bocado que propina sobre nuestros cuerpos indefensos. Neguémosle el alimento que acrecienta su poder y su prestigio entre los criminales que nos roban la soberanía, la esperanza y el futuro. Son ellos quienes no tienen derecho al futuro, si no es entre las rejas de una cárcel inhóspita, donde deben aclimatar sus delirios los criminales, los dictadores, los corruptos, los corruptores y todos y cada uno de sus cómplices.


viernes, 15 de marzo de 2013

Hastío

              De pronto todo resulta inevitable. 
            La podredumbre política se acepta. Los medios callan. El poder corrompe también la información. Toda la información. Somos un país de animales domados, acomodaticios, acobardados frente al poder lo ejerza quien lo ejerza. Somos un país al que sólo le corresponde un sentimiento legítimo, sentirse avergonzado de sí mismo; un país que acepta la manipulación y la mentira porque le sirve de disculpa para  la huida     
            Ya no importa el crimen; importa quién lo juzga. Al final, habrá bandidos que saldrán ilesos y jueces enjuiciados. Otra vez.
            Sofoca mi conciencia un convencimiento que cada día cobra más fuerza. El crimen organizado desde las alturas del poder político cuenta con la protección imprescindible de una parte del poder judicial, la que controla el ejecutivo con su política de clientelismo y nombramientos interesados.
            Da asco. ¿Democracia...? Dudo que ese nombre sea de aplicación a la situación que ahora vivimos.
            De ahí la conveniencia del silencio. De mi conciencia solo aflora a borbotones la decepción, el asco y la vergüenza. 
            Mejor, el silencio. Una voz menos denunciando la indignidad no hará peor el mundo que habitamos.
            Gracias por la atención que alguna vez habéis prestado a estos escritos. 


miércoles, 6 de marzo de 2013

La hez.


    Resulta inevitable la sensación de que algo se agota en un ciclo convulso. A escala planetaria lo que se vislumbra es un fracaso estrepitoso del capitalismo como sistema. Pero no es un fracaso más de los muchos que acumula. 
            Es el fracaso por antonomasia. 
            El conflicto presupuestario de los Estados Unidos es el último eslabón de esa cadena. 
            La permanente recesión europea, derivada del empecinamiento alemán, la manifestación más duradera de ese suicidio lento e irracional. 
            La economía aparentemente saludable de los llamadas países emergentes, el canto de un cisne, un espejismo engañoso. 
            Preguntad a cualquiera que haya vivido en Brasil el tiempo suficiente por la relación entre los precios de las cosas y los salarios, es decir, por la capacidad de la mayoría de la población para acceder a elementos comunes del mercado cotidiano, por ejemplo unos zapatos. 
            Interesaos por la situación en Argentina. 
            Comprobad cuántos millones de chinos paupérrimos y explotados, con horarios interminables y salarios de hambre, hacen falta para que allí afloren los nuevos y raros millonarios. 
            Curiosead un poco en los estudios de los expertos sobre la economía de una familia media en esa tierra de oportunidades que conocemos como Estados Unidos.
            La cuestión más lamentable es que el sistema colapsa por la ceguera de una insignificante minoría dotada de un poder indiscutible y de una ambición sin límites. Una infección insignificante en un organismo gigantesco  acabará por derrotar a toda la especie humana. 
            Y no solo ha fallado esa característica que dicen exclusiva de la especie, la racionalidad. En las sociedades desarrolladas y democráticas han fallado los sistemas defensivos, el sistema legal, el sistema judicial y los poderes ejecutivos, que en buena parte son cómplices infiltrados en la sociedad de los intereses de esa minoría.
            Nos ha tocado apurar la hez, la basura- y no es metáfora, porque aparecen bacterias fecales en las tartas suecas- decantada por un sistema enfermo, irracional, inhumano, empecinado en acumular riqueza inútil sobre la base de la explotación, el sufrimiento y la miseria de otros.
            Cerca de nosotros, en el Mediterráneo orgulloso de su cultura y de su historia, Grecia está definitivamente desahuciada por los socios ricos; es un país perdido, que se puede borrar de las páginas de la historia reciente; un pueblo amortizado que ya no produce beneficios; una colonia esquilmada y, por lo tanto, inútil. 
            Las presiones desvergonzadas sobre el vecino Portugal hacen que el pueblo portugués esté de nuevo buscando los fusiles y los claveles de una revolución pacífica y lejana, pero la Troika reclama el sacrificio de veinticinco mil empleados públicos para garantizar el cobro de sus intereses abusivos a un pueblo que ya ni dispone de ambulancias.
            La burla europea de las soberanías nacionales del Sur empobrecido al imponer en Italia un presidente de gobierno espurio, sacado del sistema financiero, ha dejado en las elecciones italianas un panorama oscuro, de sociedad confusa y difícilmente gobernable, donde para mucha gente es el delincuente Berlusconi la única esperanza antieuropea.
            Y en España, la gente honesta, la inmensa mayoría, se debate entre el asco y la vergüenza. 
            El parlamento es una "claque" sonrojante que confunde su función. Aplaude y vitorea, pero no representa a los ciudadanos acuciados por problemas terribles.
            El gobierno, cuando no miente, calla  ¿Quién es Bárcenas? ¿Quién conoce a ese Bárcenas? Cada mañana, tiembla antes de abrir la prensa, temiendo el cataclismo que ese individuo que ya nadie menciona pueda desencadenar en el partido.
            Por lo demás, mendiga ante frau Merkel algún crédito, alguna bendición a sus medidas. Pero Merkel sólo bendice el crimen, la destrucción de Europa. Cambia bendiciones por nuevos sacrificios en la edad de jubilación, los salarios y los impuestos indirectos. Hay que garantizar el cobro de intereses del capital alemán a cuyo servicio gestiona nuestras vidas.        
            También hemos sabido que le debemos a una princesa de oropel, de dudoso pedigrí  pero de indudables habilidades para las relaciones al más alto nivel, las gestiones más delicadas de nuestra seguridad nacional. Eso cuenta ella, al menos. Y la verdad no la sabremos nunca; no existe  en nuestras vidas; debiéramos borrarla de nuestros diccionarios. 
            Mientras, la sufrida oposición no nos ofrece ni una miserable esperanza, ni una condenada alternativa.
            Es también la hez nacional. Nuestra propia basura acumulada en la intrahistoria, mientras nosotros acudíamos al trabajo y nos sentíamos orgullosos del sistema que habíamos levantado.
            Asco y vergüenza. Oscuridad. Ausencia de esperanza justificada. 
            Nadie parece recordar que la violencia permanente que se ejerce contra los pueblos genera a su vez una  violencia explosiva, repentina, terrible, con la que los pueblos se ven obligados a defender su dignidad y sus derechos.
    

domingo, 3 de marzo de 2013

Ecologismo incontestable

     El ministro del Interior Jorge Fernández Díaz ha participado en un coloquio sobre Religión y Espacio Público en la embajada de España en Roma. Hermoso título para un coloquio y para que un ministro de Interior se luciera en la defensa del respeto a cualquier confesión, respetuosa a su vez con la Constitución y con los Derechos Humanos, proclame la aconfesionalidad del Estado, y recuerde a cualquier confesión que su ámbito se reduce al de la vida privada de las personas.
   Pero este hombre, que acude como ministro del gobierno de España, olvida esa condición y proclama sus creencias. 
         " Si nos oponemos al matrimonio entre personas del mismo sexo, no es preciso recurrir a argumentos confesionales. Existen argumentos racionales que dicen que ese matrimonio no debe tener la misma protección por parte de los poderes públicos que el matrimonio natural. La pervivencia de la especie, por ejemplo, no estaría garantizada..."
      Hermoso argumento. La pervivencia de la especie. El ministro no defiende la posición de los obispos. Es que se ha vuelto ecologista. 
    Alguien debería explicarle que un matrimonio no es sino un contrato de ayuda mutua y de convivencia, regido por las leyes , que permite establecer procedimientos para compartir las propiedades y legar al otro tus pertenencias en caso de muerte. Esa ayuda mutua implica la crianza de los hijos y compartir las responsabilidades derivadas en su caso. Claro que sí. Pero no son los hijos la única razón de su existencia. Hay muchas otras formas para garantizar la descendencia. Todas legítimas, porque es un acto consciente y voluntario.
    Alguien debería explicarle que la mayor amenaza para la especie es el capitalismo irracional que practica su partido; que el atentado más evidente contra la especie es negar la asistencia sanitaria a quien la necesita como hace su gobierno , con algún caso de muerte ya en su debe. 
      Por esa peregrina razón deberíamos prohibir el celibato.
      Por esa peregrina razón deberíamos legislar la descendencia obligatoria en cada matrimonio "natural".
   Por esa peregrina razón deberíamos prohibir el matrimonio entre personas cuya edad no garantice descendencia.
     Por esa peregrina razón deberíamos establecer penas rigurosas para quien opta por la soltería.
     Ninguna opción personal pondrá en peligro la continuidad de la especie y el ministro la sabe. Manipula y enmascara su credo en un torpe discurso, claramente homófobo.
     No he votado a su partido, pero como miembro del gobierno me representa en un país extranjero y su  discurso servil  y lleno de torpeza ideológica me avergüenza.
     Y ya puestos, alguien debería explicarle que los individuos , todos los individuos, son iguales ante la ley y que todos merecen la misma protección por parte de los poderes públicos, hayan elegido la opción matrimonial que hayan elegido, o no hayan elegido ninguna. Y que la Constitución Española, que ellos parecen haber olvidado, establece que no cabe discriminar a nadie por razones derivadas de la infinita diversidad humana, como credo, raza,lugar de nacimiento, inclinaciones sexuales o extracción social.
    Jorge Fernández Díaz, el individuo, puede tener al respecto la opinión que desee; pero el ministro del interior de este país , si sus creencias le imposibilitan en conciencia defender ese principio constitucional, debe marcharse a casa cuanto antes.
    El Partido Popular- ahora es este ministro, pero la lista de improcedencias es ya larga- no conoce la Constitución, o la ignora, o la considera  un documento incómodo. E igual consideración debe merecerle el fallo del Tribunal Constitucional al respecto. 
    Él, que encuentra tiempo en su ocupada agenda para la comunión diaria y el rezo del rosario, cree que la pertenencia al gobierno es una buena oportunidad para hacer apostolado. Se confunde. Es una buena oportunidad para gobernar. No necesito que el ministro me convierta. Con su necedad solo lograría mi empecinado alejamiento de la caverna en la que habita. Necesito que el ministro aprenda a no emplear con violencia a las fuerzas policiales contra los manifestantes, por ejemplo. 
    Ni un gramo de prudencia en sus soberbias manifestaciones. 
   Y un desprecio insultante a mucha gente. 
   Y, sobre todo, a la inteligencia. El reconocimiento de un derecho - el matrimonio como convenio público- no perjudica a nadie; molesta al integrismo irracional de quienes se sienten comprensivos ante la violencia sexual  y los abusos a menores, olvidados ya de aquella advertencia del fundador en la que hablaba de piedras de molinos y el fondo del mar para quien escandalizara a un inocente. 
   Si se cumpliera esa amenaza del nazareno, habría infinidad de sotanas y capelos cardenalicios flotando sobre todos los mares de este mundo. Y quizás, si es el escándalo la causa del castigo, alguna cartera ministerial, porque sobran intervenciones escandalosas, como ésta.
  

viernes, 1 de marzo de 2013

Patria

  Más de una vez se ha afirmado - yo también- que el gobierno del Partido Popular nos estaba devolviendo al siglo XIX en lo referente al estado de nuestros derechos, de nuestras conquistas sociales  y laborales y a la eficacia del sistema democrático. Discurso plagado de mentiras, manipulación, pura apariencia, consagración de privilegios injustificables, corrupción que contamina la vida política a niveles desconocidos y protección de los intereses privados a costa de la ciudadanía.
   Ya pueden llevarme ante los tribunales por difamación. Es el único recurso que les queda. Poner ante los jueces a quienes denuncian sus malas prácticas.
    Por si este viaje hacia el pasado necesitaba confirmación, un viento cargado de ceniza, de rastrojos quemados, de miseria apelmazada en nuestra historia, ha hecho saltar las páginas del libro donde está escrito nuestro pasado hacia tiempos vergonzantes que necesitamos enterrar en la memoria. Se trata del discurso de un general de la reserva el pasado 6 de febrero, muy aplaudido y jaleado por los presentes en los salones de la Gran Peña, de rancio aroma militar, según la prensa. Ese discurso me ha devuelto, otra vez al siglo XIX, cuando los zafios generales establecían los turnos de gobiernos mediante sus asonadas y sus golpes de Estado, de espaldas al pueblo ignorado y alejado de las decisiones fundamentales. 
    Este discurso se arroga la tutela de la sociedad civil desde los cuarteles. Suena a pasado vergonzoso, a rescoldos inaceptables de franquismo, por citar lo más próximo. 
   Franquismo, porque se agarra a la patria, como la gran excusa. "La patria es más importante que la democracia", dice el hombre. 
    Dice también que el sentimiento , - patriótico, se supone-,  es más importante que la Constitución , porque la Constitución es sólo una ley.
     ¿De qué patria hablará bajo el peso de sus estrellas y de sus muchas condecoraciones sin historia? No conozco otra patria que la de los hombres y mujeres que la habitan. Esa es la única patria por la que yo peleo con mis escasas fuerzas. ¿Qué es una patria sin democracia sino un enorme campo de concentración donde la libertad es el delito más perseguido y más notorio?  Tenga en su cabeza la idea de patria que tenga, estoy seguro de que no coincide con la mía.
    ¿De qué sentimientos hablará? Ningún sentimiento está por encima de la ley. La Constitución no es una ley. Es la ley. Y en ella está encerrado el sentimiento colectivo de todos los que la votamos y  aprobamos. En ella late el espíritu del estado que queríamos entonces, el marco de nuestra convivencia pacífica, el deseo de libertades y respeto que todos merecemos. No conozco sentimiento compartido por más gente.
       Aflora la miseria en los discursos, porque la miseria ideológica no se diluye con la libertad y con la democracia. Se oculta en las cloacas y espera su oportunidad. Ahora la tiene, porque nuestra democracia está en la UVI, desnaturalizada y envenenada por un gobierno de derechas que no ha creído jamás en la democracia y la utiliza, sencillamente, como instrumento de los intereses de un grupo reducido.
       No es que renazca la miseria. La miseria siempre está ahí, agazapada en las malas conciencias. Es que se fortalece cuando la democracia pierde su vigor. 
       Este gobierno es lo peor de nuestra historia reciente, débil, contaminado, vicario de intereses inconfesables, manipulador y , desde hace algún tiempo, víctima de un chantaje con el que su pasado le cobra las facturas pendientes. De su debilidad sólo podemos esperar desgracias.
    ¿ Y la oposición....? Ni está, ni se la espera.